Revista Velvet | José Antonio Neme: “Si me funan por alguna opinión, ¿qué tanto?”
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José Antonio Neme: “Si me funan por alguna opinión, ¿qué tanto?”

José Antonio Neme: “Si me funan por alguna opinión, ¿qué tanto?”
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José Antonio Neme: “Si me funan por alguna opinión, ¿qué tanto?”

POR Paula Palacios | 13 diciembre 2024

Fotos @Oscar

Este 2024 es su año. A punta de preguntas incómodas y de opiniones incendiarias, el conductor de “Mucho Gusto” se transformó en el hombre fuerte de Mega y su popularidad se disparó como la espuma. Un éxito que llegó en su mejor momento personal, más maduro y resuelto. Al fin quedaron atrás miedos, inseguridades y tormentos de una infancia compleja. “Ya no dependo de lo que los otros piensen de mí”, asegura.

Sin esperarlo y, menos aún, sin proponérselo, José Antonio Neme (43) se transformó en el hombre fuerte de Mega. Tras su sorpresivo despido de dicha estación en 2020 y posterior regreso al año siguiente (abril de 2021) para comandar el matinal “Mucho Gusto” –que hoy conduce junto a Karen Doggenweiler y que compite por el caprichoso primer lugar del rating–, su crecimiento profesional y popularidad han aumentado a tal punto que la encuesta Cadem lo ubicó como el rostro más conocido de la televisión chilena, lo que ha motivado a ejecutivos de TVN y Chilevisión intentar incorporarlo a sus filas. No por nada, el exconductor de noticias de imponente 1,86 m. tendrá a su cargo la gala y el programa satélite (junto a Francisca García-Huidobro) del próximo Festival Viña del Mar e, incluso, durante los días del certamen se subirá una noche al escenario para coanimar un segmento junto a su rubia partner matutina, con quien además trabaja en Radio Romántica.

Como pocos, el periodista goza de la libertad de emitir cada mañana sus opiniones sin tapujos ni temores –por impopulares e incendiarias que algunas puedan sonar–, y de enfrentar abiertamente a sus entrevistados o, incluso, mandarlos “a la mierda”, cuando advierte que alguno habla con eufemismos, pretende disfrazar la realidad o no se hace cargo de sus responsabilidades.

“Si hay algo que me carga es la gente cínica y esa risa falsa, aunque jamás injuriaría ni pasaría a llevar el dolor de otro, pero al pan, pan y al vino, vino. En cuanto a la vida pública-política trato de poner la pelota al piso para tener un mínimo común y podamos conversar: un ladrón es un ladrón, un corrupto es un corrupto. O sea, defraudar al fisco no es una falta, ¡es delito! ¡No me hinchen las pelotas!”.

De colorido short y polera deportiva, mientras se despide de sus seis perros con los que vive –Lalo, Lali, Frodo, Ramón, Mu y Bo– para partir a un café cercano a su departamento en Vitacura donde fue la entrevista con Velvet, José Antonio cuenta que su buen momento profesional llega en un minuto en que está más maduro y resuelto, donde al fin quedaron atrás miedos, inseguridades, tormentos, temor al abandono y de proyectar una imagen que no era, a causa de una infancia compleja, de mucho bullying escolar, aislamiento y soledad. “Hoy me siento liviano en lo emocional, psicológico y espiritual”, señala con alivio.

–¿Diría que al fin alcanzó la anhelada estabilidad?

–La inestabilidad es propia del ser humano, pero ocurre que tiene mala prensa. Cuando empecé a verla en otros, me reconcilié con ella porque dejé de sentirme bicho raro. Hoy me la banco; la reconozco, la acaricio y abrazo. Entonces, hay veces que estoy bien, otras no tan bien, pero he conseguido administrar mi inestabilidad y eso me hace estar en paz.

–¿Y hoy está bien o no tan bien?

