“La idea me vino después de la Gala del MET del año pasado”, confesó Kim Kardashian a la edición estadounidense de la revista Vogue al ser consultada por su look de este año: “me dije a mí misma, ¿Qué es la cosa más estadounidense en la que puedes pensar? Marilyn Monroe”. La idea a la que se refería la celebridad era la de lucir el icónico vestido con el que Monroe le cantó Happy Birthday al entonces presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, una noche de mayo de 1962 tan solo unos meses antes de terminar con su propia vida.
Kim Kardashian también ha reconocido que tuvo que adelgazar siete kilos en tres semanas para poder llevar el lunes ese vestido durante tan solo unos minutos, el tiempo que dura un paseo por la alfombra roja. La modelo y empresaria confesó que cuando se probó por primera vez la pieza de museo no le cabía, por lo que se puso a una dieta estricta, que terminaría esa misma noche con “un festín de pizza y donuts”, según anunció ella misma durante la gala. Desde que hizo aquellas sorprendentes declaraciones sobre el duro cambio físico al que se había sometido para ponerse un vestido, Kim Kardashian ha sido duramente criticada en redes sociales por promover unos extremadamente poco saludables estándares físicos basados en una rápida pérdida de peso y un posterior bajón de comida y además, alardear de hacerlo.
No es la primera vez que la celebridad ostenta ante la prensa o a sus 307 millones de seguidores en redes sociales de llevar a cabo prácticas poco saludables por la simple estética. En la Gala del MET de 2019, Kardashian confesó que tuvo que tomar clases de ejercicios respiratorios para poder lucir un corsé firmado por Thierry Mugler, que le impedía tener libertad de movimiento hasta tal punto de que no pudo cenar cómodamente. En otra ocasión, la estrella del actual reality show de la cadena Hulu, The Kardashians, le confesó a Ellen DeGeneres en su programa lo que era capaz de hacer con tal de llevar el look perfecto: “No me importa lo incómodo que sea, no me importa cuánto tiempo lo tenga que llevar puesto, incluso si tengo que usar un pañal y no ir al baño”.
Kim Kardashian es la creadora y mejor embajadora de la firma Skims, una empresa de fajas reductoras y reafirmantes valorada en 3.200 millones de dólares, que aboga por la diversidad de los cuerpos al tiempo que utiliza a modelos normativas salidas de la factoría Victoria’s Secret en su última campaña, fomentando así los estándares de belleza más tradicionales. Tanto ella como sus hermanas han sido capaces de influir en el físico de las mujeres hasta poner de moda un nuevo arquetipo de belleza femenino, desde el ya consabido efecto de acentuar la silueta, a técnicas de maquillaje que modela rasgos faciales, difuminando defectos y dejando efecto Instagram en los rostros, o incluso más: generando un interés por diversos tratamientos de cirugías estéticas tales como el modelamiento de glúteos con productos inyectables o relleno de labios.
El día que Marilyn Monroe se puso aquel vestido, la actriz había pedido permiso al director George Cukor para viajar al cumpleaños del presidente Kennedy en Nueva York. Monroe estaba rodando la película Something’s got to give junto al actor Dean Martin. Cukor le había concedido el permiso en un primer momento, pero posteriormente lo rechazó debido a los retrasos que acumulaban durante el rodaje. Y los retrasos tenían que ver con la propia Monroe, quien no se encontraba en perfectas condiciones mentales, sumando repetidas ausencias: la actriz acababa de salir de la clínica psiquiátrica Payne Whitney, en la que se había internado voluntariamente tras su divorcio y un sonado fracaso en taquilla. Mientras Monroe ensayaba el Happy Birthday que se convertiría en leyenda, el director ya estaba pensando en actrices para sustituirla, y fue despedida (aunque después recontratada pocas semanas después a petición de Dean Martin). Durante la gala de celebración del 45º cumpleaños de Kennedy en el Madison Square Garden delante de más de 15.000 personas, los rumores sobre la supuesta relación entre la actriz y el presidente de Estados Unidos se dispararon, situando a la artista en el centro de la polémica.
El vestido que lució Marilyn Monroe y que acaba de lucir Kim Kardashian pasó a la memoria colectiva como uno de los más icónicos de la cultura pop, y parte de la creación del mito se debe a que la artista se suicidó tan solo tres meses después de llevarlo: la sociedad que la había juzgado por sus supuestas aventuras y se había reído públicamente de su mala reputación como actriz, decidió perdonarla y elevarla a la categoría de icono. Desde entonces, la vida y muerte de Monroe han sido revisitadas por numerosos biógrafos, documentalistas, directores de cine y escritores hasta dar una perspectiva de género a su trágica historia. La feminista Gloria Steinem, autora de la biografía Marilyn: Norma Jean, dijo en una entrevista en el podcast American Masters que los problemas que tuvo la actriz, entonces incomprendidos, son problemas con los que muchas mujeres pueden empatizar a día de hoy: la extrema cosificación del cuerpo femenino, los abusos sexuales en la infancia, la vulnerabilidad de una mujer en un mundo masculino que no la tomaba en serio o los problemas de salud mental.