Revista Velvet | La vecina que me importa mucho más que un COMINO
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La vecina que me importa mucho más que un COMINO

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La vecina que me importa mucho más que un COMINO

POR equipo velvet | 27 julio 2024

Los regalos de la vida, muchas veces, están más cerca de lo que pensamos. De esa forma, un perrito prácticamente me indicó dónde estaba alguien que ama la cocina con mi misma pasión y que, al igual que yo, no para de lanzarse a infinitos proyectos que tienen como corazón el poder del sabor.

Por Gino Falcone

En mis paseos diarios por el barrio con Gnocchi y Spaguetti, mis ‘perri-hijas’, trato siempre de ir enfocado para no marearme en las veredas de baldosas a cuadros ni tampoco tropezar con alguno de los adoquines a medio salir que hay en Providencia y que me podría hacer pasar algún bochorno. Siempre repito las mismas rutas, dependiendo de la hora y de mi premura. Según el día de la semana, esta caminata la alterno con Jose, mi marido, quien ama recorrer con ‘las niñas’ e improvisa un destino muchas veces más largo que el mío.

Hace como un año, en una de estas salidas, veo a lo lejos un perro grande y rucio que corría libre sobre el pasto. Me acerqué, ya que pensaba que estaba suelto o se había escapado de alguna casa, pero me di cuenta de que lo acompañaba su dueña, a la que coqueteaba en ese precioso antejardín de un edificio a pocos metros del mío.

La vida es muy curiosa y te pone a las personas en el momento exacto, pues yo ubicaba a esta mujer desde hace años, porque nos habíamos cruzado en más de un evento gastronómico o algún restaurante. Era Ale Hales, a quien conocía poco, pero con la que siempre nos saludábamos con amabilidad. De hecho, habíamos salido con el Sarita Colonia en alguna de sus guías Comino, cuando estas se hacían en papel antes de la pandemia y que ella armaba con su editorial independiente Nalca.

Hola Ale cómo estás, ¿vives por aquí?, le pregunté.

Sí, en ese edificio, ¿y tú?, me dijo.

En el de allá, respondí indicando hacia el sur de la cuadra.

Y sí, la vida de ciudad muchas veces nos hace correr de una manera que ya no conocemos a nuestros vecinos, pero encontrarme con ella fue un regalo.

Hicimos de nuestros paseos juntos un hábito, nos fuimos contando la vida y nuestros ‘perri-hijos’ se hicieron amigos. Hoy tratamos de pasar mucho tiempo y compartir datos de comida, restaurantes, productos.

Obviamente que hemos estado tardes y noches completas conversando y compartiendo en nuestra casa o la de ella. También, le ha dado paseos a nuestra ‘niñas’ y nosotros al suyo; y más de alguna vez Apolo, su príncipe rubio, se ha quedado a dormir con nosotros cuando Ale se escapa de Santiago.

A esta mujer he ‘aprendido’ a conocerla y quererla, pues es más jodida que yo y eso es lo que más me gusta. Así, en pocos meses, se ha convertido en la más cercana de mis vecinos junto con Juan Pablo Moro, Matías Kappés y Miguel Reina, con quienes nos damos unos pataches cada vez que estos dos últimos aterrizan en la capital, porque viven en Isla de Pascua.

Ale es muy trabajadora y meticulosa en cada cosa que hace. Así llevó a la guía Comino a una app y su versión web, convirtiéndola en una herramienta útil de información para datos sobre lo que pasa en Chile en términos gastronómicos. Es una embajadora silenciosa de este país, ejemplos de ello son esos ocho videos que se llaman “Destinos Comino” (San Pedro de Atacama, Santiago, Chiloé, Valparaíso, Valles y Viñas, Valle del Elqui y Limarí, Lago Llanquihue, Patagonia) que hoy están dentro del contenido de la aerolínea Latam. Es lo que ven los pasajeros que vuelan de salida o entrada a este territorio.

Y su mente no se detiene. La idea a la que le da vueltas hoy es desarrollar contenido de Sudamérica; y sé que lo hará de maravilla pues siempre arma equipos que realizan un producto que es un lujo.

Ale, vente a la casa, que me he traído unos quesos de Valdivia y los queremos probar contigo, le decimos un día.

¿Llevo vino?, se entusiasma ella

Otro día el papel de anfitrión se intercambia:

Chicos, fui a Los Andes y les traje un queso fresco de San Esteban, ¿puedo ir a dejárselos?, nos pregunta.

Obvio que sí, tenemos vino porque llegó Bocas Moradas, le contamos.

En estas juntas he descubierto que le encanta el chocolate más que a mí, y en todas sus versiones; también que es una ‘guena pa’l diente’, como lo somos en casa. Sé que ama la cocina árabe y que a los tres años de edad ya se había enamorado del Mansaf, un plato que probó por primera vez en Mandaba, Jordania, lugar que para ella tiene un significado muy especial porque le recuerda a su padre y raíces. Esta delicia es así: en una gran fuente redonda se pone una capa de pan fino, luego arroz, encima muchos trozos de cordero y se corona con frutos secos dorados en mantequilla –como almendras peladas, nueces, snobar– y se acompaña con Laban, caldo de yogur seco muy aromático, consistente, ácido y salado. ¡Ya quiero que nos prepare esta maravilla porque cuando lo cuenta nos hace salivar!

Ama también platos chilenos, como el caldillo de congrio y pastel de choclo y muere con el costillar con papas fritas. Pero lo que realmente la hace caer rendida son las ostras y los erizos acompañados de pan y aceite de oliva. Ale es una mujer que le encanta arrancarse al campo, a pesar de haber nacido y crecido en Viña del Mar, le mata la cordillera, la Patagonia; creo que es porque necesita nutrirse de silencio para leer un buen libro o escribir.

Si bien estudió Literatura y Periodismo en la Adolfo Ibáñez, siempre quiso estudiar gastronomía. Su destino tuvo un camino más largo porque su padre le pidió terminar la carrera primero y así lo hizo. Pero los signos del mundo de los sabores siempre estuvieron ahí, por eso su tesis y la hizo sobre gastronomía, entrevistando a varias personas vinculadas al rubro, hasta que llegó a Pilar Rodríguez, chef del restaurante Food & Wine Studio, de Santa Cruz, que hace algunos meses aplaudió The New York Times. Colaboró con ella en un par de libros y también con Juana Muzard (Feria del Sánguche) armó un par de proyectos. Por ocho años ha realizado clases en la École Culinary y Universidad de las Américas dando lecciones sobre protocolo, servicio, hospitalidad, talleres de bar y afines. ¡Una seca!

La vida pasa tan rápido en Santiago que hoy debemos obligarnos a juntar con las personas que nos importan. Y como esta ciudad cada vez tiene menos noche, los vampiros nos hemos tenido que adaptar a esta nueva realidad y armar fiesta en la ‘cueva’ por un rato hasta que nos dé la locura.

De esta forma, hemos dado mil vueltas por el barrio junto a nuestros ‘perri-hijos’ –los dos, los tres, los cinco– y, cada vez, es un regalo porque no siempre estamos de buen humor ni hemos tenido el mejor de los días, pero siempre prestamos oreja para el descargo.

De eso se trata la amistad, de compartir todo y no juzgar, de entender y avanzar, de reír y llorar, de decirle el uno al otro lo que no quiere ver o escuchar (así se moleste), ya que esa costra caerá y continuaremos caminando con lo que sí vale la pena y hasta que las tonteras nos importen un comino.

www.comino.cl

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