Octopus Energy es una compañía proveedora de electricidad con sede en el Reino Unido y que trabaja con Inteligencia Artificial (IA) desde hace un tiempo. Sus ejecutivos aseguran que su uso está beneficiando a los clientes, ya que un sistema de IA hace el trabajo de 250 personas.
La tecnología se implementó desde febrero en la empresa y responde los correos electrónicos de los clientes. En una entrevista con The Times, el CEO de la compañía, Greg Jackson, dijo que “los emails compuestos por IA brindan un 80% de satisfacción del cliente, cómodamente mejor que el 65% logrado por personas calificadas y capacitadas”. Aunque hasta ahora la empresa no ha despedido a trabajadores, un informe de Goldman Sachs indicó que los sistemas de IA podrían automatizar hasta 300 millones de puestos de trabajo.
Es ahí, donde nace la preocupación. ¿Estamos ante la presencia de un cambio inesperado o ya vivimos en una nueva era sin darnos cuenta?
“Los efectos en la sociedad serán condicionados, en gran medida, por la forma en que se produzca la integración entre los seres humanos y la tecnología desarrollada, principalmente si será́ en términos de colaboración o reemplazo. Estos efectos e implicancias pueden ser variados, por ejemplo, si el enfoque es reemplazo, ello puede reducir la oferta laboral a corto plazo y transformarse en un riesgo para los trabajadores”, cuenta Fernando Crespo, Doctor en Ciencias de la Universidad Católica y Académico de la Universidad Alberto Hurtado, quien junto a otros profesionales exigen que a este tema se le ponga mayor atención y una urgente regulación.
Estudios relacionado, mencionan efectos directos e indirectos en el mundo laboral. Desde los puestos amenazados por la automatización a la generación de bienes y servicios más baratos, incrementando el ingreso disponible o bien a la creación de nuevos puestos de trabajo, incluso de nuevos tipos de industrias actualmente desconocidas (Brundage, 2015).
El impacto del uso de Inteligencia Artificial en la provisión de ciertos servicios y bienes puede potencialmente afectar a la calidad en segmentos como educación y ocio, pero a su vez también tiene el potencial de ayudar en la reducción de horas laborales, mejorando la productividad de los trabajadores.
Tiago Alves Ferreira, Director de Ingeniería en Control de gestión y mención en Ciencia de Datos de la UAH agrega que “Si la repercusión promedio será́ positiva o negativa, dependerá́ en ultima instancia del diseño de la propuesta tecnológica, principalmente si el objetivo primordial será́ expandir o potenciar nuestras capacidades. Por esta razón se hace indispensable pensar en regulaciones de gobierno respecto de la inteligencia artificial como parte de una política pública, que busque hacer valer limites éticos que, si no son respetados, ponen en riesgo la libertad los ciudadanos”.
Respecto a esto último, ya se han planteando propuestas. La UNESCO planteó un documento de recomendación sobre la Ética de la Inteligencia Artificial. La propuesta hace énfasis en la protección de datos, prohibición de marcadores sociales y vigilancia masiva, supervisando y evaluando los algoritmos. La cual fue aceptada en la ONU por los 193 países miembros, el 25 de noviembre de 2021.
Aspectos relevantes tienen relación con la promoción de la dignidad humana, que no puede recibir menoscabo por uso de la Inteligencia Artificial. Desde este punto de vista, los países discuten la forma de regular su uso. Esto es algo primordial para los expertos, Mónica Soto, Doctora en Educación Matemática de la Universidad de Los Lagos y académica de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Alberto Hurtado da un ejemplo. “En España está por comenzar el funcionamiento de la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial, que tiene como uno de sus objetivos auditar algoritmos, con la finalidad de proteger a los ciudadanos de posibles peligros de vulneración de su seguridad física y de sus derechos fundamentales”, cuenta.
Frente dicho desafío, las Universidades tiene la posibilidad de ejercer un rol protagónico. Y es que se hace necesario incorporar en diversas carreras la ciencia de datos a sus currículos, incluyendo, muchas veces, asignaturas que tradicionalmente eran menos intensas en uso de elementos cuantitativos. Pero que ahora se encuentran frente a una enorme cantidad de herramientas que permiten profundizar y ampliar sus campos de aplicaciones.
“Este desafío implica también reformular la forma de enseñar, que trasciende la modificación no solo en aspectos técnicos, sino que, además considerando la ética, la seguridad y el bienestar del ser humano como base fundamental. Así, podemos acercarnos a resultados ciertamente positivos y esperanzadores, mediante la promoción de futuros profesionales que tengan vastos conocimientos en el área. Pero además clara consciencia de los impactos tanto positivos como negativos que se pueden generar a través de la Inteligencia Artificial. Estamos frente a un desarrollo que recién comienza a escribir su historia en el devenir humano”, agrega Fernando Crespo.