Ni el paso del tiempo, ni el silencio de la ausencia, logran opacar el legado de Felipe Camiroaga. A trece años del trágico accidente del avión C-212 de la FACH en el archipiélago de Juan Fernández, su nombre trasciende.
La última encuesta de Cadem lo confirmó con cifras que hablan por sí solas. En un estudio que consultó a la ciudadanía sobre quién ha sido el mejor animador de la historia de la televisión chilena, Camiroaga se posicionó en el primer lugar con un contundente 36% de las preferencias. Muy por detrás, con un 16%, quedó Mario Kreutzberger, el emblemático Don Francisco.
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Le siguieron otras figuras icónicas del medio nacional como Antonio Vodanovic, Raúl Matas, Pancho Saavedra, Rafael Araneda y Kike Morandé. Todos nombres potentes, pero ninguno capaz de igualar la conexión emocional que Felipe logró cultivar con el público.
Su carrera, construida casi en su totalidad en TVN, incluyó programas que marcaron época como Pase lo que Pase, Buenos Días a Todos y Halcón y Camaleón. Espacios donde el carisma, la espontaneidad y una sensibilidad poco común en la pantalla lo transformaron en algo más que un animador: en un símbolo de cercanía y humanidad.
Hace algunas semanas, su familia rompió el silencio en una conversación con Chilevisión, reflexionando sobre la herida que aún no cierra. “Llevamos 13 años ya, y en estos 13 años la gente se me acerca, siento que el estar conmigo les emociona, yo también me emociono. Hemos llorado muchas veces“, confesaron. “Ha sido un proceso largo, difícil, y creo que cada uno lo afronta como puede”.
Camiroaga no solo dejó una huella en el prime time nacional, sino también en la memoria colectiva. Y si algo demuestra este nuevo hito póstumo, es que hay presencias que no se disuelven con la muerte, sino que se transforman en legado.
