Por Verónica Marinao
La actriz le prometió a su hijo Matteo que estaría bien. El pequeño murió en 2018 a causa de una Leucodistrofia (enfermedad neurológica progresiva), pero ella siente que su ausencia es sólo física. Si bien pasó por una etapa profunda de depresión, no recurrió a antidepresivos porque, dice, el dolor es parte del amor y es necesario vivirlo.
Está escribiendo un libro vivencial en torno a su hijo, y, a diferencia de otros artistas, ha mostrado parte de su intimidad en redes sociales ¿Por qué? Porque el mostrarse vulnerable, es decir más allá de una “máscara”, genera empatía, conexión.
–¿Te sientes una mujer resiliente?
Sin duda.
–¿Y cómo piensas que otras personas que han vivido situaciones parecidas a la tuya pueden volverse resilientes?
En la charla que di (en diciembre en el Parque Araucano) hablé mucho de esto, es algo que me interesa seguir hablando con el mismo afán de compartir las cosas que me importan. Cada vez más llama la conexión humana y el enriquecimiento que sale de esa conexión honesta, que no tiene que ver con el que dirán o con el “quiero que me quieran”. El amor viene de un amor propio, de una conexión con uno mismo y con tu verdad, con tu espiritualidad, con lo que sabes que importa. Hablar de la resiliencia y de lo que significa salir adelante frente a un desafío grande es algo de lo que escribo mucho en el libro también y creo que necesito una plataforma mucho más larga que una entrevista para realmente indagar en eso, pero son temas que me han tocado vivir, que abrazo plenamente y de los cuales me siento súper agradecida. Por eso la conferencia fue tan linda, las mujeres me abrazaban, lloraban…Fue como tocar esas cosas esenciales que realmente te pueden dar una mejor herramienta para llevar tu día a día, para aceptar tu realidad y, a la vez, no perder la alegría de vivir, estar agradecida de lo que uno tiene y realmente apreciarlo, destrabarse de las cosas en las que uno se siente atrapado y liberarse. Todo esto te lleva a un despertar de conciencia, espiritual, de nuestra condición humana y de nuestra esencia divina; somos esas dos cosas a la vez.
– El libro te ha servido como una especie de catarsis
Ha sido una catarsis feroz. Yo no quiero sonar rara, pero con mi hijo teníamos una conexión telepática. Desde que nació yo lo escuché hablarme, no en palabras, aunque a veces sí. Me decía en una forma muy clara lo que él quería o no quería. El instinto femenino, ese que nace de la guata, se me agudizó con él y eso es lo que me guía y me permite entender estas cosas (…) En un comienzo él me dijo ‘mamá, escribe’ y yo empecé a escribir mi diario para estar con él, para hablar con él, porque fue muy fuerte lo que viví y la verdad es que es la única manera que tenía de procesarlo. La maternidad es fuerte en sí, y al estar tan cerca de la muerte todo el tiempo, se me hizo necesario tener un lugar donde ir escribiendo estas cosas que venía sintiendo, entonces vengo escribiendo este diario hace mucho tiempo y el cuerpo del libro es el diario. Fue una catarsis muy grande tener ese espacio de reflexión (…) Yo soy actriz, pero la escritura es un poquito una extensión de lo mismo, es un deseo de conectar a nivel emocional y poder tocar a la otra gente, que es lo que yo anhelo en esta vida, es lo que me gusta hacer, esa es mi vocación.
– ¿Le tienes miedo a la muerte?
Lo he perdido mucho, porque he caminado al borde de ella y he comprendido lo que significa la transmutación, porque la muerte no es más que eso, es una trasmutación. Es doloroso porque dejamos atrás muchas cosas que disfrutamos, como abrazar al otro, besarlo, mirarlo. Somos seres humanos y estamos acá para disfrutar las alegrías de este mundo, pero también hay un portal que está muy abierto en torno al cual yo he bailado mucho, que es el aquí y el allá. Hay una imagen que me vino mucho con este libro y está en la mitología griega; uno se sube a un barco y va hasta el mundo de los muertos, y en ese transcurso en barco, que es el aquí y el allá, te das cuenta de que no hay pérdida, somos polvo de estrellas.
