La figura política mejor evaluada en las encuestas analiza el estado del país ad portas del plebiscito constitucional de este 4 de septiembre y desclasifica episodios clave de su historia. “Los únicos que tendrán cabida son los que piensen en Chile y no en sí mismos. No estoy dispuesta, bajo ninguna perspectiva, a empezar a creerme el cuento ahora”, afirma sobre los vientos de una candidatura presidencial. En lo que sí se la juega, en caso de ganar el Rechazo, es por liderar un tercer texto constitucional, para lo cual, asegura, ahora sí está empoderada por su sector.
Fotos Bárbara San Martín Producción y styling Gabriela Cordero Maquillaje y pelo Eva Tangol Agradecimientos Fundación Cultural de Providencia.
“Soy fuerte, he aguantado muchas cosas en mi vida, pero soy igual a todos los chilenos”, sostiene Evelyn Matthei Fornet, alcaldesa de Providencia reelecta, mujer con una extensa carrera política y protagonista de distintos momentos de nuestra historia reciente, con momentos altos y bajos.
–¿Se ha deprimido alguna vez?
–No, eso gracias a Dios no lo he sentido nunca… Bueno, obviamente que a veces me he sentido abrumada, triste. Pero nunca he tenido que tomarme una pastilla.
Evelyn Matthei se ve relajada, casi zen. “Me ha hecho muy bien la alcaldía”, comenta sobre esta suerte de refugio que ha significado el Palacio Falabella, en el corazón de Providencia, su domicilio actual luego de a lo menos tres décadas en las que ha sido diputada, senadora, ministra de gobierno, candidata presidencial de la centroderecha (oficial y también frustrada). Sin duda una protagonista ineludible de su sector.
–En una entrevista dijo: “hace tiempo entendí que mi felicidad no podía depender de la política”.
–Así es.
–¿Hubo un punto de quiebre?
–No, es la vida y lo que vas aprendiendo. Decidí que iba a tratar de hacer bien lo que me tocara. Gocé la época en la que fui profesora de matemáticas (cuando tras perder ante Michelle Bachelet en el 2013, dejó brevemente la actividad política). En ningún momento me sentí menos importante que cuando fui senadora, ministra, excandidata. Me dediqué a eso con todo mi cariño. Esa es la única forma sana de vivir.
–¿Qué pasó con la intensidad?
–¡Ahí está todavía! (ríe a carcajadas). El día que la pierda es porque ya no sirvo. Soy exigente con los demás y conmigo misma, pero tengo la capacidad de escuchar, algo que se consigue con la edad y la experiencia. Tengo 65 años, ¡algo tengo que haber aprendido!
–¿Cuál es su estado en estos momentos de tanta tensión social y política? Va quedando menos para el plebiscito de salida.
Suspira:
–Es muy raro, pero estoy optimista… Si hace dos años y medio dije algo así como “Chile se jodió” (en una entrevista a fines de 2019, luego del estallido social), hoy, en cambio, cuando mucha gente está pesimista, yo estoy súper motivada.
–“Chile se farreó la oportunidad de lograr ser un país desarrollado”, dijo en esa vez… ¿Las cosas están mejor?
–No dudo que tenemos problemas gravísimos en cuanto a seguridad pública, inflación, falta de credibilidad en las instituciones… Pero muchas veces, cuando los problemas son tan graves, surge lo mejor de las personas y veo disposición a querer ponernos de acuerdo en cuál es el país que queremos construir en 20, 30, 40 años… Las crisis que se han juntado, donde no hay salidas fáciles, pueden traer lo mejor de Chile y la capacidad de sentarse con seriedad a conversar sobre nuestro futuro. En momentos duros como este emerge siempre lo mejor nuestro y eso me llena de esperanzas.
Espera un momento y agrega:
–Entonces, así como hace dos años y medio se me puso una nube negra encima, en este momento siento que Chile tiene una oportunidad. Desde la política tenemos que imponer una visión de una sociedad más equitativa, con más oportunidades, más respetuosa de los que piensan distinto y siento que empieza a instalarse la posibilidad de conversar. Dios quiera que no me equivoque porque son señales muy incipientes, pero las noto. Es lo mismo que sentí cuando fui diputada, en el primer y segundo Congreso (en la Transición, a comienzos de los 90). Reinaba la conciencia de que estábamos en un momento delicado de la historia y había que ser especialmente responsables, pero después eso se empezó a perder y hubo cada vez más charlatanería, gente que no sabía de qué estaba hablando, acusaciones constitucionales por doquier, como si fuera un deporte.
