El lanzamiento de mi libro Ir al cielo y volver ha sido realmente épico, no sólo por la calurosa recepción que he tenido en Chile, sino que también por el bello lanzamiento online que hicimos junto a Mónica Rincón. Sigo llorando de gratitud. También por la emoción que me genera ver cómo la vida de mi pequeño Matteo sigue tocando los corazones de tanta gente.
Muchos me han dicho que soy muy valiente al contar de forma tan transparente nuestra historia; pero yo solo sentía que hacía lo que era justo de hacer, hasta que, hace tres días, sucedió algo que me hizo entender las cosas de otro modo.
En septiembre empecé a promocionar mi libro aquí, en Estados Unidos. Y me tocó hablar con un medio (que no mencionaré) de alto tiraje semanal, que haría una página sobre mi libro. La actitud de la periodista me llamó la atención desde un primer momento. Pero fue con su segunda pregunta cuando entendí el porqué. Me dijo: “Cuéntame cómo han estado tú y tu hijo estos días”. La periodista no sólo no se había preparado para su trabajo leyendo el libro, sino que ni siquiera había leído la sinopsis… ¡O la contratapa!
Fue como una patada al estómago. Traté de llevar la conversación por buen camino, pero su sensibilidad era tan superficial que cuando me preguntó, como quien pregunta cuánto mides o cuánto pesas, “y ¿en qué fecha murió tu hijo?”, no pude ni responder. Fue un golpe bajo que me tumbó. Su falta de respeto profesional y su falta de empatía hacia mi dolor me obligó a cortar ahí mismo la conversación. Solo atiné a llorar todo el fin de semana y a refugiarme en los brazos de mi marido.
Y solo después de eso, pude recordar lo que hablo en mi libro. Me toca sentir esta emoción: tengo rabia por su falta de profesionalismo y frialdad. Le quiero gritar que mi hijo importa y no es una información fría (lo que obviamente no hice). Por supuesto, detrás de la rabia tengo una tristeza horrible de que alguien me hable tan gélidamente del dolor más grande de mi vida. Saco esa pena llorando todo lo que necesito y hablando con mis amigos más cercanos. Y así, de a poco, la rabia y la pena se van disipando.
Luego viene la aceptación. La actitud de esta mujer no habla de mí, sino que habla de ella. Y yo sólo puedo elegir cómo reaccionaré frente a esta situación. ¿Me cierro como una almeja y no comparto más? ¿Dejo que ella dicte cómo voy a vivir mi vida de aquí en adelante? Este camino lo elegí yo. Hacer pública mi historia lleva consecuencias… y heme aquí viviendo una de ellas. ¿Acepto que habrá momentos que serán difíciles (que hasta ahora han sido los menos) y que vale la pena seguir compartiendo lo valioso que aprendí con Matteo con el resto del mundo?
Después de vivir de forma completa toda la gama de mis emociones –y de aceptar la situación existente– llegó a la gratitud. Y pienso: ¡Claro! Toda la prensa en Chile me conoce, ustedes nos han acompañado por este camino. ¡Me siento tan querida en mi país! Qué suerte tengo de poder conectar así con mis compatriotas. Y también gracias a esta periodista tan poco profesional, sé que debo ser más cuidadosa. Si alguien no está preparado para hablar, debo rayar amablemente la cancha y dejar la conversación hasta ahí. Debo aprender a cuidarme y no exponerme con la promoción de este libro, ya que no es como las promociones que había hecho hasta ahora de películas y series donde hablo de algo que está fuera de mí, un personaje o una historia. Esta es nuestra historia.
Así es que sí; efectivamente debo ser valiente para seguir adelante. Tenían razón. Yo decido compartir lo vulnerable de mi corazón con el mundo; decido seguir viviendo con el corazón abierto. Y, seguramente, habrá otras instancias dolorosas, otros momentos incómodos. Pero, si no salimos de nuestra zona de confort, ¿cómo haríamos para seguir creciendo?