– En ese sentido, entonces, entiendo que para ti tu hijo no está muerto.
Claro que no, no podría estar sentada aquí hablándote con tanta tranquilidad.
– ¿Tu hijo te ayudó a profundizar tu mundo espiritual?
A ver, yo soy hija de mi padre (el destacado biólogo e investigador Francisco Varela, quien junto a Humberto Maturana escribió El Árbol del Conocimiento. Eso siempre me ha definido mucho. Sabiendo eso, queda súper claro que yo venía con un despertar espiritual súper clarísimo, muy propio, muy personal. Eso es algo que he nutrido y que me ha guiado mucho a través de mi vida, pero la vida te va formando y mi hijo es mi gran maestro en ese sentido. Matteo era una persona que escogió -porque yo creo que uno elige a los padres- un desafío muy grande para que nosotros tuviéramos un crecer muy profundo y muy rápido, fue como un curso acelerado en vida y en crecimiento, y obviamente que me profundizó más allá de lo que yo venía cargando, pero yo ya me siento muy agradecida de las herramientas que tenía a mano para poder manejar la situación, porque fue difícil, yo creo que es una de las cosas más dolorosas que una mamá pueda vivir y me sigue doliendo, no creas que no.
– Me imagino, no creo que se supere.
Pero es que el dolor se acepta como parte del amor, a veces queremos vivir todas las cosas lindas de la vida y no las difíciles o profundas, ¡somos muy frescos!, es como que sólo se quiere puro pasarlo bien, y uno dice “Año nuevo y todo lo mejor para ti”, pero ¡qué es eso! si uno sólo quiere vivir una parte de lo que es la experiencia humana, se pierde la totalidad o la verdad de lo que somos. No sé si entiende, es muy difícil hablar de estas cosas porque las palabras no alcanzan y por eso te digo que en una entrevista es mucho más difícil llegar a explicar.
– Él murió muy joven (a los 54 años), ¿crees que habría sido diferente tu proceso con Matteo si él hubiese estado vivo.
Cuesta responder esas preguntas. A mi hijo yo le puse Matteo, y como en Estados Unidos uno tiene el apellido del papá, se habría llamado Matteo Akoskin, pero durante todo el embarazo yo sentí a mi papá tan presente conmigo que le puse Matteo Varela (Varela como segundo nombre) para que también tuviera el apellido de mi papá. Entonces sí, me he sentido muy apoyada por él en todo lo que viví, lo sentí muy presente con mi hijo.
– En general te has sentido apoyada en este proceso
Sí, me he sentido muy apoyada por mi país, por mi familia, por la familia de mi marido, por mis amigos y amigas y creo que eso tiene que ver con la valentía de mostrarse vulnerable. Cuando una se baja los pantalones, por decirlo así, cuando uno está dispuesta a mostrar una brecha, creo que el otro frente a ti te ve de otra manera porque le permites entrar detrás de tu máscara, de tu careta, de lo que presentas, del yo externo; eso permite al otro empatizar. Gran parte de lo que veo hoy en Chile es eso, una falta de vulnerabilidad que permita al otro conectar, esa es la empatía. La empatía requiere de vulnerabilidad, mostrarse no perfecto, mostrar las cosas dolorosas como las cosas lindas.
– A muchos actores no les gusta exponer su vida privada…
Yo era muy así.
