La utilización del color, las vestimentas, el trabajo de la artesanía local, la arquitectura, el uso de flores y sus telas fueron algunas de las razones por las que este destacado decorador se fascinó con la India. Un lugar al que ha ido en unas diez ocasiones y que, desde hace un tiempo, ha dado a conocer a través de distintos grupos de viaje. Además, en 2020 publicó el libro Namaskar, la India por chilenos.
Los viajes siempre han motivado al interiorista y abogado Francisco Silva. Conocer nuevas culturas ha sido gran parte de ese interés y reconoce que ha sido muy afortunado al recorrer diversos lugares del mundo. En algunos incluso ha vivido y otros los ha visitado más de una vez. La India es uno de esos últimos destinos, quizás el más grande y especial para él. A la fecha ya ha realizado unos 10 viajes a ese país, con su señora, hijos, solo y también con grupos que organiza.
“Cuando se acercaba el aniversario de mis 20 años de matrimonio”, cuenta, “pensé en un lugar especial para viajar con mi señora (Alejandra Jiménez). La India no había llamado en general mi atención, pero en ese tiempo se empezaron a dar factores que me llevaron a considerarla como destino. El libro que estaba leyendo transcurría en la India, había películas en el cine que mostraban su realidad, grandes tiendas dedicaban semanas enteras a vender sus productos y dos amigas mayores mías –las dos llamadas Julia y ambas muy viajadas– me comentaron que su mejor destino de viaje había sido la India”. Esa fue la señal determinante que lo hizo tomar la decisión, y fue así como se embarcaron rumbo al norte de ese país para recorrer Delhi, Agra, Varanasi, Jaipur, Jodhpur, Udaipur, Bikaner y Jaisalmer.
“Mi primera impresión al llegar al aeropuerto internacional Indira Gandhi de Delhi fue la de un país moderno y tecnológico”, recuerda. “Lo mismo al tomar la carretera rumbo al hotel. Pero al poco rato nos detuvo un taco enorme causado por una vaca que se había cruzado y que, por su condición de animal sagrado, nadie podía mover. Fue mi primer shock cultural potente, que me hizo darme cuenta de que estaba llegando a un país con costumbres diametralmente distintas a las nuestras”.
Después de ese primer viaje, sus ganas de volver fueron inmensas, así como compartir lo vivido: “En una comida de amigos, alguien me propuso que organizara el mismo viaje para un grupo de cercanos. Lo hice, lo presenté y fue tan buena la acogida que lo que se supone que sería para un máximo 10 personas terminó con 33. Me organicé y lo preparé lo mejor posible, pensando que sería el único viaje grupal que haría. Sin embargo, cuando venía en el vuelo de vuelta y en la primera escala prendo el celular, vi que estaba lleno de mensajes de personas interesadas en sumarse a un nuevo viaje… Y así se ha ido dando, año tras año”.
“Cada vez”, sigue, “he ido tratando de perfeccionarme más y para eso es básica la preparación del grupo. En los meses previos al viaje, una prima mía que es historiadora –Elisa Silva– y que algunas veces también me acompaña a la India, entrega conocimientos de historia. Por mi lado, trato de ir mes a mes recomendando libros, series, películas, y dando todo tipo de datos útiles que permitan preparar y disfrutar mejor el viaje”.
UNA REALIDAD QUE DESAFÍA Y SORPRENDE
Al final de cada viaje, Francisco se queda un tiempo solo, explorando nuevos lugares y conociendo nuevos destinos. “La India es de una diversidad impresionante. Tiene montañas, playas, desierto, ríos, lagos. Por algo se le llama ‘el subcontinente’. En ella conviven distintos paisajes, razas, idiomas, costumbres y realidades”, sostiene y agrega que por eso siempre dice que las rutas que ha hecho con grupos son completamente diferentes y son ‘Indias’ diametralmente distintas. “Por un lado está el norte, con el clima desértico y la majestuosidad de los palacios y fuertes. Por otro, el sur, con su vegetación exuberante, playas interminables, altísima gastronomía y mucha presencia del ayurveda. Sin embargo, siempre el denominador común que, a mi modo de ver, une a todos sus habitantes y les da su principal sello distintivo, es su profunda espiritualidad”.
–¿En qué momento sentiste que con India había una conexión especial?
–En lo personal hubo una conexión con el tema estético que fue casi instantáneo. Como decorador quedé impactado con la utilización del color, las vestimentas, el trabajo de la artesanía local, la arquitectura, el uso de flores, las telas, etcétera. Simplemente mirar y recorrer sus calles era como estar haciendo un master en decoración. Pasado ya unos días, empecé a darme cuenta de que mi señora, que partió el viaje con bastantes aprehensiones, empezó, al igual que yo, a sumergirse lentamente, cada más mas confiada y feliz, a esta nueva realidad que día a día nos desafiaba y nos sorprendía. Cuando me quedaba un día para volver y estando en Taj Lake Palace de Udaipur –un palacio convertido en hotel y ubicado al medio de un lago– sentí que la conexión era total y que quería volver y compartir lo que nosotros habíamos vivido con otros chilenos.
–¿Cuál es la mejor manera de conocer India?