–Tranquilo; me he construido un entorno que, de alguna u otra manera, siempre soñé. Vivo en un lugar bonito que he arreglado a mi gusto y en el cual, cuando abro la puerta, me reciben mis animales, miro el cuadro que quiero, la alfombra que me gusta. Y es mío, me lo compré con mi trabajo; no me lo regaló ni mi papá ni mi mamá. Ahí es cuando digo: Mira, ah; nunca lo pensé, me tenía poca fe parece…

–De tenerse poca fe a transformarse en el hombre fuerte de Mega, ¿cuál fue la clave?

–No lo tengo claro, me imagino que hago más o menos bien el trabajo. ¿Cómo hice que este niño frágil, medio amanerado, lleno de miedos, inmaduro y ‘pataletudo’, con harto nudo emocional, poco resuelto, rabioso, lograra desarmar esos nudos y desactivara sus trancas? Hice mucha terapia, como 10 años de psicoanálisis, tratando de ir a lo esencial y no perder tiempo en cosas periféricas. Entendiendo que la vida no era tan oscura ni tan luminosa, sino que de luces y sombras. O sea, al final la receta no es mágica, es madurar. No soy creyente, aun así, algo de plan maestro debe haber, si no, no me lo explico.

–¿Qué cosa? ¿Su éxito como comunicador?

–O sea, piensa que cuando yo estaba en el colegio no tenía idea qué hacer; quería ser actor, mis padres se opusieron. No me sentía talentoso para nada. Nunca tuve muchos amigos ni fui el más popular. Era más bien solitario, retraído, poco seguro. Entonces, de ahí a ponerme en el centro de la atención pública, en un medio como la tele y en un matinal, que es de una exposición enorme… Debo tener más talento del que creo, o alguna habilidad medio oculta.

–Le reconocen hacer las preguntas precisas, “decir lo que nadie se atreve”.

–Eso se lo debo a mi mamá. Mi papá se llevaba la atención porque trabajaba en televisión, pero, en lo privado, mi madre era la que enfrentaba a los profesores y decía eso incómodo que nadie se atrevía. En mi vida me muevo con cierto relajo, franqueza, conociendo los límites morales y legales; jamás imputaría delitos ni injuriaría. Hoy me siento liviano en lo emocional, psicológico y espiritual, porque ya no dependo de lo que los otros piensen de mí.

“LOS DE MI GENERACIÓN FUIMOS TORTURADOS SOCIALMENTE”

–¿Le pesó mucho el ‘qué dirán’?

–Pasé muchos años de mi vida, en mi infancia y adolescencia –generalmente las minorías sexuales viven esta realidad–, viviendo una verdadera tortura en mi desarrollo. Los de mi generación fuimos torturados socialmente; teníamos que parecer lo que no éramos, esconder lo que éramos. Entonces, siempre la aceptación era un tema.

Al final, sentía que no pertenecía a nada.

–Nunca pertenecíamos a nada. Uno era un ser extraño, de mucha soledad, aislamiento. Le agradezco a los que vinieron antes y después de mí, que han construido un mundo más amigable. Entonces hoy, en esta posición de tranquilidad, me ayudó mucho el matinal, sobre todo, cuando volví en 2021. Entramos, además, en un período posestallido y pandemia que fue muy duro, donde apareció la funa como deporte olímpico y tu opinión cortada en 35 segundos se viralizaba y aparecías como un monstruo diciendo una barbaridad. Entonces, tenía dos caminos: o me escondía en mi casa y no seguía por mi frágil espíritu, o decía: Bueno, es lo que hay; si no le gusta, señor, tiene otras tres alternativas. Opté por lo último y me di cuenta de que no pasa nada.

–¿Ahí se liberó para opinar libremente?

–Me han pintado como un peligro para la sociedad; como un agente revolucionario comunista, fascista. Han dicho que soy de todos los partidos políticos, de todas las identidades sexuales; me han imputado delitos, amenazado de muerte… Pero cuando frente a eso dices: ¿Y qué? Al final, nada es tan determinante porque esta vida se va a acabar. En algún minuto fui consciente de mi finitud.

–¿Cómo es eso?

