Diversos festivales y jurados internacionales del circuito cinematográfico se han fascinado con una historia real que nació en Chile, habla de cumplir sueños y es contada en formato animado, en sólo 12 minutos. Su nombre es El niño y la montaña; un cortometraje dirigido por Santiago Aguilera y Gabriel Monreal, que se basa en la vida del montañista, empresario y speaker Hernán Leal Barrientos (Osorno, 1966), autor de libro Las montañas que llevamos dentro, un modelo para lograr tus sueños (2018, RIL Editores).
Al cierre de esta edición, El niño y la montaña ya había recibido 93 premios y nominaciones en el mundo, destacando Mejor Película Animada en el World Distribution Awards (2020) y Mejor Animación 3D en el New York Animations Awards(2020). Para el festival Chilemonos –realizado en julio pasado– se pudo ver a través de la plataforma Ondamedia y se espera que este cortometraje que, como dice su cuenta de Instagram @elninoylamontana, es una oda al esfuerzo, el sacrificio y un reconocimiento a nuestros sueños, llegue a las salas de cine nacionales cuando empiecen a funcionar con la antigua habitualidad.
¿El Oscar 2022? Todavía puede aparecer en este camino tan sorprendente como inspirador. Porque Hernán Leal –IG: @hernanleal_hl– ha cautivado con un mensaje que a fin de cuentas es universal y se basa en su historia, la de un niño muy imaginativo del sur de Chile que logró cumplir sus sueños, aunque no era ni el mejor alumno ni un gran deportista.
Estudió ingeniería comercial y formó Fastco, que hoy es una multinacional financiera que da trabajo a más de dos mil personas. Además, el 15 de mayo de 2019 fue el primer chileno en llegar al Kanchenjunga (8.586 metros), la tercera montaña más alta del mundo.
En 2018, en tanto, ya había sido el primer sudamericano en escalar el Everest (8.848 m, la más alta del mundo) y el Lhotse (8.516 m, la cuarta) en la misma expedición, y en ese año también alcanzó la cima del Cho-Oyu (8.188 m), la sexta cumbre más alta del mundo. Con estas hazañas pasó a ser el primer sudamericano en hacer tres ocho miles en menos de seis meses.
Además, es uno de los pocos chilenos que ha cumplido los 7 Summits, como se les dice a las cumbres más altas de cada continente y los dos polos, y que están formadas por el Aconcagua, Sudamérica; Kilimanjaro, África; Denali, Norteamérica; Elbrus, Europa Oriental, Everest, Asia; Carstensz, Oceanía; y el Macizo Vinson, en la Antártica.
“Alcanzar la cima del Everest plasmó en mi corazón una visión: todos llevamos dentro cumbres que debemos conquistar. Habiendo nacido en el seno de una esforzada familia de clase media, logré con sacrificio no exento de dolor forjar una carrera como empresario y construir una compañía multinacional. Es por eso que sé que no depende de la suerte sino de nuestra voluntad superar las montañas que la vida nos presenta o dejar que se conviertan en obstáculos para siempre”, escribe en Las montañas que llevamos dentro.
Ahora está trabajando en una segunda entrega editorial: “En el primer libro hablo de mi modelo, de cómo conseguir sueños; sueños que son como grandes, del tipo ‘quiero conocer el mundo’, ‘quiero ser feliz’, ‘quiero ser médico’ o ‘conquistar los 14 ocho miles’. Este segundo libro, quiero que sea algo más práctico. En definir cuáles son los objetivos, y enfocarlos en dos o tres ámbitos, como el profesional, laboral y amoroso”.
“NO VAYAS A LA MONTAÑA A ESCONDERTE”
¿Cómo surgió la idea de hacer el cortometraje El niño y la montaña? Todo partió por la necesidad de hacer una pausa “vocal” en las charlas que hace en el contexto de la Expedición Ruta de los Sueños, un proyecto que creó para llevar su mensaje de motivación a las escuelas más recónditas de Chile.
Un descanso vital, ya que hace unos años tuvo un problema con una de sus cuerdas vocales –después de un tratamiento contra el hipertiroidismo–, la que además quedó paralizada cuando empezó a practicar montañismo. “Me puse súper fit, y la cuerda vocal, que tiene poca grasa, quedó sin nada, entonces se contrajo y empecé a perder la voz. Fui de nuevo al médico y me dijo que la solución era colocarme un implante”, explica.