–Creo que lo primero es dividirla geográficamente en dos recorridos: el norte y el sur. Si tuviera que recomendar, debiera tratar de hacerse primero el norte. En ese recorrido la capital, Delhi, se usa como puerta de entrada y salida. Desde ahí se recorre la India de los marajás, los pueblos desérticos de distintos colores del Estado del Rajastán, los palacios y fuertes, el icónico Taj Mahal y la profunda y potente ciudad sagrada de Varanasi. Una segunda ruta es el sur, donde por conectividad y tiempo uso como punto de llegada la cosmopolita y poblada ciudad de Bombay y continúo en el Estado de Telangana, conociendo detalles de la India musulmana en la interesante ciudad de Hyderabad. Luego sigo bajando al Estado de Tamil Nadu para recorrer los templos hindúes en las ciudades de Madurai y Tanjavur, y termino acercándome al ayurveda y descansando en las playas de Kovalam, cercanas a la ciudad de Trivandum.
Además de estos dos recorridos base, Francisco recomienda, para seguir conociendo aún más en profundidad la India, hacer circuitos temáticos, como la ruta del ayurveda, más espiritual; una ruta del té o una de la vida salvaje en sus reservas naturales, como por ejemplo la de Ranthambore. “Si bien no la incluyo en mis circuitos por un tema de conectividad y tiem- po, creo que si tuviera que elegir solo un lugar que resumiera de la mejor manera posible a la India en su totalidad, ese sería Calcuta. Una ciudad vibrante, sobrepoblada, con influencia inglesa en su arquitectura, llena de mercados, con mucha pobreza eso sí, pero muy rica culturalmente. De múltiples credos, donde el ruido y el silencio conviven en una armonía casi mágica”.
–¿Con qué prejuicios sobre viajar por India te has encontrado?
–El principal prejuicio es el tema de la pobreza. Hay una imagen histórica de la India en relación a la pobreza y las enfermedades. Y obviamente que eso hay, pero no es, a mi parecer, lo único ni lo más importante. Por eso debo explicar que el viaje que organizo lo hago desde una perspectiva diferente. Y en ese sentido, si bien nos aproximamos a las realidades más crudas del país, lo hacemos de manera protegida y bastante matizada. Con esto no quiero decir que no muestro todas las realidades; lo que hago es poner el foco en cosas maravillosas que ofrece el país, tales como su hotelería, su decoración, su historia, su espiritualidad y su gastronomía, y siempre de la mano de lo estético.
–¿Algún cuidado que haya que tener?
–Una preocupación bastante generalizada de las personas antes de viajar a la India es lo relativo a las comidas. Es un tema en el que hay que tener un cuidado especial. Los indios tienen una gastronomía increíble y eso hace que muchas veces se ofrezcan productos bastante atractivos incluso en la calle, pero hay que estar siempre atentos a qué y dónde se come. Uno por el tema salubridad, pero además porque los indios usan muchos condimentos e ingredientes a los que no estamos acostumbrados. Mi recomendación es ir probando de manera paulatina para que nuestro organismo se acostumbre.
–¿Qué percepción tienes del machismo en India, así como del presente y futuro de sus niñas y mujeres?
–Es un tema al que le he dado varias vueltas y diferentes miradas. Si me quedara solo con las formas, obviamente que bajo los ojos de Occidente India es una sociedad bastante machista y con muchas instituciones que así lo demuestran. Pero si uno hace un análisis más profundo te das cuenta de que la familia es una institución muy potente en la India y, en ese ámbito, la mujer ejerce un rol preponderante como madre, suegra, esposa, abuela… Es como el poder en la sombra. En cuanto a las condiciones de mujeres y niñas, creo que es básico distinguir entre la vida en las ciudades y la vida de los pueblos y aldeas. En las urbes el futuro de las mujeres se ve bastante promisorio y uno puede encontrarse con excelentes profesionales en altos puestos y desarrollando estupendas carreras universitarias. En las aldeas la situación de la mujer la percibo más atrasada y creo que llevará algo más de tiempo. Aunque no hay que olvidar que, pese a todo, es un país que ya en el año 1966 tuvo a una Primera Ministra, Indira Gandhi.
A TRAVÉS DE OJOS DE CHILENOS
En 2020, Francisco publicó “Namaskar, la India por chilenos”, un libro de 15 capítulos que van desde la arquitectura a la espiritualidad, y de los animales a la moda o la economía, por dar algunos ejemplos. Cada uno de ellos es abordado por viajeros cuya profesión o trabajo los relaciona con el tema elegido y también por chilenos que han conocido a la India a través de su ejercicio profesional, como el arquitecto Borja Huidobro, quien diseñó la Embajada de Francia en la India en 1989.
–¿Cómo se fue dando la estructura de “Namaskar, la India por chilenos”?
–Cuando ya habíamos viajado con varios grupos, me empecé a dar cuenta de que, más allá de los días que duraba el viaje, las personas realmente quedaban marcadas por la experiencia. Se seguían juntando, celebrando cumpleaños, incluso nacieron parejas y sociedades laborales. Además, sentí que cada viajero tenía una aproximación especial y única con el país. A cada uno le tocaba una fibra distinta, pero muy pocos quedaban indiferentes. Esa misma diversidad de viajeros nos entregaba una riqueza enorme de miradas sobre un mismo destino. Querer perpetuar esas vivencias y miradas en algo concreto fue el germen del libro, además de crear un material que sirviera para que diversas personas que por múltiples razones no han podido –o no puedan– conocer la India tuvieran un acercamiento tanto gráfico, como histórico y vivencial.
Es una buena forma, concluye Francisco, “de conocer la India a través de los ojos de chilenos”.