–Mira, un día me levanté y pensé: Me voy a morir yo y todos los que están aquí. O sea, en 2080 nadie de este planeta estará y, de los que estén, ninguno sabrá que yo existía. Al final, no somos nada, eso me liberó. Entonces, si me funan por alguna opinión, ¿qué tanto? ¿Es tan determinante lo que diga? ¿Parecer inteligente, asertivo? Hay que ser lo que uno es nomás, ya está, ¡se acabó!

–¿Cuánto ha contribuido a la apertura y nuevo formato de los matinales? A Ignacio Gutiérrez en un momento le pidieron ser más amanerado para aparecer como el “amigo gay” de los conductores.

–Cambió el país y la televisión. Yo creo que junto a otros hemos tratado de traer a la discusión televisiva una cuota de hiperrealismo, y no sé si eso sea periodismo; a veces contesto desde el alma, como ciudadano. En Chile nos acostumbramos a escuchar en privado lo que no se dice en público. Bueno, yo no digo nada en privado que no sea capaz de reconocer en público. Es un mantra para mí.

–¿A qué público llega? ¿Quién es su audiencia?

–Es fluctuante, depende del día y del tema. He pasado de sintonizar con personas de un sector político a otro, de gobierno a oposición; con mujeres jóvenes, otras veces más mayores. Tampoco me hago esa pregunta porque determina tu opinión, y me carga que alguien me determine, incluso, yo. “Háblale a las mujeres entre 35 y 55 años”, ¡¿qué es eso?! Por favor, di lo que piensas de manera sensata y sincera. Además, uno tiene muchas dimensiones. Hay días en que coincido con el Presidente de la República, dos días después, en otro tema, me carga y estoy absolutamente en contra de él.

–¿Qué lo saca de sus casillas al punto de mandar a la mierda en pantalla?

–Cuando sé que el entrevistado sabe que estamos hablando de algo que no es real, o que está absolutamente adornado y suavizado por otros factores. Entonces, si estamos hablando de un ladrón, no cometió una falta, ¡es un ladrón! La mayor responsabilidad que debes tener es decir lo que realmente piensas. Si hay algo que me carga es la gente cínica y la risa falsa.

–¿Qué costos le ha traído? ¿Algún telefonazo?

–A mí particularmente no. No tengo amigos políticos que vayan a mi casa, tampoco militancia ni agendas de ningún tipo. Te quedas un poco más solo, sin redes ni contactos estrechos con el poder, que podría verse como negativo, pero termina siendo positivo. Te libera e independiza.

–Está dispuesto, me imagino, a recibir de vuelta.

–Por supuesto, y prefiero la franqueza. Hace un tiempo Juan Cristóbal Guarello comentó en El Líbero sobre una entrevista que le hice a la ministra de la Mujer. Y dijo: En Chile todo funciona en medida de la histeria de José Antonio Neme… Es muy odioso. ¿Tú crees que me iba a ofender? Si hasta yo me encuentro odioso la mitad del año, ¡insoportable! No me afecta, me desprendí de los que otros opinen de mí.

–Y cuando le sacan el tema de su padre quien fue formalizado por cohecho, ¿le duele?

–No.

–¿Ha hablado de ese tema alguna vez con su papá?

–No, qué voy a hablar si está todo dicho.

–Tienden a atacarlo por ese lado.

–Es que yo no soy responsable por lo que él haga, no participé en la campaña, no milito en su expartido. Cometió un delito y está pagando por ello. ¿Si me avergüenza, me incomoda? La verdad no me pasa mucho, ¿será normal? ¿Me duele?, no sé si me duele tanto la verdad. El ser humano es capaz de las peores cosas y de las más hermosas también. Y si él recibió una coima a partir de una licitación de la basura, es corrupción. La justicia investigó, falló y fue juzgado por eso, como hoy están siendo investigados, quizá, cuántos alcaldes y parlamentarios. O sea, el subsecretario de Interior hace unas semanas, el hombre más respetable, encargado de la seguridad, hoy es investigado por violación y otros delitos conexos. Es parte de la vida, y esto es sin llorar, si no, me dedico a otra cosa.

–¿Cree que estamos en una de las peores crisis institucionales?

