Fotos @Ozcar
Viajemos en el tiempo hacia el comienzo de los 2000 en nuestro país. Un Chile completamente distinto al de hoy. Uno mucho más conservador, pacato y menos conectado. En ese contexto, un joven peruano que ya llevaba unos años acá –y que hoy celebra tres décadas viviendo en Chile– compró una casona en el Barrio Bellavista. El lugar era mágico, tenía dos pisos y una terraza. Abajo estaba su taller de muebles, arriba las habitaciones y en la terraza sus amigos tomaban sol y hacían fiestas al caer la noche. Eran años en los que Spencer Tunick les sacaba la ropa a los chilenos, Baby Vamp y Luizo Vega escandalizaban a la Iglesia y por este lado del mundo recién se lograba la ley de divorcio.
Así parte la historia del arquitecto y empresario gastronómico Gino Falcone en nuestro país. Un Chile que le produce nostalgia, ya que para él las cosas han cambiado: un tumor cerebral le dio vuelta la vida hace dos años.
Para entonces ya se había casado con el amor de su vida (José Salked) y había diseñado 40 restaurantes, siendo socio y creador del mítico Sarita Colonia, esa casona grande en Bellavista que a finales de los 90 era el lugar de moda, ubicado unas casas más allá del Tantra Lounge de Mario Azócar.
El primer Sarita tenía muchos elementos kitsch. Era lo que Gino trabaja en esos años, una impronta que lo ha seguido durante el tiempo, aunque asegura que hoy no se siente para nada kitsch, sino que mucho más ecléctico; y ése es el sello que la ha dado a sus últimos restaurantes, Fe y Barra La Java, en CV Galería, en Vitacura.
–¿Por qué sacarte lo kitsch de encima?
–Porque mi trabajo ha ido mutando. Antes trabajaba con muchos elementos religiosos y la gente me encasillaba en esa esfera, después me buscaban para hacer trabajos de interiorismo y también me seguía lo kitsch. Me obligué a salir de ahí y me acerqué más a lo punk. Comencé en esa línea con la tienda Heavy, Metal, Punk, una propuesta muy fuera de época y en donde nos centrábamos en muchos diseñadores locales, en la calle Orrego Luco, en Providencia.
–¿En qué momento de tu vida el amor por el diseño y el interiorismo se cruzan con la pasión por la cocina?
–En 1998 trabajaba solo en interiorismo y estaba un poco cansado con la crisis asiática. Con un amigo pensamos en ponernos con una cevichería en un barrio en donde nadie nos conociera, tratando de alejarnos de las señoras que nos daban trabajo. Ahí nació Puerto Perú, en Condell con Santa Isabel. Lo paradójico fue que todas esas señoras comenzaron a ir a este local ubicado en este sector, que aún no se conocía como Barrio Italia y que estaba lleno de talleres mecánicos. De tener ocho mesas, pasamos a tener 36 y así llegaron más locales y nació el Barrio Italia. Después de eso creamos De Cangrejo a Conejo en Avenida Italia. Yo quería hacer ese restaurante en la fábrica de sombreros Girardi, pero ellos nunca me la vendieron, así que lo puse al frente, sólo de picado.
–Hace 20 años, De Cangrejo a Conejo era EL lugar al que se tenía que ir. Después nació Sarita Colonia en el barrio Bellavista. Todo eso fue a fines de los noventa y comienzos de los 2000, en pleno destape cultural de nuestro país. En cierta forma, con tus restaurantes formaste parte de esa vanguardia.
–En esa época no había tantas opciones como hoy; pasaron muchas cosas en esos años. Me hice amigo de muchos personajes que se hicieron famosos con el tiempo, eran quienes iban a las Fiestas Spandex y yo también hacía algunas fiestas. Sarita Colonia en Dardignac partió así, esa era mi casa y empezamos a hacer fiestas y ahí llegaban todos. Fueron unos años bien locos, de mucha celebración. Lo que más me quedó de esos años fue la amistad de gente maravillosa, que hoy es parte de mi familia. Todos tuvimos éxito (cuando pronuncia esa palabra lo hace entrecomillas). Ese éxito a veces tan efímero y que, a muchos confunde. La verdad es que fueron tiempos muy desatados, pero también de mucha creación, en los que veías cómo iba cambiando también este país. Un país maravilloso en el que llevo 30 años y que es también mi hogar.
EL AMOR, DESDE LO ÍNTIMO A LA COCINA
En 2004, cuando no existían los smartphones ni las aplicaciones de citas de hoy, Gino ingresó a Gaydar, la primera de las páginas de este tipo y se conectó con José Salked, quien vivía en Perú. Después se dieron el Messenger y luego de unos meses en los que no se vieron las caras apareció la función de las cámaras en Messenger. Al poco tiempo, Gino tomó un avión con rumbo a Lima, donde finalmente se vieron presencialmente.
Hace cuatro años firmaron la Unión Civil en Chile. Gino se emociona al recordar cómo conoció a su marido y cómo, tras el tumor cerebral que lo afectó hace un tiempo, la relación se afianzó aún más. “Cuando en Chile emergió el estallido social, yo tuve mi propio estallido al ser diagnosticado con este tumor que me dejó con se- cuelas de movilidad en la cara. Y luego vino la pandemia. Casi tres años después puedo decir que el tumor vino a reconstruir muchas cosas; me trajo a José de vuelta con todo su amor, ya que la relación en ese minuto no estaba pasando por un buen momento. Él es el amor de mi vida, me ayudó a levantarme nuevamente”, cuenta emocionado.
Pasta al pesto con filete
Ingredientes
Para el pesto
• 100 g de espinaca •1 atado de albahaca • 80 g de queso fresco • Sal y pimienta al gusto • 50 g de nueces • 40 cc de aceite de oliva •100 ml de leche
Para la pasta
• 200 g de espagueti • 2 medallones de filete • 20 g de queso parmesano rallado • 90 g de crema de leche
Preparación
1. En una olla con agua hirviendo y sal, cocinar la espinaca y la albahaca. Cocinar sin que lleguen a ablandarse. Luego, pasar a un bol con agua y hielo para cortar la cocción. Escurrir bien para evitar que se oxiden. Reservar.
2. Tostar las nueces en una sartén y reservar.
3. En una juguera, poner el queso fresco, aceite de oliva, sal, pimienta y procesar.
4. Cocer la pasta al dente.
5. Sazonar la carne con sal y pimienta, marcar en parrilla caliente durante 3 minutos por lado, dejar reposar y cortar. Servir junto con la pasta y el pesto.