–En una entrevista dijo que había que ayudar al gobierno a que le fuera bien porque, de lo contrario, sería el país el perjudicado. Pero en los sectores duros de su sector, Republicanos lideró una fallida acusación constitucional contra la ministra del Interior, Izkia Siches. ¿Valía la pena?
–Me pareció una insensatez; no tenía sentido. Puedes decir si es buena o mala ministra, cada uno tendrá su opinión, y en una democracia siempre habrá distintas visiones, algunas muy duras de lado a lado. Lo importante es que exista sensatez y la búsqueda de acuerdos. No hay que caer en el juego de los extremos.
–¿Qué evaluación tiene de Izkia Siches, a todo esto?
–Mala. Evidentemente no tiene las competencias necesarias para el cargo. Para ser ministra del Interior hay que tener ciertos conocimientos, habilidades, contactos… No es nada fácil estar ahí. Ella misma dijo en una entrevista que no estaba lista para ser Presidenta de la República… Bueno, ser ministra del Interior es lo más cercano a ser gobernante.
–Desclasifiquemos: usted estuvo a punto de ser ministra del Interior tras el estallido social, luego de que el expresidente Piñera pidiera la renuncia de buena parte de su gabinete. La sondeó para ese cargo. ¿Qué pasó?
–Sí, es verdad… Mucha gente cree que le dije que no, pero no fue así. Acepté, pero había ciertos temas que despejar y no hubo tiempo.
–¿Sobre cuán empoderada iba a estar por parte del Presidente?
–En parte… Cuando uno asume un rol como ese, sobre todo en momentos tan difíciles, quieres saber básicamente si vas a tener una voz importante en la toma de decisiones, porque estás poniendo mucho en juego, partiendo por toda tu familia. Además, yo tenía mis convicciones y lo peor que le podía pasar al Presidente, al Gobierno, a Chile y a mí era que, a los dos días de asumir, me fuera. Esas son algunas de las cosas que pesaron. Y, en cuanto a la alcaldía, había que ver cómo se hacía la renuncia, quién asumiría, en fin, muchos temas que había que despejar. Pero no hubo tiempo, el Presidente tomó otra decisión (Gonzalo Blumel) y a mí me pareció correcta.
–Su camino como candidata presidencial también ha sido bien accidentado… La tiraron a los leones en 2013 cuando Pablo Longueira bajó su candidatura por el sector. La echaron a competir contra el tiempo…
–Y con nada de plata (ríe).
–Con una candidata como Michelle Bachelet, que ya tenía la carrera hecha.
–Así es… Pero bueno, eso es lo que me tocó. Nunca he sido de las que llora o se queja. Así es la vida y estoy feliz en lo que hago. Hoy soy alcaldesa probablemente de la mejor comuna de Chile. No me quejo, no me duele, no estoy amarga.
–Reconocerá eso sí que el trato que ha recibido de su sector, de la UDI particularmente, tampoco ha sido el mejor.
–Eso es así y se los he dicho de forma muy clara, pero nunca me dejo llevar por la rabia o el despecho… Al final (dice mirando fijo), si tú de verdad estás en esto, es porque quieres un país mejor y no puedes andar llorando por lo que te dieron o te dejaron de dar. No es congruente.
–Sigamos desclasificando: ya pasó un año desde las primarias de la derecha donde fue elegido Joaquín Lavín. Usted había anunciado que competiría, pero luego tuvo que bajarse… ¿Qué pasó?
–Me tuvieron miedo.
–¿Quién?
–El otro candidato, ¡obviamente! (Ríe con ganas).
–¿La presionaron?
–Sí, y no hubo nada que hacer. Así es que traté de actuar con la mayor dignidad posible y me retiré; sentí que eso era lo que correspondía.
–Seguramente pesó ser mujer dentro de la derecha, ¿o no?
–¡En cualquier parte pesa, dentro de la izquierda igualito! Y en las empresas, en la prensa, en las universidades, dime dónde no.
–Luego de unos meses Lavín se declaró “socialdemócrata”. Usted no se aguantó y nuevamente quiso ir a la pelea… ¿Cómo fue?
–Siempre he creído que hay que ser muy cuidadoso con ese tipo de declaraciones porque después tus palabras te persiguen… Claro, en la vida y en la política uno a veces tiene que decir cosas que son impopulares, y en mi caso me han perdonado varias; en algunas he sido ofensiva, en fin, miles de cosas, pero es preferible decir algo impopular pero creíble, a posar de algo que no eres.
