Revista Velvet | El aguantoforma de la reina Sofía: Cumplir y no quejarse
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El aguantoforma de la reina Sofía: Cumplir y no quejarse

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El aguantoforma de la reina Sofía: Cumplir y no quejarse

POR equipo velvet | 04 septiembre 2025

El rey Juan Carlos acapara titulares con la anunciada publicación de sus memorias: el libro, “Reconciliación”, fue escrito durante su autoimpuesto exilio en Abu Dabi y saldrá a fines de año. Pero, ¿cómo está lidiando con todo esto la reina Sofía? Con estoicismo, resistencia y una entereza que a estas alturas, sorprende poco.

Por Catalina Ábalos L.

La reina Sofía recuerda la primavera vez que tuvo que fingir y sonreír cuando no quería. Tenía seis años y se encontraba en el exilio, en Egipto. “En El Cairo tuvieron que sacarme una muela. Me anestesiaron con éter, pero me dolía muchísimo la boca y tenía inflamada la mejilla. Sin embargo, tuve que ir con mi familia al hipódromo, a las carreras, y estar allí quieta y sin lloriquear. Entonces aprendí lo que luego les enseñé a mis hijos: ¡aguantoformo!”.

Así se lo dijo la propia emérita a Pilar Urbano en “La Reina”, su biografía autorizada, en una anécdota que resurgió gracias al artículo del diario El País titulado “Cómo doña Sofía se convirtió en la reina del estoicismo: 86 años aguantándolo todo”, publicado en la víspera de su cumpleaños, el pasado 2 de noviembre.

Aunque la palabra “aguantoformo” no existe, hace alusión al esfuerzo, aguante o sacrificio. Una clara mezcla entre aguantar y cloroformo, es decir, anestesiarse para tolerar el dolor. Y justamente a esa virtud suya tuvo que recurrir doña Sofía este 4 de agosto en la famosa recepción de la familia real en Marivent, Mallorca, donde tanto los medios como el pueblo español estaban expectantes sobre si asistiría o no.

La reina, quien históricamente es la primera en llegar a Mallorca para recibir al resto de los royals en sus tradicionales vacaciones, no se había dejado ver por las calles de la isla.

¿La razón? Su hermana y confidente, Irene de Grecia (83), ha estado delicada de salud. Cuando doña Sofía apareció puntualísima a las 9 de la noche por la fachada principal del imponente palacio de Marivent del brazo de sus nietas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, se oyó un suspiro de alivio colectivo. Una vez más, ponía los intereses de la corona española por sobre los propios.

EL GRAN AUSENTE

La madre del rey Felipe VI es una de las integrantes más activas de la Casa Real. Sin ir más lejos, a la recepción de Marivent lleva acudiendo 52 años, sin faltar ni una sola vez.

Mientras tanto su marido, Juan Carlos I, continúa siendo el gran ausente, pasando su verano en Sanxenxo, donde vive su gran amigo Pedro Campos, y Abu Dabi, donde reside desde su exilio autoimpuesto en 2020 tras los escándalos amorosos y financieros que protagonizó. En 2014 abdicó a favor de su hijo Felipe VI. Pero el pueblo español no olvida sus errores. Y la reina, tampoco.

Pese a la distancia geográfica, Juan Carlos sigue haciendo pasar malos ratos a doña Sofía. Hace poco anunció la publicación de “Reconciliación”, el libro que contiene sus memorias, para el 12 de noviembre, diez días después del cumpleaños número 87 de doña Sofía. “Siento que me están robando mi propia historia”, ha dicho. Fue escrito en primera persona con la ayuda de la periodista francesa Laurence Debray, quien ha reconocido en múltiples entrevistas que siente una profunda admiración hacia él.

Sin duda, el monarca realizará más de alguna confesión que dará que hablar, mencionando entre otras cosas las dificultades matrimoniales con su esposa. Seguramente la respuesta de doña Sofía será la misma que desde hace décadas: un discreto y elegante silencio. Es la tónica que ha tenido incluso desde antes de su matrimonio con Juan Carlos, el 12 de mayo de 1962 en la catedral San Dionisio de Atenas, cuando ella ya ostentaba el título real de princesa de Grecia y Dinamarca, y luego de un cortejo tan premeditado como fugaz, que apenas duró tres meses.

“Esta muchachita tímida es en realidad un gran personaje. Ya verán cómo, más tarde, desempeñará un papel muy importante”, comentó Victoria Eugenia, abuela de Juan Carlos y orquestadora de la unión, al conocer a Sofía. No se equivocó.

“Amo a la princesa Sofía desde el primer momento en que la vi. Es una de las pocas mujeres que conozco capaz de llevar con toda dignidad una corona real”, afirmaría después el futuro rey de España. Con el correr del tiempo, quedó demostrado que, aunque la primera parte de la frase de Juan Carlos fue poco sincera, la segunda era completamente cierta.

