El año 2002 se promulgó la ley que ponía fin a la censura cinematográfica en nuestro país. Estando en primer año de periodismo decidí escribir un reportaje sobre el tema. Fue ahí cuando conocí a Roser Fort. La entrevisté en el segundo piso de su Centro de Arte.
Conversamos un buen rato y a los días de eso esta corajuda mujer estrenó en ese lugar “La última tentación de Cristo”, la película que había desatado el origen de una ley que censuraba todo lo que al régimen militar no le gustara o considerara que atentaba contra la moral y las buenas costumbres y que se mantuvo vigente hasta bien entrada nuestra especial transición política.
Esa noche, fui invitado por Roser al estreno de la cinta en lo que la prensa calificó como una noche histórica. Políticos, actores, escritores y un sinnúmero de personajes ligados al mundo de la cultura y del under llegaron hasta el Centro Arte Alameda para ver la película. El ingreso no fue fácil. Fanáticos religiosos ligados a la agrupación “Porvenir de Chile” protestaban en la Alameda como si el mundo se fuera a acabar.
El mundo no se acabó y el país siguió avanzando. Paralelamente se vivía un destape cultural importante. Por esos años, Chile todavía era uno de los pocos países del mundo que no contaba con una ley de divorcio, lejos estaba la posibilidad de que personas del mismo sexo firmaran el Acuerdo de Unión Civil o que las personas trans contaran con una Ley de Identidad de Género.
Era otro país. Todo eso mientras María Gracia Subercaseux sorprendía con sus autorretratos de desnudos, escandalizando a la Iglesia y a ese país intrínsecamente mojigato. El broche de oro vino con la foto que Spencer Tunick le tomó a cientos de chilenos desnudos en una fría mañana en pleno Parque Forestal.
Todo eso pasaba a solo metros del Centro Arte Alameda que miraba todos estos cambios no solo como un espectador, sino que también como un agente realmente participativo de lo que sucedía. Ahí se realizaron los primeros festivales de cine queer. Era solo un joven cuando tímidamente compre mi ticket para ver “Plata Quemada”, un thriller argentino con un romance homosexual en el centro protagonizado por el actor argentino Pablo Echarri. Entré minutos antes de que comenzara la función.
A mi lado había una pareja de hombres de la mano, más allá se podía distinguir a una pareja de lesbianas y a mi izquierda otro hombre solo. Éramos pocos, pero se respiraba cierta complicidad en la sala. Con los años no fuimos pocos. Cintas que quedaron en mi inconsciente como “Mambo Italiano” y “Todo sobre mi madre” también las vi en la sala uno del Centro Arte Alameda.
A los años, en una Marcha por la diversidad sexual, recuerdo pasar por la puerta del lugar mientras de los parlantes en su interior se escuchaba “I Will Survice” de Gloria Gaynor y Heather Kunst, una de las primeras artistas trans en brillar en los medios masivos, bailaba en el techo del Centro Arte Alameda enfundada en plumas. Para alguien que estaba recién salido del closet todo esto era hermoso y emocionante a la vez.
Numerosas fiestas, tocatas y festivales fueron violentamente borrados de ese lugar por el incendio que se declaró ayer. Testigos y videos en redes sociales aseguran que el fuego comenzó por el efecto de las bombas lacrimógenas que Carabineros disparó hacia el cine. La justicia debe hacer su trabajo.
Esta mañana Roser Fort en una improvisada conferencia de prensa fue cauta en ese sentido, pero también comentó que “lo que tuvimos fue un acto vandálico de la fuerza policial, según se está investigando, vinieron peritos de la PDI y esperamos que se resuelva de la forma más transparente posible”. Diversos personajes públicos han manifestado en las redes sociales su pesar por lo ocurrido y han comprometido su ayuda para levantar nuevamente este histórico lugar que ha jugado un rol clave en la historia moderna de nuestro país. La semana pasada, junto a unos amigos íbamos camino a la Blondie, nos tocó pasar en el taxi por afuera del Centro Arte Alameda.
Era pasada la medianoche y la zona cero del estallido social estaba completamente a oscuras, el olor a lacrimógenas aún se percibía en el aire, la única luz encendida era la del Centro Arte Alameda en donde se desarrollaba una tocata punk. En uno de los carteles que colgaban de sus paredes se podía leer “la cultura resiste”. Hoy, mientras hay mucha pena e impotencia por lo ocurrido, esa frase toma más relevancia que nunca.