–¿Hubo personalismo de parte de Joaquín Lavín?
–Una de las mayores virtudes que tenía la UDI, de sus mejores activos, era su disciplina interna. Recuerdo que cuando ellos recién estaban empezando y yo estaba en RN, solo eran 13 diputados, pero parecían el triple, y eso era por su enorme disciplina interna; tomaban una decisión y todos apechugaban. Pero perdieron esa camaradería. Ese fue el peor daño que ocasionó el estilo de Joaquín.
–Después la UDI terminó apoyando a un candidato que venía por fuera, José Antonio Kast, no a usted que ya había levantado la mano varias veces. ¿Habría sido menos polarizada la elección de haberle tocado competir contra Gabriel Boric?
–Fue el resultado de las decisiones que se tomaron; (Kast) fue un producto que no era el mejor para Chile y es justamente de eso de lo que hay que salir. Este es el momento de encuentros, de escuchar, de soñar con un Chile en el cual nuestros hijos y nietos puedan vivir tranquilos.
–Está hablando como candidata. Hoy es la figura mejor evaluada en las encuestas, más allá de la derecha incluso. ¿La tercera es la vencida?
–Estamos en un momento en el que hay que concentrarse nada más que en Chile. El que empieza a pensar en cómo se posiciona, se traiciona. Estamos en una crisis muy grave en lo social, político, económico, de seguridad… De verdad estamos muy mal. Y en ese sentido creo que los únicos que tendrán cabida son los que realmente piensen en Chile y no en sí mismos. Eso puede significar que hagas o digas cosas que te lleven a caer en las encuestas y mala pata, es lo que te tocó. Pero no estoy dispuesta, bajo ninguna perspectiva, a empezar a creerme el cuento. Faltan tres años y medio; en ese minuto hay que empezar a ver en qué ánimo está el país y quién es la mejor carta. Hay que construir todo lo que se pueda para que el país esté en el mejor ánimo posible. Prefiero mil veces que otro sea presidente, pero con un país que tenga futuro, a estarme candidateando con uno destruido. No va conmigo.
–Pero pareciera que ya tiene listo un comando de mujeres power: la exsubsecretaria de Salud Paula Daza, la exsubsecretaria de Prevención del Delito Katherine Martorell y las exministras Karla Rubilar y Gloria Hutt… Se están juntando harto.
–Es un grupo bien encachado (sonríe). Pero quiero ser bien clara: Karla perfectamente podría ser candidata, lo mismo que Paula Daza y Gloria Hutt. Lo que quiero decir es que este no es el minuto de andarse codeando o posicionando. Sería un tremendo error. Es el momento de jugar en equipo, no solo en nuestro sector sino con personas, instituciones y partidos que han estado durante mucho tiempo en la otra vereda. Ante una situación tan grave como la que vivimos, tenemos la obligación de, efectivamente, sacar al país adelante.
–Ya, pero hoy las mujeres se han convertido en un valor clave en la política. No por nada armó este equipo…
Interrumpe:
–Somos un grupo de personas que nos queremos; nos tenemos lealtad, nos admiramos, pero que cualquiera podría liderar. Y no es un equipo mío, para nada.
–¿Cómo llegaron a reunirse entonces?
–Con Karla nos conocemos hace mucho tiempo. Me tocó conocer a su mamá y ella recién era diputada electa cuando yo era senadora; me encantó que fuera médico y una mujer con muchas convicciones. A Katherine Martorell la conocí acá en el municipio (hoy está a cargo de la seguridad en Providencia). Cuando la veía me parecía muy jovencita, pero cuando me junté con ella me llamó la atención su conocimiento sobre los temas de seguridad pública y empezamos a entablar complicidades, ayudas mutuas, etcétera. A Paula Daza la conocí durante esa candidatura tan corta que me tocó (ríe) y ella tuvo la grandeza de ayudarme a hacer el programa de salud. Y luego, en un momento tan difícil de la pandemia, siempre la vi con esa calma, con ese señorío e inteligencia. A Gloria Hutt la conocí en San Antonio, cuando era gerenta del puerto pesquero y yo diputada. Con cada una de ellas he tenido distintas trayectorias. Somos un grupo de amigas que nos queremos y si alguna de ellas pudiera ser candidata, la apoyaré.
–¿Se juntan a tomar un trago o a comer de vez en cuando?
–A veces, aunque nunca podemos estar todas. Hasta ahora hemos estado en la casa de Gloria, Paula y la mía. Otras veces salimos a almorzar.