NACIDA PARA REINAR

Muchos se preguntarán el porqué tras el aguante de doña Sofía todos estos años. Más aún ahora, cuando Juan Carlos ni siquiera vive en su país natal junto a ella. Las razones son numerosas, pero basta repasar su biografía para darse cuenta de cómo su infancia y juventud formaron el carácter férreo de la reina emérita, regido por una premisa clara: cumplir y no quejarse.

Su niñez estuvo marcada por el exilio durante la II Guerra Mundial, primero en la isla de Creta y después en Alejandría, El Cairo y Sudáfrica. En apenas cinco años, la familia vivió en 22 casas diferentes, pasando por situaciones extremas. Cuando nació la princesa Irene en Sudáfrica, los pañales escaseaban tanto que improvisaban como podían. La precariedad era tal que, en ocasiones, hasta comieron hierba de los caminos.

Sofía regresó a Grecia a los ocho años. Tras la muerte de su tío Jorge II, su padre ascendió al trono y la familia se instaló en el Palacio de Tatoi, cerca de Atenas. Allí, entre bosques de pinos y eucaliptos con el mar de fondo, vivió algunos de los días más felices de su vida.

Pronto entendió el significado del deber. Apenas veía a sus padres, siempre de viaje por Grecia, y a los 12 años partió al internado alemán Schule Schloss Salem, donde la jornada empezaba a las siete de la mañana con una ducha de agua fría y un trote por los jardines antes del desayuno. Los alumnos colaboraban en la limpieza, trabajaban en las granjas y cortaban leña. Sofía recordaría aquellos años como “duros, rigurosos, exigentes y sin comodidades de ningún tipo”.

De vuelta en Atenas, apoyó a sus padres en actos oficiales y estudió puericultura. Aunque le hubiese gustado continuar estudiando Historia, Arqueología o Música, renunció a sus sueños académicos para casarse con Juan Carlos de Borbón, la primera de muchas renuncias que haría por la corona española.

EN EL OJO DEL HURACÁN

En septiembre de 2024, OK Diario filtró los audios entre su marido, Juan Carlos de España, y su amante a principios de los 90, la vedette Bárbara Rey, donde reconoce que su relación con Sofía es meramente estratégica. “Para mí resulta comodísimo porque como reina cumple de maravilla. Encima, aguanta, no se va con otro (…) He hecho bingo, vamos, porque como profesional es la número uno”, admitió. También dijo que su relación estaba muerta hace décadas. “No estamos juntos desde que nació Felipe”, confesó, situando el fin del matrimonio real en 1968. “Mira, esto no vuelve. ¿Por qué fue? Pues, mira, por culpa mía y culpa de ella. En un matrimonio siempre hay de los dos… No entiende que yo un sábado y domingo me vaya…”.

Grabado y vendido a la prensa por el hijo de la vedette, Cristo Junior, el audio data de 1994. Ha pasado mucha agua bajo el puente, y la figura de la reina Sofía dista de aquella mujer ilusa y resignada que pinta Juan Carlos. Al contrario, se ha “organizado” perfectamente sin él. Desde hace décadas ejerce como presidenta de honor de instituciones culturales y sociales tan emblemáticas como la Escuela Superior de Música Reina Sofía y la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción o el Real Patronato sobre Discapacidad. Pero si existe un proyecto que atesora de manera especial, es la fundación que lleva su nombre y se creó en 1977: una entidad sin fines de lucro, financiada con su capital privado y presidida por ella misma.

Su legado y vocación de servicio han sido reconocidos por el rey Felipe VI en varias ocasiones. Por ejemplo, en un acto oficial celebrado a mediados de julio, cuando recibieron juntos al Comité Ejecutivo de la Federación Española de Bancos de Alimentos (FESBAL), con motivo de su 30º aniversario y permanecieron cogidos del brazo durante todo el acto, algo inusual en la realeza, donde según el protocolo “los reyes no se tocan”.

La revista francesa Paris Match calificó la aparición como “simbólica”, subrayando que “ambos tuvieron una conmovedora complicidad con un toque de modestia ante los fotógrafos”.

La reina Sofía también mantiene una relación cercana con la infanta Elena (61), quien no falta a su cita semanal, mientras que la infanta Cristina (60), quien reside en Ginebra, viaja a Madrid cada vez que puede para ver a su madre. Y si hay alguien más a quien doña Sofía dedica todo su cariño y atención son sus ocho nietos. Además de la princesa Leonor (19) y la infanta Sofía (18), hijas de Felipe y Letizia, están Felipe Froilán (27) y Victoria Federica de Marichalar y Borbón (25), hijos de la infanta Elena; y Juan Valentín (25), Pablo Nicolás (24), Miguel (23) e Irene (20) Urdangarin, hijos de la infanta Cristina.

Este 2025, el medio francés Point de Vue organizó una encuesta con motivo del Día de las Abuelas, preguntando a sus lectores cuál era la abuela real que más los inspiraba.

La reina Sofía fue la ganadora unánime. Si la noticia llegó a sus oídos, de seguro le sacó una sonrisa y la hizo pensar que todo el esfuerzo y sacrificio –ese aguantaformo que tanto la caracteriza– han valido la pena.

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