Foto: Lori Barra
“Cuando termine la pandemia quiero salir a abrazar gente, ver a mis nietos. Soy muy de tocar, entonces tengo mis amigos en el supermercado con los que siempre nos agarramos a besos y ahora con máscara, a lo lejos, cuesta. También iré donde el padre Felipe Berríos, a La Chimba. Es mi amigo adorado, está haciendo un trabajo fantástico, tan inteligente. Luego partiré al sur; si volviera a vivir en Chile me quedaría allá. Espero que esta patada que hemos recibido nos sirva de algo”, comenta Isabel Allende, la escritora chilena más vendida en el mundo –y traducida a más de 20 idiomas–, sobre sus sueños cuando la pesadilla sanitaria termine.
Al otro lado de la pantalla, con un total cambio de look a sus 77 años (pelo platinado, casi blanco y lentes de contacto azules), analiza los impactos globales y personales en el mundo post pandemia.
“He reflexionado mucho en mi vida, de manera que la situación mundial me pilla preparada. Hice mi gran cambio cuando murió mi hija Paula. Pasé un año con ella en coma, tomada de su mano; fue un período de quietud, de inmovilidad y reflexión. También de echar por la borda todo, menos lo esencial: el amor que sentía por ella, mi deber de cuidarla y protegerla; habría dado mi vida a cambio de la suya (se emociona). A partir de ahí inicié un camino introspectivo que me acompaña hasta hoy”, señala.
Líder de una fundación que lleva su nombre y que apoya a los migrantes indocumentados en EE.UU, Isabel se conmueve cuando observa la brutal situación a la que hoy se exponen millares de personas en ese país. “La desesperación es tremenda. Si ya desde antes Trump cortó todas las líneas de financiamiento y ha hecho muy difícil la vida de los inmigrantes, hoy la situación empeoró”.
No lo dice, pero Isabel Allende aporta de su propio dinero para financiar la fundación y apoyar la crítica situación de muchos que hoy permanecen indocumentados. “No tienen sueldo; si se enferman, no se atreven a ir al hospital por temor a que los deporten. Es atroz lo que estamos viviendo. Ahora, ad portas de las elecciones presidenciales de noviembre, Trump intensificó su campaña de odio y terror, asustando a la gente y desencadenando protestas tan serias como las que hubo en Chile en octubre, claro que aquí son a propósito del racismo, la desigualdad y la brutalidad policial. Para Trump el país está amenazado por hordas anárquicas y ha enviado tropas federales a Portland para reforzar a la policía. También amenazó con llevarlas también a Chicago. Son militares que usan uniforme aunque sin identificación; agarran a la gente en la calle y las meten en camionetas sin matrícula; se las llevan como en la dictadura de Pinochet. No es cosa mía: la prensa ha dicho que la situación se ha pinochetizado”.
–Ahora último Trump anunció que, si pierde, podría no reconocer el resultado de la elección…
–Su campaña es consistente con su personalidad y con la forma en que se ha conducido como presidente. Su estrategia es dividir al país, fomentar el miedo y la violencia social, distraer a la opinión pública de los problemas concretos: su pésimo manejo de la pandemia, de la crisis económica y social, el horrible desempleo y mentir. Pero muestra una imagen completamente falsa; un Trump compasivo, humilde, considerado con las mino- rías raciales, honesto, que había vencido al Covid-19 y salvado la economía. Lo más peligroso es que su campaña se basa en “Ley y Orden”, lo cual ha sido históricamente el fundamento de los gobiernos fascistas. Inculcan terror para justificar las peores formas de represión. Trump no ha respetado nunca la ley, la ha violado cada vez que ha podido para defender sus intereses, y el orden que promueve es el de la supremacía blanca en un país que reclama justicia racial.
–¿Cree que nuevamente se salga con la suya ante Biden?
–Es posible. Trump representa a una parte considerable del país que siempre ha existido y ahora tiene a su héroe. Espero de todo corazón que los mejores valores de este país ganen la elección.
