No hay uno sino dos motivos por los que un potencial público va a acercarse a ver Agente Fortune. Primero: Jason Statham, el actor de El Transportador, el malvado de Rápido y Furioso, es el gran protagoniza. Segundo: la dirige Guy Ritchie, un cineasta que sabe mezclar bien la narración fluida con la acción, los toques de comedia y los filmes de espionaje. De todo eso está cargada Agente Fortune, con Statham como el agente especial Orson Fortune, un tipo que trabaja para el Servicio Secreto británico y que cobra una fortuna para cada misión que le asignan. Que sufre de claustrofobia, por lo que sus traslados son en jets privados, y pide botellas de vino de cosechas añejas y carísimas.
Como en muchas películas que son comedias de acción, aquí hay espías elite que están por salvar al mundo de una catástrofe, aunque al principio no se sabe de cuál. ”Alguien” robó “algo” de un laboratorio secreto, y está buscando venderlo por diez mil millones de dólares. El gobierno británico se entera, y manda a sus mejores equipos a investigar, encontrar y en lo posible apresar al ladrón y al o los posibles compradores interesados en ese “algo”.
Así que Nathan Jasmine (Cary Elwes) contacta a Fortune y lo pone al frente de un equipo de agentes encubiertos, que tratará de evitar que ese “algo” llegue a través de un intermediario que es un multimillonario (Hugh Grant). Para esto, reclutan a su pesar a una estrella de Hollywood del cine de acción (Josh Hartnett), del que Greg Simmonds, el personaje de Grant es absolutamente un fanático. Y junto a Sarah Fidel (Aubrey Plaza, The White Lotus), se encargará de hackear absolutamente todo, y otro agente, JJ (Bugzy Malone) estarán casi dos horas -quédense hasta el final porque pasan cosas en los créditos finales- mintiendo, persiguiendo, escapando y matando.
El resto, como es tan típico en las películas de Guy Ritchie desde Snatch, pasando por RocknRolla hasta en la más reciente The Gentlemen o en Los Agentes de Cipol, hay mucha acción, humor, suspenso, gente muy bien vestida, escenas de acción coordinadas a la perfección y altas dosis de homoerotismo. La habilidad del ex marido de Madonna por conjugar secuencias de acción trepidante, ahora con un costo de producción igualmente importante, es notable en varios momentos del filme. Y le da a Statham, ese antihéroe de acción que pone siempre la misma cara pero que es indudablemente carismático, unas líneas de diálogo en las que el artista de artes marciales y ex modelo sabe sacar provecho.