Su voz es ronca y mientras conversa se nota cómo le va faltando el aire; se cansa, pero puede hablar gracias al implante de Gore-tex –un material que se usa para ropa y accesorios de montaña o actividades outdoor por su impermeabilidad, entre otras características– que ahora tiene en la tráquea, y que como dice “empuja la cuerda vocal mala hacia la buena y de esta manera se mejora la voz”.
Ante esa situación se le ocurrió pasar un video durante la charla que le hace a los niños –que dura como cuatro horas y se hacen distintas actividades–; un amigo le sugirió que fuera animado.
Con esta nueva idea en mente, se reunió con Santiago Aguilera, quien había leído su libro; sumaron a un guionista y crearon El niño y la montaña, que al terminarlo comenzó a presentarse en festivales, sin imaginar el impacto que tendría. Hoy es el cortometraje más premiado del cine chileno en el circuito.
Esta entrevista fue por Zoom, ya que Hernán Leal se fue a vivir a Miami. Una cita que coincidió unos días después de que se encontrara el cuerpo del arquitecto y montañista chileno Juan Pablo Mohr (1987- 2021), quien murió mientras realizaba un ascenso al K2, en Pakistán.
Aunque no se conocieron, estaba muy conmovido con la noticia; lo consideraba el mejor montañista de Chile y tiene claro que era extremo en su estilo. Él, por su parte, es más precavido y desde hace un tiempo decidió no correr riesgos en sus expediciones.
Además, atendiendo los pedidos de su propia hija y hermana, optó por darse un año y medio de descanso de la montaña –la que sube solo con el brazo izquierdo, ya que tiene lesionado el manguito rotador del hombro derecho–, o de la ruta de los ocho miles como dice. A eso también agrega una experiencia que tuvo en abril, en el Makalu (en los Himalayas), donde no hizo cumbre porque le avisaron que el clima no lo permitiría, pero otros compañeros sí se arriesgaron y tuvieron la suerte de poder volver a las carpas, pero de manera muy complicada.
De cierta manera, la muerte de Mohr la tomó como señal, y hoy quiere estar más con su familia, y seguir desarrollándose como speaker. Su charla para adultos se llama Con la mitad de mi voz… las claves para conquistar las montañas que llevamos dentro.
–¿Cuándo nació para ti el amor a la montaña?
–Hace como diez años, cuando fui a Nepal. En ese tiempo tuve una crisis existencial; el deporte que hacía, que era jugar golf, no me llenaba del todo, y estaba confundido con la religión. Me puse a hacer yoga, meditación… y de todas las cosas que hice, lo que más me gustó fue el trekking y empecé a escalar. Tampoco me encontré con la montaña, yo me encontré con esto del deporte en la montaña.
–¿Qué tipo de montañista eres?
–Soy de los que va a la montaña a disfrutar, no a sufrir. Voy a disfrutar el paisaje, incluso cuando estoy cansado. Siempre disfruto. Disfruto del ejercicio, del paisaje, de meditar, estar solo. De lo simple, comer unos huevos revueltos en la montaña, un pan con queso…
–¿Por qué crees que El niño y la montaña ha sido tan bien recibido? Además, no han sido niños quienes lo han premiado.
–Porque el mensaje que está detrás es muy universal. Todos tenemos sueños. Que quizás los tuvimos de pequeños, que por A, B o C, como me casé o lo que sea, no hemos podido realizar. Y el mensaje es que ese sueño se puede cumplir. No importa la edad o los recursos; puede quedar suspendido, pero se puede cumplir. Yo de chico quise ser deportista, pero era matado para los deportes, y en 2018 me premiaron como mejor deportista de Chile.
–¿Qué te hizo transformarte en un buen deportista?
–Cuando tienes un sueño de verdad tienes que sacrificar cosas. Yo soy bien amigo de Marcelo Ríos, el Chino, y él siempre me dice que todos creen que él es talentoso, que toma una raqueta y le pega con el ojo cerrado. Claro, pero el Chino entrenaba ocho horas diarias desde los ocho años. Entonces él se saltó la juventud, se sacó la cresta para llegar a ser número uno. Claro que tiene talento, pero generalmente es el 10 por ciento talento y el 90 por ciento esfuerzo; puedes ser lo que quieras si le pones mucho esfuerzo detrás. Tiene que haber pasión. Las cosas que uno hace bien en la vida son las que uno hace con pasión. Eso resulta para todos los ámbitos. Si no tienes pasión por tu pareja, chao. Si no tienes pasión por tu deporte, cámbialo. Y si no tienes pasión por tu trabajo, cámbialo. La vida está llena de opciones.
