Dese que comenzó la pandemia, el palacio de Buckingham extremó las medidas de seguridad para proteger de cualquier contagio a la reina Isabel (94) y su marido, el duque de Edimburgo (99). De hecho, la abuela de los príncipes William y Harry canceló su agenda y se trasladó, junto al príncipe Felipe, al castillo de Windsor, para pasar el confinamiento. Junto a ellos, 22 empleados se convirtieron en su escudo protector, al que han llamado “HMS Bubble, His/Her Majesty’s Ship”. Un aislamiento muy similar al que practican mientras están de servicio durante una travesía en el mar; de ahí el nombre de la “misión”.
Cada uno de los integrantes de esta “burbuja real” sigue un estricto protocolo de turnos, tests frecuentes y una semana de cuarentena antes de reincorporarse a la rotación, entre otras medidas de seguridad.
Sin embargo, en medio de estos cuidados –a tono con una reina emblemática y en absoluta edad de riesgo–, los preparativos navideños ya empezaron a ser parte de la agenda –y preocupaciones–, en especial porque para los Windsor las fiestas de fin de año son todo un acontecimiento, a nivel íntimo y público, con imágenes que se distribuyen por todas las agencias del mundo.
Y si el año pasado la polémica estuvo dada por la ausencia del príncipe Harry y Meghan Markle, quienes decidieron pasar esa fiesta por cuenta propia, en este 2020 el Covid-19 se ha convertido en la principal piedra en el zapato de la soberana, sobre todo porque es una mujer de tradiciones y reglas establecidas.
Según ha revelado The Sun, el palacio de Buckingham pretende tomar otra medida extrema para protegerla. Pero, en esta ocasión, el personal no está de acuerdo y habría manifestado su disgusto con un motín, porque no está dispuesto a aislarse cuatro semanas de sus seres queridos; mucho menos en fechas tan familiares.
Una disputa que ocurre mientras el palacio crea una burbuja de mayor extensión entre Sandringham –la casa de campo de los Windsor donde usualmente pasan las festividades de Navidad y Año Nuevo– y el castillo de Windsor, para que la reina pueda viajar entre ambos lugares con el mismo grupo de empleados; personal de cocina, limpieza y servicio.
Si bien hace algunas semanas, Isabel II se trasladó a su casa de retiro en Balmoral, en Escocia, viajó a Sandringham en septiembre, para luego regresar a Windsor.
“La reina está furiosa, pero sus empleados consideran que esto es demasiado y no tiene precedentes en absoluto. Todos quieren ser leales, pero sienten que han ido demasiado lejos al querer separarlos de sus familias durante la época navideña. Se están llevando a cabo discusiones con el equipo sobre asuntos operativos, pero es demasiado pronto para especular sobre las implicaciones para la Navidad”, confesó fuente cercana al mismo medio.
Así, mientras se espera la resolución final de este difícil partido entre empleados leales y una reina en evidente grupo de riesgo frente al coronavirus, las tradiciones de los Windsor en Navidad podrían quedar en ‘modo avión’.
CURIOSA FIESTA DE TRADICIONES
La Navidad de familia real británica se rige por un característico protocolo. Comienza desde que la reina Isabel II y el duque de Edimburgo toman el tren hasta la estación King Lynn en Norfolk, para luego dirigirse a su casa de campo en Sandringham, donde reciben al resto de la familia.
Secretos y anécdotas rodean esta celebración familiar, y según el documental Sandringham: The Queen at Christmas, es el príncipe Felipe quien marca el inicio de la comida con los cócteles que prepara puntualmente a las 19:30 horas. La celebración también incluye juegos de mesa y la velada nunca termina antes de que se retire la reina Isabel, normalmente a las tres de la mañana.
Además, siguiendo la tradición alemana que precede tanto a la reina como a su marido, Kate Middleton reveló en el programa A Berry Royal Christmas, que los regalos se intercambian la noche del 24, y la idea es que sean absurdos; como el peine que le regaló el príncipe Harry a su hermano William cuando a este se le comenzó a caer el pelo; o el papel higiénico que recibió la princesa Diana por parte de la princesa Ana.
El humor de los Windsor y sus curiosidades también se traspasan a la comida. La historia detalla que el rey Eduardo VII instauró una particular costumbre en el sigo XIX; consiste en que todos los miembros de la familia se deben pesar antes y después de la comida. De esta forma, el anfitrión de turno se asegura de que sus invitados hayan quedado satisfechos.
Definitivamente esta Navidad 2020 no tendrá precedente alguno y quizás no sean muchos los que puedan subirse a la antigua báscula. Poco a poco se vuelve a una ‘nueva normalidad’ y el protocolo de barco de la monarca no parece entusiasmar a sus tripulantes, viéndose forzada a tomar una difícil decisión sobre la tradicional cena y sus compromisos asociados. Sobre todo, si el motín no se disipa, la burbuja explota y la “regla de seis” continúa vigente en diciembre.