–La peor crisis institucional fueron los años de dictadura. Si un régimen ha matado a tres mil personas y las ha hecho desaparecer, esa es una crisis infernal. Ahora tenemos, quizás, una de las crisis más complicadas desde el regreso de la democracia, pero administrable. Desde el punto de vista de las definiciones políticas, no hay período más virtuoso en la historia de Chile reciente que los años de la Concertación.

–¿Tenía mayores expectativas con el gobierno de Gabriel Boric?

–Nunca tuve expectativas de él ni como candidato ni como presidente. Lo entrevisté muchas veces como diputado, no lo conozco en profundidad. Tampoco abrazo el ‘frenteamplismo’ ni en Chile ni en el mundo. Entonces, jamás me generé expectativas de la alternativa Frente Amplio, aunque era legítima y necesaria.

“MEGA NO SE FARREÓ NADA”

“Estoy muy cómodo en Mega, mi posición es realmente inmejorable”, señala sobre los motivos que lo llevó a rechazar hace un tiempo una millonaria oferta por parte de Televisión Nacional. “Tengo un equipo muy querido, tanto con los que trabajo directo en el matinal como a nivel de ejecutivos. Eso tiene un precio altísimo que ninguna plata es capaz de financiar. Además, siento que TVN está en la búsqueda de un proyecto de televisión pública que no está definido ni financiado, y con cargo al Fisco. Y el señor Francisco Vidal después sale diciendo: Bueno, si no prestamos la plata, los chilenos tendrán que seguir informándose por el canal de tal y tal señor. Perdón, ¿pero acaso ellos ofrecen algo distinto de los otros canales?”, se pregunta.

–Hablando de su equipo, ¿cuánto ha influido ‘el factor Karen’ para brillar?

–Karen es una catalizadora televisiva; es tan hábil en sus palabras como en sus silencios. Es de las pocas mujeres de la industria que valora la capacidad de observación. Ella escucha; cosa que no estamos haciendo, y me incluyo. Sabe cómo salir de una entrevista complicada, cuando correrse para que metas un gol y cuando meterlo ella. He aprendido mucho de Karen; en ese estudio no vuela ni una mosca sin que no se dé cuenta.

–¿Son amigos? ¿Tiene amigos en TV?

–Sí, Kathy Salosny es muy amiga mía, la Karen también. Copuchamos fuera de cámara, nos matamos de la risa, ella va a mi casa, yo voy a la suya, vivimos cerca.

–¿Y qué pasó con Tonka? Comentó que nunca más le respondió los WhatsApp.

–En un momento grabamos juntos un piloto, pero no prosperó porque vinieron los desenlaces judiciales de su expareja. Es una mujer talentosa que lo ha pasado muy mal. Si efectivamente no tiene nada que ver en el caso, ojalá pudiese sacudirse de ese período oscuro y vuelva a las comunicaciones.

–¿Cree que Mega se lo farreó al no apostar por usted como animador del Festival de Viña del Mar?

–No me lo ofrecieron y, antes de que se pensara en una terna, yo dije al tiro paso; no me interesa. Para subirte al escenario de la Quinta Vergara necesitas una serie de músculos que no he desarrollado. Soy súper poco correcto, no me ciño a los libretos, no tengo paciencia. Ante las pifias no sé qué haría; quizá me pondría a llorar o mandaría todo a la mierda. Y ante esa cosa impredecible, que es tan valorada en el matinal, aquí podría ser perjudicial. Así es que Mega no se farreó nada, me tiene donde sabe voy a funcionar bien: el programa satélite y la gala.

–A propósito, ha explotado su lado fashion. Hay quienes esperan sus looks cada mañana.

–La televisión es visual y yo digo cosas con mi imagen, con mis colores, con mis prendedores. Es una invitación a mirar el fondo más que la forma. A mucha gente le debió haber chocado y molestado en un principio mis guayaberas con flores, pero soy así, no es un personaje. Uso jockey, pulseras, y me gustan las cadenas, el bling bling; soy de look reggaetonero. Di la pelea muchos años, porque nuestra idiosincrasia te empuja a la renuncia. Hoy podemos hablar de mis opiniones, discutir los enfoques, pero mis gorros, pulseras y collares no son negociables.