–Recuerdo una entrevista en la que dijo: en la política no hay que tener amigos.
–Pero amigas sí (ríe con ganas).
Más seria, añade:
–Es más fácil que se mezcle la amistad cuando no hay una relación jerárquica, como es nuestro caso. Yo estaba en la municipalidad cuando Paula era subsecretaria de Salud, Gloria ministra de Transportes y Katty estaba en la subsecretaría de Prevención del Delito. Así es mucho más fácil ser amigas. Pero cuando te traes a trabajar a una amistad, es súper complicado porque esa persona puede rendir bien o no. En algún momento puedes tomar la decisión sacarla de donde está y hasta ahí llega la amistad.
Dirigiendo la vista al gabinete del presidente Gabriel Boric, observa:
–En su equipo hay muchos que llegaron ahí por una amistad muy cercana con él. Entonces pucha que es difícil tomar la decisión de hacer un cambio de gabinete, por mucho que este sea necesario o positivo. Se empiezan a mezclar las situaciones humanas que son súper dolorosas.
–Le pasó a Sebastián Piñera con Andrés Chadwick, que además era su primo…
–¡Terrible! Y también con Rodrigo Hinzpeter.
–Ya que estamos en esto, ¿cómo evalúa el desempeño del gobierno de Gabriel Boric y de su gabinete?
–A Giorgio Jackson, el ministro al que le toca trabajar con el Congreso (dice por el titular de la Secretaría General de la Presidencia), se le está haciendo muy difícil su función y será cada vez peor. Dudo que logre dialogar y generar las confianzas necesarias en el Congreso para sacar adelante reformas importantes. En cambio, sí veo a Marcel. A él todo el mundo lo conoce; es predecible; sabes que lo que está diciendo en verdad lo cree y ha sido consistente a lo largo de su carrera…
Continúa:
–A Izkia Siches también se le hizo extremadamente difícil. Ya nadie la ve como ministra del Interior ni creen que pueda llevar adelante la agenda de seguridad. Sin embargo, veo en Boric esa capacidad de ser más flexible, lo demostró en segunda vuelta y además me parece una persona genuina. A veces vuelve a posiciones más duras, como las de la primera vuelta, pero es porque le tiene que hablar a dos públicos distintos… Entonces es complejo, porque el empujón inicial se lo dio la gente de la primera vuelta, que son los más difíciles de convencer cuando hay que hacer un giro.
“DURANTE MUCHO TIEMPO ESTUVIMOS NADA MÁS QUE EN LA GUERRA DEL PODER”
“La Constitución que nos rige está muerta, murió el 25 de octubre de 2020 y la que proponen es tan mala que nació muerta”, señala Evelyn Matthei. “Es un mal proyecto para Chile y por eso me he comprometido solemnemente ante todo el mundo a que, en caso de que gane nuestra opción, entregaremos un tercer texto. Lo único que nos queda es tener una tercera opción”.
–¿Hay responsabilidad en este gobierno y en el propio presidente Boric respecto del resultado del borrador constitucional?
–No me cabe duda. Si hubiesen querido influir para una mayor sensatez, lo podrían haber hecho, sobre todo antes de asumir en el gobierno. Ya en La Moneda apostaron a que podrían conseguir todo lo que querían, pero cuando el resultado se puso cada vez más dudoso, ya era muy tarde para intervenir. Eso demuestra que nadie tiene el monopolio de la razón. La única forma de sacar adelante un proyecto es con un profundo respeto y escuchando a todos, pero eso no lo hicieron mientras fueron oposición, tampoco estando en campaña y ya en el gobierno fue demasiado tarde.
Reflexiona:
–Por eso es tan importante que, cualquiera sea el resultado del plebiscito, todos estén dispuestos a conversar. Eso tiene que permear en toda la coalición. Ahora, no me queda claro si (Boric) tendrá el respaldo de su gente, en especial del PC.
–¿Cuál sería el impacto para el gobierno si pierde el plebiscito?
–De todas formas, será visto como una derrota. Ahora, igual Boric puede salir jugando, mostrando una propuesta al día siguiente. Un plan B y también un plan C, D y E. Y que la ciudadanía sea la que elija si quiere que la nueva Constitución la escriba una comisión de expertos, que se haga sobre lo que se recopiló con Michelle Bachelet o bien que sea el Congreso el que se encargue. Mi impresión es que esto lo va a tener que resolver la ciudadanía. Pero seamos claros en que ninguna de las instituciones actuales goza de mucha confianza para los ciudadanos y hay que buscar una forma que dé garantías a la ciudadanía.
