En 2005 el doctor Christopher P. Wild, director de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, definió el exposoma como un conjunto de factores no genéticos a los que estamos expuestos y tienen la capacidad de determinar nuestra salud. Es decir, no podemos eliminarlo de nuestras vidas, pero si debemos aprender a vivir con él. Y para complicarlo aún más, conocer el exposoma no solo resulta difícil porque es diferente para cada individuo.
Hace referencia a la dieta, el estilo de vida, el uso de fármacos, la contaminación, el contacto con productos químicos, las infecciones que sufrimos, el estrés y todos los factores ambientales internos y externos a los que se expone una persona desde el día en que nació.
En el caso de la piel, la ciencia se encuentra en un constante estudio para lograr combatir dichos factores que afectan nuestro bienestar de forma negativa. Según los expertos, nuestra piel se define en un 80% por factores ambientales, conductuales y hormonales. ¿El problema? Su efecto acumulativo afecta directamente el envejecimiento. Por lo mismo, más allá de saber cuáles son estos factores externos, la clave está en reconocer el impacto que tienen y tratar de combatirlos.
Si te preguntas cuántos son, la respuesta es…muchos. Pero los expertos destacan a 10 como las importantes. Y lo más probable es que estés al tanto de casi todos.
El sol es el más conocido y el más dañino. Y aquellas personas que no usan una protección diaria durante todo el año, tienen una tendencia a envejecer más rápido. Y no es necesario una exposición directa y extrema, una baja dosis de exposición a los rayos UV diaria, ya tiene efectos profundos en la salud de nuestra piel.
Si bien aún no han sido capaces de estimar exactamente cuál es la influencia de la alimentación en la piel, diferentes estudios coinciden en los efectos negativos del azúcar, lo que acelera el envejecimiento. Así como también una dieta baja en antioxidantes.
Otro de los reconocidos es la contaminación, y en este caso es casi imposible evitarla. Está directamente relacionada con las manchas, arrugas y envejecimiento general.
El tabaco produce manchas, arrugas y afecta la elasticidad de la piel. Fumar afecta el brillo y se deben sumar los agentes tóxicos que se inhalan.
No se puede dejar fuera de la lista al alcohol y excitantes. El alcohol deshidrata la piel y vasodilata los capilares cutáneos. Por su parte, el café (como ejemplo de excitante) provoca deshidratación cutánea y disminuye la luminosidad. De ahí que la recomendación de los expertos sean dos tazas al día.
La falta de sueño es un factor clave, y esto afecta no solo la calidad de la piel, sino al organismo completo en su funcionamiento. El dormir poco se ve reflejado de inmediato en la cara, pero es solo el reflejo de lo que también está sucediendo por dentro.
Si antes se creía que la luz visible y la infrarroja no tenían efectos en la piel, diferentes estudios han demostrado lo contrario. Y afecta no solo la pigmentación de la piel, sino también influye en el envejecimiento prematuro.
El estrés es un enemigo constante, y en tiempos de pandemia, abunda. Y así como la ansiedad y el cansancio, afecta al aspecto de la piel y disminuye su luminosidad, dilata los poros y produce descamación, entre otros efectos. Los que en su conjunto aceleran el envejecimiento.
No solo las quemaduras por sol afectan la salud de nuestra piel, la temperatura en sí es un factor importante. Se conoce como envejecimiento térmico y ocurre por una exposición frecuente a calor extremo, aumentando la temperatura de la piel.
Por último, los productos cosméticos. Si bien muchos se utilizan precisamente para prevenir todo lo nombrado anteriormente, se debe ser muy cuidadosos con la formulación de estos y sus efectos en la piel. En este caso, la sugerencia de los expertos es la importancia de limpiar las brochas, recordar desmaquillarse, limpiar el rostro de impurezas a diario e hidratar la piel. No usar agua muy caliente y en cuanto a los ojos, aplicar productos específicos para esa zona.