–A sus 43, ¿qué le queda por resolver?

–Entender el sentido de la vida en función de la muerte. Es una pregunta existencial que estoy masticando hace rato. Y otro tema es la vejez. Si es que llego a esa etapa, tengo que armar un plan. ¿Qué quiero de viejo? ¿En qué lugar? ¿Con quién quiero rodearme?

–¿Y tiene más o menos claro con quien quiere estar?

–Sé que quiero vivir con animales hasta el último día de mi vida. Lo último que deseo ver antes de morir es la cara de un animal. Ni a mi mamá ni a mi papá ni a una pareja. Estoy convencido de que la energía que proyectan, que me envuelve y protege, estará siempre presente en mi vida. Se ha muerto un perro, ha llegado otro, y no porque yo los vaya a buscar, llegan de alguna manera.

–¿Le sigue costado demostrar afecto a los suyos?

–No me cuesta, pasa que mi afecto es para algunas personas; no voy de Teresa Calcuta por la vida.

–¿Con quiénes se atreve a sacarse la coraza y mostrar debilidad?

–Con mi pareja; mi mamá, mis animales. Concluí que mi forma de mostrar afecto es selectiva. Yo, la mayoría de las veces, no tengo una sonrisa. Y no es que me crea; ando en la mía, en el planeta Neme, ¿ok? Ahora, en mi círculo de intimidad muestro mi fragilidad y me despliego en ternura. He ido aprendido a pedir amor y también a dar amor de una manera correcta. Y eso llega sólo con la edad.

–¿Y qué pasó con el miedo a que lo abandonen sus parejas?

–Ya no, maduré, ¡envejecí! Obvio si alguien se va, hago mi duelo. Pero ya no tengo esa angustia, ese vacío interior. Si me dejan, qué pena, pero me tengo a mí, mi casa, mis perros, trabajo, salud… Ahora, si me interesa ese vínculo, voy a hacer todo para retenerlo. Tener pareja no es fácil, es una renuncia grande. Uno tiene que ceder y estar dispuesto más a callar que a decir cosas.

–¿¡Y se queda callado?!

–Mil veces; ahí me callo. Hay peleas que no doy, que no tienen sentido porque hipotecas la relación. ¿Convencer al otro de qué? ¿De que la pasta de dientes se dobla así? El día que no me interese una relación, voy a dar todas las peleas porque estaré dispuesto a destruir el vínculo.

–Lleva seis años con su pareja, ¿proyectan casarse?

–No me pasa nada con el matrimonio.

–¿Nunca se planteó formar una familia?

–Es que para eso no necesito “matrimoniarme” con alguien. Ahora, si para el otro fuera importante, a lo mejor, pero no está sobre la mesa. Yo estoy bien, la persona que está conmigo está perfecto, tenemos una vida agradable, bien diseñada y muy íntima. Nadie sabe con quién estoy ni con quién me acuesto ni qué posición tengo en mi cama; se mueren por saber y no lo sabrán jamás. Ese es un espacio impenetrable.

–Por lo mismo, ¿se preocupan de no mostrarse públicamente?

–A veces vamos a cosas juntos, pero él también tiene su onda, su vida, no tiene nada que ver con la tele. Y puede no estar en el futuro también. Entonces, cuando uno revela la intimidad, la rompe.

–¿Y los hijos nunca han sido tema?

–No me interesa. Los animales me llenan tanto, tanto, que toda mi capacidad de entrega está puesta ahí. No voy a comparar un niño con un animal, por cierto, pero estos últimos en su dimensión requieren de una dedicación tremenda: hay que enseñarles a caminar, subir escaleras, ayudarlos con la alimentación, que reconozcan su existencia peluda. Y ese camino que haces con un animal doméstico, de compañía, me fascina, me hace feliz. ¡Y me importa cuatro hectáreas de carajos lo que opinen los demás!

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