Katy Perry alguna vez conquistó la cima del pop mundial. Hoy, en cambio, parece caminar por un terreno más áspero y traicionero. Su reciente viaje al espacio con Blue Origin terminó catapultándola no hacia nuevas alturas, sino hacia un abismo de críticas públicas y profesionales.
Cuando Perry, de 40 años, descendió grandiosamente de la cápsula espacial y besó el suelo texano, muchos vieron en el gesto no un guiño a la épica, sino el símbolo de una carrera que, a ojos de la industria y del público, está en retroceso.
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Compartiendo la travesía con figuras como la presentadora Gayle King, Lauren Sánchez, la activista Amanda Nguyen, la exingeniera de la NASA Aisha Bowe y la productora Kerianne Flynn, la cantante fue el blanco principal de lo que medios y usuarios calificaron como una experiencia “cringe” de once minutos.
Las reacciones no tardaron en llegar, y vinieron, en buena parte, de sus propios pares. Joe Rogan, fiel a su estilo señaló: “muy profundo”. Y agregó: “No sé si han visto a Katy Perry hablar al respecto, pero básicamente ahora es una gurú”. Olivia Munn calificó el viaje como “un poco glotón”
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Olivia Wilde, por su parte, se burló de la expedición espacial, comentando: “Unos cuantos miles de millones de dólares compraron algunos buenos memes, supongo”. Emily Ratajkowski fue aún más incisiva: “Eso es material del fin de los tiempos. Esto va más allá de la parodia”.
Jessica Chastain, desde su cuenta en X, elevó el nivel del debate al compartir un editorial de The Guardian titulado: “El vuelo de Blue Origin mostró la derrota absoluta del feminismo estadounidense”.
A este torbellino se sumó Trace Cyrus, músico y hermano de Miley, quien recordó en Instagram un momento que, para él, marcó el principio del declive de Perry: “Supe que Katy Perry y su equipo eran patéticos cuando su carrera empezó a morir”, escribió. “Y dijeron, ‘¿Qué podemos hacer? Bueno, ¿qué funcionó para Miley? Se cortó el pelo, rompió Internet, todos enloquecieron y lo decoloró de rubio. Deberíamos hacer eso contigo, Katy’”
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El momento no podía ser peor: la cantante acaba de iniciar su primera gira mundial en ocho años, The Lifetimes Tour, que arrancó en Ciudad de México el pasado miércoles.
Un proyecto ambicioso de 81 fechas que coincide, además, con un presente comercial deslucido: su álbum más reciente, 143 (2024), debutó en el puesto número 6 del Billboard 200, pero desapareció del ranking en menos de un mes.
Algunos incluso adjudican su mal karma a una “maldición de monja”. Durante años, Perry estuvo envuelta en una batalla inmobiliaria por un convento en Los Ángeles. Antes de ingresar a una audiencia en 2018, la hermana Catherine Rose Holzman pidió a los medios: “A Katy Perry, por favor detente. No le estás haciendo bien a nadie, solo lastimando a mucha gente”, para luego fallecer horas después.
Este año, además, la familia de un veterano discapacitado la calificó de “imperdonable”, tras alegar que el hombre no estaba en plena conciencia cuando vendió su propiedad en Montecito, California, a Perry y Orlando Bloom. Aunque el tribunal falló a favor de la pareja en 2023, el golpe reputacional persistió.
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Aunque fue la artista mejor pagada del mundo en 2015, hoy enfrenta el desafío de reinventarse en sus cuarentas. Como resume un veterano de la industria musical: “Hace quince años, Katy Perry estaba en su punto más alto. Ahora su nombre nunca cruza mi escritorio. Eso le pasa a muchos artistas. Tienen su momento y luego se apaga. Parece que hace muchísimo tiempo que ella y Taylor eran consideradas rivales en igualdad de condiciones”.