–¿Pero qué garantías ofrece su sector tomando en cuenta que en los últimos 30 años se opusieron tenazmente a un nuevo texto? Incluso el candidato presidencial, José Antonio Kast, estuvo por el Rechazo.
–Tengamos claro que en otras ocasiones aprobamos reformas constitucionales bien grandes; esta imagen de que siempre nos hemos opuesto no tiene sustento. Cuando estaba el Presi- dente Lagos se hizo un esfuerzo muy grande. Yo estaba en el Parlamento y fue una reforma enorme. Muchos creían que con eso bastaba… Pero ha faltado la disponibilidad para sentarse a pensar en qué país queremos construir. Siempre he sostenido que, sin grados razonables de equidad, no tendremos paz social; que el país no es viable ni política, social, ni económicamente, para decirlo bien claro. Entonces hay que ver cuáles son los elementos más dañinos en equidad y cuáles reformar.
–Alguna autocrítica tendrá…
–Durante mucho tiempo estuvimos nada más que en la guerra del poder, de quién ganaba la próxima elección, de cuántos diputados y senadores elegíamos. La centroderecha defendía lo que quería defender mientras que la centroizquierda muchas veces nos negaba la sal y el agua, porque no creían que tuviéramos habilitación moral para gobernar. Tal vez había que llegar a los niveles de inseguridad e incertidumbre que tenemos hoy para que efectivamente tuviésemos que reaccionar y dejarse de jugarretas que al final dañan a la política, a la institucionalidad, al país. Y no es lo que esperan los chilenos. Si no tienes una visión concordada entre las fuerzas democráticas de cuál es el país que quieres, entonces te vas a ir de bandazo en bandazo y finalmente vamos a seguir como estamos hoy, en que nadie le cree nada a nadie.
TERRORISMO Y MAFIAS EXTRANJERAS EN CHILE
–La inseguridad es, junto a la inflación, lo que más preocupa a las personas. Como economista, ¿cómo ve el panorama?
–Hay una tremenda incertidumbre, lo que nos ha llevado a que nadie esté invirtiendo. También llevamos varios años con un empleo formal reducido, lo que ha afectado muchísimo a las familias. Harta gente, además, ha preferido sacar su plata del país. Y además estamos en un contexto de inflación, algo que los jóvenes nunca vivieron, y que en una parte es importada pero también interna. No por nada este es el país donde la moneda local más se ha depreciado, lo que se debe al excesivo gasto fiscal que hubo (en el gobierno de Sebastián Piñera) cuando ellos (los parlamentarios de oposición) encontraban que todo lo que entregaba el gobierno de Piñera era poco. Eso significó que prácticamente nos gastamos todos los ahorros y hoy ya no queda mucha plata para ayudar a la gente que lo necesita. Ese exceso de gasto fiscal, más los retiros del 10% –que ellos también fomentaron– han hecho un daño brutal a las personas, con un alza de la UF y las tasas de los créditos.
Aún más seria, Evelyn Matthei observa:
–Además, a todo este panorama económico se suma la incertidumbre por el tema constitucional. No solo no sabemos qué opción ganará finalmente, sino que tampoco lo que pasará después del 4 de septiembre. Tenemos incertidumbre para varios años todavía, grandes incertidumbres.
Continúa:
–Entonces he querido cumplir un rol bien activo. Por ejemplo, he estudiado muy bien lo que dice el borrador constitucional en materia de seguridad ciudadana y lo único que puedo asegurar es que es veneno puro; fortalece muy fuertemente la composición de bandas delictuales desde las cárceles, que son lejos las más cruentas, salvajes y violentas. Desde el punto de vista de la poli- cía, nadie sabe realmente qué significa desmilitarizar a Carabineros. En cuanto a la migración, basta que cualquier persona, más allá de sus antecedentes criminales, diga que busca refugio y nadie le puede negar la entrada; tampoco se le puede extraditar. Si hubieran hecho el proyecto de Constitución para aumentar la delincuencia, no lo podrían haber hecho mejor.
–¿Cómo ve la situación delictual de hoy?
