Carolina de Mónaco es de las royals que asisten a cada uno de los eventos oficiales pero, luego de ser vista en la capital parisina para el desfile de Chanel, y tras las medidas de confinamiento a partir de marzo –que hizo que se suspendiera indefinidamente el tradicional Baile de la Rosa que ella preside–, la princesa simplemente desapareció. Sin explicación alguna se ausentó una y otra vez en las actividades siguientes, a excepción de las estrictamente familiares.
En junio, los medios europeos titularon con su reaparición en público para asistir al funeral de su prima, la baronesa Elizabeth-Ann de Massy. A la misa fue junto a sus hermanos, los príncipes Alberto II y Estefanía, y sus hijos. Y mientras Alberto y Estefanía han apoyado las medidas y acciones llevadas a cabo desde el principado para combatir la pandemia, la hermana mayor se ha mantenido fuera del foco mediático.
A mediados de agosto la prensa francesa informó que su yate –el Pachá III, un regalo de su difunto marido, Stefano Casiraghi– había atracado en la isla siciliana de Pantelleria, lugar al que llegó para celebrar el cumpleaños de su hija Charlotte. Desde entonces, los paparazzi no han podido capturar ninguna imagen de la princesa de 63 años, ni siquiera saben su paradero.
Para los expertos en realeza este retiro inesperado está directamente relacionado con la precaria relación que mantiene con su cuñada Charlene de Mónaco, casada con el príncipe Alberto II desde 2011 y madre de los mellizos Jacques y Gabriella; aseguran que nunca se han llevado bien.
Según el diario El País, hubo un tiempo en que ambas competían por destacar en los actos oficiales en los que coincidían. Desde entonces, trataron de mantener agendas por separado y las diferencias sólo aumentaron, con desplantes públicos incluidos.
En 2015, Charlene Wittstock no apareció en el Baile de la Rosa, el que además de ser organizado por Carolina, es la principal forma de financiación de la Fundación Princesa Grace y una de las vitrinas más importantes para los Grimaldi. La atención mediática se vio totalmente desviada hacia la ausencia de la mujer de Alberto. La revista alemana Bunte lo catalogó como una jugada maestra por parte de Charlene; provocó la guerra declarada entre ambas.
Ese mismo año, en el bautizo de los príncipes Jacques y Gabriella, la exnadadora sudafricana hacía su reaparición oficial tras ser madre, la prensa se fijaría en ella y sus dos hijos. Sin embargo, Carolina y su impresionante sombrero pamela llamaron la atención por completo; la imagen junto a su sobrina Gabriella acaparó más titulares que Charlene. Ojo por ojo, diente por diente.
Al día de hoy pareciera que la mayor de los tres hermanos Grimaldi finalmente le cedió el “trono” de primera dama de Mónaco a su cuñada. Para El País, se trata de “otros intereses a estas alturas de su vida”. Dicen que prefiere más otras cosas que ser portada de revistas. Además, cuatro hijos y siete nietos pueden perfectamente ocupar la agenda completa de Carolina, que por su último matrimonio –y conveniente no divorcio– también es princesa de Hannover.
Sin embargo, aunque Carolina es elegante, simpática y educada, los de su entorno también dicen que es ambiciosa, cabezota, altiva y conspiradora y que, a fin de cuentas, la princesa no cree que Charlene esté a la altura del papel que ocupa. Y si al principio la acogió, fue porque pensó que podía tutelarla, “pero la exnadadora no se ha dejado”. A eso se agrega que la familia creada por Alberto II pareciera no ser suficiente para acaparar el foco mediático y, mucho menos, regresar el glamour que tantos beneficios económicos ha traído históracamente al pequeño principado de la Costa Azul. Y en eso, cuando la ausencia de Carolina se hacía más presente que nunca, reapareció con cambio de look incluido.
Pero tras 8 meses de no aparecer en ningún acto social, Carolina reapareció en septiembre junto a su hermano Alberto y su nuera Beatrice Borromeo en el marco de un concierto de música clásica al aire libre que se realizó en la plaza del Gran Casino de Montecarlo. Sorprendió con una larga cabellera en tono rubio y tan elegante como siempre.