Una de las maravillas que nos ha dejado la revuelta feminista está en los libros. Son decenas las mujeres que hoy publican sus ensayos, antologías de cuentos, novelas y las que acaparan lecturas, comentarios, así como una avidez nunca vista en la historia de la literatura como un fenómeno mundial. Se reeditan textos que hace un siglo o más cambiaron las pautas narrativas, como las novelas de Jane Austen, las hermanas Bronté; vuelven a los rankings de los más vendidos el trascendental Segundo Sexo de Simone de Beauvoir —piedra fundamental para el movimiento feminista—,y la novela póstuma de la intelectual francesa (Las inseparables, Lumen) se transforma en best seller mundial. Mientras, los ensayos y novelas de la gran Virginia Woolf se apropian de las conversaciones feministas con el elogiado ensayo Un cuarto propio, una magnífica exposición sobre las barreras que a lo largo de siglos han enfrentado las escritoras a lo largo de la historia, tan lúcidamente escrito que parece haber sido redactado ayer desde un moderno computador.
Aquí las letras de las jóvenes narradoras chilenas merecen desde luego un capítulo aparte. Sin duda estamos en uno de los momentos más prolíficos y luminosos para nuestras creadoras, un momento generacional que no cabe solo en este post y por lo cual me he propuesto ir mostrando cada semana.
Una de esas voces es Carolina Brown (Santiago, 1983). Licenciada en Lengua y Literatura Hispánica de la Universidad de Chile, con una pluma precisa y una prosa donde ninguna palabra sobra, su manejo de lo sensorial, anclado entre lo humano y lo natural, a través de sus textos es posible oler la humedad de la tierra y sentir la falta de oxígeno a miles de metros de altura. Es lo que logra en su último libro de cuentos, Rudas (Editorial Noctámbula). Una compilación de cuatro relatos protagonizados por mujeres aguerridas, de armas tomar más allá de una aparente fragilidad.
En La Isla, texto que abre este volumen, la protagonista viaja a uno y otro lado de su pasado hacia una verdad encerrada en un final acuoso y abierto, como es el estilo de esta escritora.
Siempre situado en la naturaleza, en El color de la tierra sin plantar, la soledad y la pérdida se exponen a los ojos amarillos de una animal al acecho.
Aunque es en El lugar donde se esconden las bestias donde la intensidad y el dramatismo de la montaña corta la respiración y acompañan a la protagonista en cada paso de un asfixiante viaje de supervivencia de remate abierto.
Por último, en La caza del ciervo rojo, matar puede ser una forma de sentirse viva cuando el futuro se vuelve incierto.
Un trabajo altamente recomendable, no apta para personas hipertensas o temerosos de la vida outdoor.
Carolina Brown es autora del libro de cuentos En el Agua, la novela El final del Sendero y Rudas. Hoy está en Barcelona, donde realiza un máster de creación literaria en la Universidad Pompeu Fabra.