Si pudiéramos definir de qué trata Succession a quienes aun están fuera del fenómeno, diríamos que es un cruce perfecto entre El rey Lear, la célebre tragedia de Shakespeare, y Dinastía, la serie ochentera de millonarios protagonizada por las inolvidables Joan Collins y Linda Evans.

Producida y dirigida por Adam McKay, nominado al Oscar por títulos como The big short y Vice, y dueña de un ritmo trepidante, de diálogos vertiginosos, una cámara que se acerca y se aleja de sus personajes, quienes parecieran estar todos en un estado en vilo entre la crisis y la locura. Todos esos son ingredientes que han hecho de Succession, la serie de televisión más interesante y contundente de los últimos cinco años.

Bajo la marca de calidad de HBO, esta historia protagonizada por el célebre actor británico Brian Cox, Matthew McFadyen (Orgullo y prejuicio), Jeremy Strong y Kieran Culkin, nos cuenta la historia de un magnate de las comunicaciones y de parques temáticos (un personaje muy inspirado en Rupert Murdoch), que se encuentra en la disyuntiva de heredar su imperio a alguno de sus cuatro hijos y no ve en ellos a ninguno que merezca llevar esa responsabilidad.

El mayor, de carácter pusilánime y aficionado a coleccionar arte, tiene cero interés en los negocios de su familia; su hija está más interesada en el mundo de la política que en la empresa familiar y se dedica a asesorar a candidatos. El tercero de los hijos, pinta a ser el más indicado pero acarrea consigo la historia de adicciones y rehabilitaciones; y el menor, interesado en todo lo tecnológico, tiene serios problemas de asumir responsabilidades y afrontarlos con madurez.

El nivel de excesos que exhibe la serie es ridículamente fascinante. En el primer capítulo de la primera temporada, en pleno Nueva York, se suben todos en el helicóptero de la familia para una tarde de golf. Así, como si nada. Es una familia que nunca la pasa bien ni disfruta los bienes que les da su estatus, porque están más preocupados de las intrigas, de llevar a cabo o no tal o cual nuevo negocio, de las reuniones con inversionistas, de deslealtades cruzadas y zancadillas filiales, todo ello con parlamentos para el bronce.

Succession calma el morbo de ver como una familia de multimillonarios neoyorkinos se apuñalan entre ellos, de las formas más sofisticadas -y más sucias- posibles. Todo aquello vuelve para nuestra tranquilidad el próximo 17 de octubre, después de 9 premios Emmys, 2 Globos de Oro, premios Bafta y todos los galardones imaginables. Esta es la gran serie que los huérfanos de series como Game of Thrones, Mad Men o Breaking Bad, para nombrar sólo algunas de las que fueron líderes durante la era dorada de la televisión que vivimos hace algunos años, deben ver.

Y para tentarlos más, dos buenas noticias. Durante esta tercera temporada, la familia Roy dará la bienvenida a sus filas a dos nuevas estrellas: Adrien Brody (El Pianista) y Alexander Skarsgård (Big Little Lies), como un multimillonario inversor activista y un fundador y director general de una poderosa empresa tecnológica, respectivamente. Si no la ha visto y este reporte lo dejó más que interesado, le contamos que las anteriores dos temporadas están disponibles en HBO Max.