Es común experimentar estrés por el trabajo, problemas familiares, relaciones u otras preocupaciones. Y a menudo, esto se ve exacerbado por la aparición de un grano molesto, o una variación en la calidad de la piel.
La conexión entre el estrés y la piel es innegable, según expertos consultados por HuffPost. Durante el estrés, nuestro cuerpo libera hormonas como el cortisol, desencadenando inflamación en la piel, el órgano más grande del cuerpo.
El cortisol, conocido como la “hormona del estrés”, puede afectar negativamente la barrera cutánea, que normalmente protege la piel de irritantes y alérgenos. Este desequilibrio puede agravar condiciones preexistentes.
Entre algunas de las condiciones, se incluye el acné, el eccema, la psoriasis o la rosácea, al aumentar la producción de grasa y la inflamación, explicó la Dra. Joyce Park, dermatóloga en Skin Refinery.
La relación es especialmente evidente, ya que el cortisol elevado estimula la producción de sebo y puede obstruir los poros, facilitando la formación de granos y comedones, añadió el Dr. Karan Lal de Affiliated Dermatology.
El impacto del estrés en la piel también puede iniciar un ciclo vicioso, donde el estrés psicológico afecta la piel y viceversa. La Dra. Gloria Lin destacó que el estrés crónico puede tener efectos duraderos.
Además de los problemas de la piel, el estrés puede acelerar el envejecimiento al descomponer el colágeno y la elastina, resultando en líneas finas y arrugas prematuras, según la Dra. Mina Amin.
También puede afectar la cicatrización de heridas y aumentar el riesgo de infecciones. Para contrarrestar estos efectos, los expertos recomiendan simplificar la rutina de cuidado de la piel.
La idea, es enfocarse en la limpieza suave, la hidratación y la reparación de la barrera cutánea. Además, sugieren adoptar prácticas de autocuidado como la meditación, el yoga y técnicas de respiración para manejar el estrés de manera efectiva.