Si bien se trata de un “asalto” que ocurre a hombres y mujeres, lo cierto es que afecta más a estas últimas por razones sociales. ¿Roosevelt tenía razón?
Si hay algo que le gusta nuestro cerebro es comparar y muchas veces no nos damos cuenta del acto. A nivel cognitivo, por ejemplo, lo hacemos para analizar la realidad o procesar la información. Y a nivel psicológico, comparar nos ayuda a conocernos y fortalecer nuestra autoestima.
El solo hecho de comparar, es un proceso mental. En él, nos identificado o distinguimos de una persona o situación, explican los expertos en crecimiento personal del Enric Corbera Institute. Lo que no solo nos lleva a reconocer nuestra singularidad, sino también mejorar la autoestima. Ahora bien, comparar se trata de una acción habitualmente inconsciente, automática, subjetiva y moldeada por nuestra perspectiva del mundo. “¿Qué significa esto último? Que las conclusiones que sacamos cuando nos comparamos no son totalmente ciertas porque utilizamos un marco de referencia utópico que se adapta a nuestros complejos o aspiraciones, pero no refleja la realidad objetivo“, agregan.
Si llevamos la comparación a nivel social, podemos encontrarnos con una fuente de frustración. Esto, porque solemos compararnos con quienes, al parecer, tiene una vida mejor que la nuestra. Sin embargo, es solo una cosa de apariencia, ya que no conocemos la vida real de esa persona. Y es precisamente a esta “comparación social” que el presidente norteamericano Theodore Roosevelt llamaba el “ladrón de la alegría”.
De acuerdo al experto en felicidad de la Universidad de Harvard, Arthur Brooks, esto es algo que todos experimentamos a diario. “Solo necesitas pasar unas horas navegando por Instagram para ver lo mal que te sientes contigo mismo. Esto se debe a que estarás comparando tu propio éxito con la percepción del éxito de los demás, tal como se muestra en una información de dudosa veracidad. Nada bueno puede resultar de eso”. Y agrega, “La comparación social, el miedo al fracaso y el perfeccionismo son como el orgulloso mar de hielo de Dante, congelándote con pensamientos de lo que otros pensarán de ti, o peor aún, lo que pensarás de ti mismo, si no tienes éxito en algo” (La madurez inteligente, 2024).
Actualmente las redes sociales dominan gran parte de la sociedad, por lo que la comparación es un rasgo constante. Pero, ¿por qué la comparación en las redes afecta más a las mujeres? Según Jonathan Haidt, psicólogo social, profesor de la Universidad de Nueva York y autor de La generación ansiosa, una de las razones es que las mujeres se enfrentan a una mayor comparación social visual y perfeccionismo.
“En comparación con los hombres, cuando las las mujeres se meten en las redes sociales están más sujetas a juicios más constantes y severos sobre su aspecto y su físico. Y se enfrentan más a cánones de belleza fuera de su alcance”. Además, “ellas son especialmente vulnerables a los perjuicios de la constante comparación social, porque padecen unas tasas más altas de un tipo de perfeccionismo: el perfeccionismo socialmente prescrito, por el que una persona siente que debe cumplir las altísimas expectativas prescritas por otras o por la sociedad en general”.
Puedes que hasta antes de leer estas palabras de Teddy Roosevelt y las explicaciones de los expertos no hayas considera que existía un “ladrón de la alegría”. Y mucho menos que te estaba afectando. Por ello, y si es el caso, los mimos expertos dan sus consejos para enfrentar esta acción inconsciente. Y una vez más esto nos habla más sobre nosotras que sobre aquellos que estamos comparando.
Lo primero es entender que los demás actúan como un espejo de nuestra personalidad. Y cuando nos comparamos, según los expertos, estamos comparándonos con una parte de nosotros que se refleja en ellos. Es decir, son proyecciones de nuestros propios deseos y carencias. Entonces, la pregunta es ¿qué es lo que posee esa persona que también está presente en mí, o viceversa? ¿Qué deseo o rechazo? ¿Qué revela esto de mí?
Por otro lado, los expertos hablan de la envidia. Una emoción que muchas veces encontramos al comprarnos. Y la que puede significar una desvalorización. En otras palabras, nos revela lo que creemos que nos falta, reflejando la carencia de autoaprecio y autoconfianza. Por ello, si aceptas este estado emocional, puedes tomar esa envidia que sientes como fuente de información sobre ti misma, y así usarla a tu favor en modo de evolución.