Lo Bueno
Viña tiene monstruo o, más bien, un público capaz de reconocer en el escenario cuando un show tiene solidez. Claro, la vara la dejó muy alta desde el inicio Andrea Bocelli con una presentación de alto nivel, donde la puesta en escena de una troupe de artistas de talento indiscutido encantó desde los primeros temas. Es por eso que no puede extrañar la reacción de rechazo ante el fin de un espectáculo que tuvo ejecución instrumental impecable, versiones líricas de clásicos populares como “All by myself” y arias inspiradas como “Nessun Dorma”.
Y los argentinos de Miranda, hacia el final de la jornada, también lograron dar la talla con su histriónica propuesta de electro pop donde el baile, el vestuario y la conexión con la audiencia también fueron reconocidas -a pesar de las diferencias de estilo- como un show de nivel.
Lo bueno se reconoce en esta versión de festival. Y lo malo, se hace notar.
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Lo Malo
El regreso de Javiera Contador como comediante al escenario de la Quinta Vergara no admite suposiciones a la hora de la evaluación. La también actriz y conductora, profesional con décadas de oficio, no supo leer al público que le tocaría enfrentar en una noche ecléctica y, lejos de hacer un esfuerzo por ofrecer una propuesta que desde su entrada rompiera la inercia de la noche, se confió en lo que había logrado años atrás sobre el mismo escenario.
Con una ambientación y vestuario que parecían anunciar la falta de evolución, Contador llegó a escena en medio de las silbatinas que pedían a Bocelli pese a las pausas comerciales y discretas arengas de la dupla de animación.
Llegó disculpándose, apelando al carácter solidario del evento y dedicando lo que estaba por ofrecer a las víctimas de los incendios. No resultó. Pero no por el público, que al menos le cedió la oportunidad de iniciar su presentación. El problema fue que su rutina centrada en escenas cotidianas sonó intrascendente y hasta vulgar. Su batería de historias nunca logró ser del todo entendida porque su nerviosismo aceleraba los relatos volviéndolos incoherentes y no daba espacio a remate alguno que facilitara -sino la risa- al menos la comprensión. Bailó en el escenario, se tiró al suelo y hasta quiso hacer un revival del cuento sobre el viaje a Disney con sus hijos que, años atrás, en su debut, logró las simpatías necesarias para zafar. Pero lo que pasa con los chistes repetidos lo sabe cualquiera con el oficio de hacer reír más allá de las fronteras de un bar.
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Lo Feo
Los animadores, sometidos a la verdadera prueba que implica el manejo de un público en vivo, no lograron pasar ninguna de las pruebas que la noche les ofreció. No solo no controlaron las ansias de la galería por seguir escuchando a Bocelli antes de entregarle el escenario a Contador, sino que la dejaron absolutamente desamparada ante el rechazo de la Quinta y de su propio nerviosismo.
Saavedra y Godoy tuvieron la oportunidad de entrar cuando ella pidió agua; una clara señal de desesperación que, de paso, acusó el error de producción que dispuso una mesa vacía sobre el escenario. Los animadores también pudieron liderar el único momento de respiro que tuvo la comediante, cuando ella misma aceleró lo que claramente iba a ser su despedida triunfal: invitó al escenario a los integrantes de su familia de ficción en la serie “Casado con hijos”. Pero no. La dupla de animación permaneció en bambalinas sin capacidad de reacción. Solo entró al final del desorden que armaron los actores de la familia Larraín para decirle con lástima a Contador: “Te tocó la noche más difícil”.
Feo, no sólo porque aparentemente lo tenían claro de antemano, sino porque recién vamos en la noche número dos.