–En el teaser del cortometraje, al niño –que eres tú– le preguntan qué quiere hacer y él responde “llegar muy alto”. ¿Qué sientes que es llegar alto?
–Mira, yo sigo teniendo sueños y objetivos. Estos cambiaron, ya no son subir el K2, pero hoy mi K2, es motivar a la gente, es llegar a mucha gente y ser un aporte a los demás. Motivar significa mover gente a la acción, es decirles tú puedes, pero tú también tienes que hacer algo. Yo quiero seguir siendo speaker y serlo en habla inglesa, para mí sería top, porque no es mi idioma, no es mi lugar. Es salir de mi zona de confort.
–¿Qué es lo que más te emociona de tu historia?
–La travesía de mis sueños, no la cumbre. Cuando uno llega al Everest, está media hora, diez minutos. Pero uno pasa un mes y medio en la montaña. Yo disfruto de ese mes y medio a concho. Cuando veo mi vida para atrás, me acuerdo de mis dos hijos cuando era pequeños, cómo fueron creciendo y llegaron a ser adolescentes y jóvenes hoy día. De repente me pongo nostálgico y empiezo a ver fotos de cuando eran chicos. Me acuerdo de las montañas que he escalado, de mi camino como empresario… He escuchado decir que el momento más feliz de la vida de alguien fue cuando se casó, pero eso es la cumbre, ese no puede ser el mejor momento. Tiene que ser toda esa aventura de pololeo, o en el trabajo no es sólo el primer día, son todos los momentos, ganarte un cliente, disfrutar que le vaya bien al cliente.
–¿Cómo se enfoca el sueño de un niño?
–Cuando les hago mis charlas, parto preguntando “¿cuáles son tus sueños?” Les pido que los anoten en una libreta y agreguen los objetivos. Cuando los niños lo entregan, un asistente los tabula y al terminar les pregunto “¿cuáles son tus sueños ahora?”. Quizás un niño que me dijo que quería ser carabinero, ahora dice que quiere ser capitán de Carabineros. Los niños, en el fondo, lo que necesitan es que alguien los haga creer que son capaces de conseguir cosas que ni se imaginan. Porque mi historia es así, tuve un papá que me decía que yo podía llegar a ser el empresario más grande, si estudiaba y me esforzaba; tuve un profesor, que sale en el corto, que me decía que yo podía ser médico; ahora ése no era mi sueño, era el de él; pero cuando me dijo que yo podía ser médico, me miré a mí mismo y sentí que era capaz de serlo. Mi mamá quería que fuera médico, varios tíos me decían que podía ser ingeniero, bueno al final no fui nada de eso, pero creo que he sido uno de los mejores businessmen, ingenieros comerciales, que era lo que realmente a mí me gustaba. Y es que de pequeño me rodeé de gente que me enseñó a soñar y eso es lo que quiero hacer con los niños. Quiero ser quien los motive y que sepan que todo tiene un costo de vida, un sacrificio. Pero primero hay que creer, creer que son capaces.
–Y a los adultos que quizás sienten que no tienen más sueños que cumplir, sobre todo tras todo lo que se ha vivido en esta pandemia.
–La pandemia ha golpeado mucho a los niños y a los adultos mayo- res, pero también hay forma de sortear eso. Mi mamá tiene 79 años y se las rebusca para tener vida con sus amigas, con mucho más cuidado, pero se puede hacer. Tampoco hay que volverse ermitaño e irse a vivir solo a la montaña.
–Y lo dice un montañista.
–Es que yo a la montaña voy a disfrutarla, no a alejarme de la gente. No vayas a la montaña a esconderte. Anda a la montaña
y disfrútala. Al cortometraje le ha ido bien, pero eso no es sólo por el mensaje que está detrás, que es que los sueños se pueden cumplir incluso cuando están olvidados, sino que también porque es una historia real. No es ficción. Quizás en la pandemia toca más fondo porque hay muchas cosas que se han estado postergando, entonces mi historia está más vigente, porque los sueños se pueden postergar, pero no olvidar.