–Tenemos tres temas bien distintos: uno son las acciones terroristas en el sur, que se relaciona con el robo de madera por parte de mafias y también con el narcotráfico, pero que tratan de esconderse detrás de la causa mapuche. El otro tema es la llegada de mafias extranjeras muy violentas, como el Tren de Aragua, que es una mafia venezolana muy despiadada que está liderada por presos y que cometen robos, secuestros, tráfico de drogas, asesinatos. Es muy preocupante… Y no puedo creer que nadie esté poniendo requisitos para la entrada a Chile, que se hayan parado las repatriaciones y expulsiones de extranjeros que vienen a delinquir. Lo hemos visto en Providencia: durante muchísimo tiempo los motochorros eran todos extranjeros; fue claramente un delito importado. Lo mismo que los secuestros o los homicidios, que en algunas épocas han crecido en 200% y 300%. Lo tercero son los delincuentes chilenos y el control que varios grupos de narcotráfico ejercen en distintas poblaciones. Es algo que vimos desarrollarse durante mucho tiempo y nadie hizo nada.
–¿Cómo llegamos hasta acá?
–Durante mucho tiempo, cada vez que se hablaba de que había terrorismo en el sur decían no, es “violencia rural”, como si cambiándole el nombre a las cosas cambiara también su naturaleza. Los chilenos somos muy buenos para esconder la cabeza bajo la arena y cuando alguien da una voz de alarma, le bajan el perfil… Me acuerdo cuando Francisco Javier Cuadra dijo que había droga en el Congreso y lo metieron preso, en vez de haber tomado en serio de que había un tema que era complicado.
–¿Y había droga en el Congreso?
–¡Obvio que sí! Consumo y también…
–¿También qué?
–No quiero meterme en eso, ya no me acuerdo. Yo ya era diputada, pero sí recuerdo que al final lo único que pillaron fue a puros juniors y secretarias. A lo que voy es que hace 24 años hubo voces de alerta y que la reacción fue tratar de matar al emisario…
Suspira:
–Me acuerdo cuando empecé a decir que había mucha corrupción y me decían nooo, y me mostraban estudios donde se decía que Chile era de los países menos corruptos de América Latina. Todos miraban para el techo. Hace más de diez años que sabíamos que había poblaciones en las cuales Carabineros no podían entrar y nadie hizo nada. En el caso del sur, sabíamos hace mucho rato de que había robo de madera en forma industrial, pero, en fin, así llegamos hasta este punto.
–¿Estamos en momento de hacer algo? ¿Se puede revertir?
–Ya es súper tarde, porque el poder de fuego que tienen estas mafias es enorme. En Temucuicui mataron a un efectivo de la PDI y, a balazos, tampoco dejaron entrar a la ministra del Interior. El poder que demuestran con ametralladoras y subametralladoras en las poblaciones es feroz. Ya estamos bien pasados del momento de intervenir, pero todavía se puede y hay que hacerlo. Se requiere mucho esfuerzo, dinero, equipamiento, entrenamientos, inteligencia.
–El tema de la seguridad ciudadana ha estado en todas las campañas. El propio Sebastián Piñera habló de terminar con la puerta giratoria…
–En 2017, en el municipio empezamos a entender que el comercio ambulante tenía mafias detrás y tratamos de sacarlo de Providencia. Teníamos mucha evidencia, pero me acusaron de violar los Derechos Humanos; que nuestros patrulleros e inspectores eran demasiado violentos, que estábamos sacando a pobre gente que se estaba ganando la vida… Hay tweets del propio Giorgio Jackson y de todos esos diputados… Está lleno de acusaciones en mi contra de esa época, en general de la izquierda. Pero tuvo que morir una periodista en Meiggs para que se dieran cuenta de que en verdad había mafias. Nosotros veíamos cómo llegaban los camiones a repartir los almuerzos, lo que indicaba que había una tremenda organización detrás. Pero es una actitud muy típica de los chilenos no querer meterse en líos y dejar que sea otro el que, más adelante, se ocupe. Mira tú la violencia en los colegios, ¿desde cuándo viene? ¿Cuánto tiempo se alentó? ¿Cuánto tiempo estuvieron felices de que tiraran bombas molotov en el gobierno de Piñera? Pero cuando la violencia se permite, ya no sabes qué trayectoria tomará en el futuro. Y en ese sentido hemos sido todos bien culpables.
–¿Cómo evalúa el trabajo del gobierno en estos temas?
–Pésimo, no existe trabajo. Si en algo han fallado brutalmente es en la seguridad. Dejan entrar a cualquiera por las fronteras y se detuvieron todas las expulsiones. En el sur está esta cosa súper tímida del Estado de Excepción acotado, que resguarda las carreteras, pero no lo que ocurre en el territorio. En materia de seguridad ciudadana este gobierno ha sido el peor.