En agosto de 2019 Isabel Allende se casó con el abogado norteamericano Roger Cukras. Desde su casa en California describe su primer año de matrimonio (es tercera vez que se casa) como “una luna de miel forzada”. No es que que su actual situación conyugal la asfixie, aclara, pero las condiciones sanitarias cambiaron totalmente el panorama. “En su momento Roger me preguntó si quería que fuéramos a algún lugar a celebrar nuestra unión ¡De ninguna manera!, contesté. Me pareció atroz pensar en una luna de miel a nuestra edad (ríe), pero luego vino la pandemia y aquí estamos…”
–¿Y todo bien?
–Sí. Podemos estar cada uno en lo suyo, sin molestarnos. Roger tiene su bufete en Nueva York; es un lugar grande, con muchos socios, y antes iba cada tanto. Ahora hace todo en línea.
–¿Cómo le va en estas relaciones afectivas a la distancia?
–A mi hijo lo veo casi todos los días porque trabajamos juntos; somos una unidad con Nicolás (su hijo y asistente), mi nuera Lori (quien está a cargo de llevar su fundación), Roger y yo.
“REPRESENTO A TANTAS COMO YO”
Mujeres del alma mía se llamará el nuevo libro que la periodista y escritora lanzará en noviembre y donde revisa su trayectoria personal desde un punto de vista feminista. “Soy como soy y represento a tantas como yo. Tantas que no aceptaron lo que la sociedad o la religión les impuso, tantas que quieren otra cosa, que tuvieron que salir a trabajar en malas circunstancias, mal preparadas, en un mundo machista, con estructuras patriarcales que siempre las ponían en segundo o tercer lugar. Es una reflexión sobre eso y sobre las mujeres extraordinarias que he conocido, que han sido mis guías en este camino. A muchas de ellas las he conocido a través de la fundación; han pasado por los traumas más grandes que te puedas imaginar; lo han perdido todo, incluso a sus hijos porque se los quitaron y están metidos en jaulas en centros de detención en la frontera. Y se ponen de pie, salen adelante y son capaces de convertirse en líderes de sus pequeñas comunidades. Algunas son capaces de reírse, de cantar y de bailar”.
El libro, agrega, termina con una reflexión sobre el mundo que las mujeres esperamos en la post pandemia. “Creo que es uno muy distinto; un mundo compasivo, igualitario, que no existan distinciones de género, de raza o edad, de religión, país. Lo que nos enseña la pandemia es que lo que le pasa a una persona en una región en China, le pasa a todo planeta. Estamos todos en esta misma roca en el universo; somos una misma familia. Con el virus no importó el color, la religión, la nacionalidad. Nada. Es una gran lección de lo que significa la globalización. Ahora entendemos que los seres humanos somos partes de esta globalización y por tanto veamos qué clase de planeta queremos”.
Muy seria, agrega: “Estamos viviendo en un umbral entre el mundo que fue y que será. Imagino un mundo diferente, que puede ser una distopía, donde triunfen los valores de Trump; que gane el miedo, el odio y el racismo, que vivamos en comunidades cada vez más tribales, canibalizándonos unos a otros. Como puede ser que nos aproximemos a una utopía, donde exista más igualdad, inclusión, compasión, respeto por la naturaleza. Un mundo donde podamos vivir mejor, no peor. Con menos dinero pero mejor distribuido”.
–¿Un mundo menos patriarcal?
–Hay que empezar a terminar con el patriarcado. Eso como punto uno (ríe). Mientras más macho el líder, peor la situación: más autoritarios, competitivos, destructivos…
–¿Cómo ve la situación de Chile desde la mira californiana?
–Como un país en crisis social, política y económica. Claro, desde que tengo recuerdos Chile ha estado dividido. La polarización extrema fue en tiempos de Allende, del golpe militar y la dictadura. Las divisiones se mantuvieron más o menos sosegadas hasta que vino el estallido, como una olla presión que fue acumulando energía a lo largo de décadas.
–¿Cree que una nueva Constitución podría canalizar este malestar y dar cauce a las demandas de la sociedad?
–Una nueva carta, diseñada democráticamente, puede tranquilizar temporalmente los ánimos, pero si no se efectúan en un tiempo razonable cambios radicales, la gente volverá a la calle más frustrada y rabiosa que el 18-O.