Cuando se trata de tener una atmósfera acogedora el color, la luz y los espacios basados en el estilo decorativo nórdico y el hygge se vuelven arte para lograr la felicidad. Tal como lo describe el director del Instituto de la Felicidad de Copenhague, Meik Wiking, en su libro: Hygge Home, cómo hacer de tu hogar un espacio feliz (Editorial LibrosCúpula).
Para conseguir esta sensación de bienestar y refugio y, a la vez, mejorar nuestra calidad de vida, la arquitectura, la decoración, el mobiliario y la iluminación nos pueden ayudar. El hygge se convierte en el arte de crear una atmósfera acogedora a través de pequeños cambios, como velas en la mesa, los que pueden provocar grandes cambios, como que tus hijos adolescentes hablen más. Estos son algunos de los básicos que Meik Wiking recopila en su libro para aumentar la sensación placentera.
Para el experto, todo está en la ubicación. Sobre todo si se vive en lugares donde el sol es más escaso. E iluminación. Seguir la trayectoria del sol y buscar la mejor orientación. El lugar donde trabajas debe estar donde entre la luz por la mañana. La mesa del comedor aprovechando el sol de la tarde. Y se debe eliminar los elementos que obstaculizan su la entrada de la luz, desde plantas, cortinas, o muebles que tapan las ventanas. Además, optar por paredes blancas y espejos que lo reflejen y prolonguen su benéfica acción en los cuartos y pasillos. Es más, so consejo es: “Compórtate como un gato. Si hay una rayita de luz, siéntate ahí”.
Los daneses saben mucho del SAD, trastorno afectivo estacional, que se caracteriza por una depresión que se sucede anualmente, coincidiendo con los meses de oscuridad en los países nórdicos. Por lo mismo, destaca la importancia de la luz artificial cuando la luz solar no es suficiente, sobre todo, en los meses de invierno. Por ejemplo, en los niños, encender un foco lleva la atención a la mesa, insta a la concentración, emite una luz más cálida y crea una atmósfera de confianza, explica.
Wiking establece cuatro aspectos que podemos trabajar al iluminar
Los estudios realizados por el Instituto de la Felicidad muestran que en la satisfacción influye menos el número de metros cuadrados que la percepción del espacio. Una casa grande desordenada se percibe diferente a una casa pequeña ordenada.
¿Cómo utilizar el diseño para sentirnos más contentos?
Es el llamado Efecto Diderot: comprar algo nuevo puede llevarnos a un círculo de consumismo que nos hace infelices porque deseamos más cosas que tu antiguo yo no necesitaba. El hygge trata de vivir una buena vida con poco, pero tampoco se trata de un minimalismo extremo. “Las plantas dan vida. Los libros permiten la exploración y la contemplación. Las alfombras y los cuadros aportan calidez y textura…”.
Un espacio exterior en la ciudad es un tesoro, aunque sea una terraza mínima. Hay estudios que demuestran que, en hospitales y clínicas, ver espacios verdes o naturales puede reducir el dolor y el estrés.
En el hygge la calma es clave, y la felicidad no tiene por qué tener un precio. Se puede vivir bien con un presupuesto ajustado. El desperdicio de comida no es hygge.
Para tener una vida feliz no basta con estar tranquilo y seguro: necesitamos de otros: amor, relaciones, autoestima y autorrealización. Un hogar no son cuatro paredes, sino más bien las personas que lo habitan. Por lo mismo, aconseja potenciar las comidas y cenas familiares. La mesa es el lugar que te conecta con los seres queridos, donde se habla de lo bueno y de lo malo, donde se disfruta de un tiempo de calidad. Y una idea: “Que en la mesa siempre haya un asiento libre, para que un recién llegado se pueda unir al grupo”.