Mientras América Latina registra un auge en la industria de este producto, Chile lidera el ranking regional y apuesta por propuestas que combinan innovación, raíces patrimoniales y sabores con historia.
El helado dejó de ser un gusto estacional. Hoy se consume todo el año y con una diversidad de sabores, formatos y estilos que lo han transformado en un fenómeno cultural. En 2024, el mercado de helados en América Latina alcanzó los US$4.300 millones, y se proyecta que escale hasta los US$5.600 millones hacia 2033, con un crecimiento anual del 2,6%, según el estudio más reciente de IMARC Group.
Chile no solo forma parte de esta tendencia, sino que la lidera con un consumo per cápita que superó los 11 kg anuales en 2023, el país se posiciona como el mayor consumidor de helado de América Latina, superando incluso a gigantes como Brasil o México. Este dinamismo ha empujado al mercado chileno a una valoración de US$384 millones en 2024, con expectativas de crecimiento anual del 4,1% en la próxima década, de acuerdo con proyecciones de la industria.
El boom responde a varios factores, como el mayor poder adquisitivo, una oferta más sofisticada y la irrupción de helados premium, veganos, sin azúcar o sin lactosa. Según IPSOS, el 73% de los chilenos estarían dispuestos a preferir alternativas vegetales si ofrecen igual o mejor calidad nutricional, lo que abre una puerta enorme a la innovación.
Pero más allá de las cifras, en el país se vive una verdadera reconquista del sabor. Las heladerías artesanales han tomado protagonismo, con propuestas que rescatan ingredientes patrimoniales como la miel de ulmo, el mote con huesillo o el maqui, y que reinterpretan recetas tradicionales en formato helado. En ese escenario, Emporio La Rosa se ha convertido en un actor clave, con una propuesta que mezcla identidad, memoria y creatividad.
“Para nosotros, el Día del Helado Chileno, que se celebra cada 18 de julio, es un reconocimiento al arte de transformar ingredientes de nuestra tierra en experiencias de sabor”, explican desde Emporio La Rosa. “Es una oportunidad para rendir homenaje a lo nuestro: a la tradición, al producto local y a la creatividad chilena que, desde un simple cono, puede contar grandes historias”.
Desde su fundación, la compañía ha apostado por sabores con raíces profundas. El primero fue el helado de rosa, inspirado en los jardines chilenos y en la nostalgia de la infancia. Luego vinieron el manjar blanco, emblema de la repostería local, y el chocolate araucano, elaborado con cacao latinoamericano y un guiño al sur del país.
“Hemos buscado que cada sabor sea un puente entre el pasado y el presente. Partimos de ingredientes que forman parte de la memoria chilena y los transformamos en helados que sorprenden sin perder su esencia”, comentan.
Y el público ha respondido con entusiasmo. El chocolate araucano, por ejemplo, ha superado expectativas, convirtiéndose en uno de los más demandados por su intensidad y profundidad. Lo mismo ocurrió con el manjar blanco, hoy posicionado en un clásico transversal.
Además de reinterpretar lo conocido, Emporio La Rosa también ha jugado un rol en recuperar sabores en peligro de olvido. “El helado de rosa es un buen ejemplo de cómo un aroma que parecía quedar en el recuerdo puede volver a la mesa chilena gracias a una nueva forma de disfrutarlo. Es un pequeño rescate patrimonial transformado en delicia helada”, señalan.
Este 18 de julio, Emporio La Rosa participará en la feria “Chile Bajo Cero”, un espacio que reúne a los principales exponentes de este producto nacional para celebrar el oficio, compartir sabores únicos y acercar al público al corazón de la heladería artesanal chilena.
Para celebrar, recomiendan dos sabores emblemáticos. Entre ellos, el manjar blanco, por su conexión con la repostería tradicional, y el chocolate araucano, “ideal para quienes buscan un helado con carácter, con historia y raíces”, enfatizan. Porque en un país que lidera el consumo de helado en la región, no se trata solo de refrescarse, sino de saborear quiénes somos.