– Y eso cambió con tu hijo
Sí, al ser una actriz, uno interpreta un papel y quiere resguardar su privacidad, porque la invasión del uno es algo que genera dificultades y vulnerabilidad. Lo que me pasó con mi hijo para mí era importante compartirlo en su manera única de ser y visibilizar lo que significa un niño con otras capacidades, un niño diferente, hablar de la inclusividad. Cuando un actor comparte, por ejemplo, su rehabilitación de las drogas o su batalla contra la bulimia o la anorexia, permite que todo un círculo grande de gente que está luchando con esa condición, enfermedad o adicción, tenga un punto de referencia y no se sienta tan solo en lo que está pasando, y eso me pasó a mí. Sentí que era muy importante darle un punto de referencia a muchas mamás que se sentían aisladas. Una se siente aislada, porque nadie entiende lo que una está viviendo y la naturaleza del cuidado cotidiano las 24 horas de un niño con capacidades diferentes, uno está como bajo el agua constantemente, entonces era súper importante hablar a otras mujeres a través de mis redes sociales, a mi manera, con mis palabras, escogiendo yo (lo que digo o no), porque tampoco se trata de que vengan cámaras a mi casa, yo escojo cómo puedo compartir eso a mi manera.
Leonor Varela cuenta que, desde la muerte de su hijo, su núcleo se reordenó. “Somos tres, bueno, cuatro con Vito (su perro), que siempre está con nosotros. A Chile también vino. A mi hija (Luna Mae) ahora le toca lo que nunca antes le tocó, ser el foco de atención, estaba un poquito en segundo plano, porque había una urgencia de vida. Ella es muy rica, yo disfruto mucho ser mamá, es un regalo muy grande tenerla, me siento extremadamente agradecida”, dice.
– ¿Y ella sentía ese segundo plano?
Amor en mi casa nunca faltó porque mi hijo daba la pauta, pero lo que yo siento es que hoy puedo observarme como mamá de otra manera, porque estoy más disponible. Vivir una paternidad o maternidad consciente es algo que me interesa mucho. Estudio, leo. Me interesa, estudié en una escuela Waldorf, me importa mucho mejorarme para ser mejor mamá. Cuando una tiene hijos, tiene la oportunidad de verse reflejada en un espejo (…) puede relacionarse de manera más consciente con ese ser para poder darle lo que necesita, contención, seguridad, límites, amor, permitirle que se desarrolle en toda su belleza única, porque ella es única, ella es quien es y a mí me toca cuidar eso, no manipularlo. El amor inconsciente es muy peligroso. Uno hace muchas cosas en nombre del amor inconsciente, como tener relaciones tóxicas o una disciplina ciega innecesaria y dura. Por ejemplo, el decir “es así porque yo te lo digo, soy tu mamá”. Uno puede caer en esa inconsciencia y lo digo por experiencia propia, no me jacto de ser una persona consciente, pero parte de lo que yo amo de ser mamá es observarme en mis sombras, en mis lados difíciles y traer más consciencia a ella y por eso ella es mi maestra también, por eso los hijos son nuestros maestros.
– ¿Disfrutas la vida?
Mucho, más que si no hubiese perdido a mi hijo. Suena contradictorio ¿verdad? Una mamá nunca va perder el dolor del duelo, yo creo que nunca se me va a pasar, pero le prometí a mi hijo que yo iba a estar bien y que se fuera en paz, eso fue parte de nuestro acuerdo (…) Siempre me va a doler, en mi duelo aprendí a reconocer que el dolor es parte del amor que yo siento por él, si a mí no me duele, es que yo ya no lo amo. El amor que yo siento por él está, me tocó así, me tocó vivirlo con dolor, pero si yo me niego al dolor, me niego también al amor y no estoy dispuesta, vale más vivirlo plenamente que empastillarme y no vivirlo.
– ¿Has recurrido a antidepresivos?
No, no tomé antidepresivos, quería vivir el dolor conscientemente. Cada persona es diferente, cada experiencia es diferente, y yo no me atrevería jamás a decirle a una persona lo que tiene que tomar o no, yo sólo puedo hablar desde mi experiencia y que para mí no fue necesario, yo recurrí a otras cosas. Cuando entré en la depresión más profunda, porque entré en una depresión muy heavy, las flores de Bach me salvaron la vida, entre otras cosas.