Revista Velvet | Descubre la remota isla Fårö, un lugar de pregrinación cinematográfica
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Descubre la remota isla Fårö, un lugar de pregrinación cinematográfica

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Descubre la remota isla Fårö, un lugar de pregrinación cinematográfica

POR equipo velvet | 23 diciembre 2023

Flotando en medio del mar báltico, cerca de la provincia sueca de Gotland, figura la isla Fårö, lugar donde vivió y murió el director Ingmar Bergman. La remota región escandinava se convirtió en un sitio de peregrinación cinematográfica para quienes buscan las pistas del maestro sueco y su cine.

Por Francisca Ponce Palacios

El recorrido en bus desde el centro de la pequeña ciudad de Visby, en la isla Gotland, hacia Fårö fue silencioso. Veníamos desde el urbano Estocolmo y este nuevo paisaje tenía ese efecto en el camino: campos de interminables prados, cuya belleza nos mantuvo observándolos durante todo el trayecto. O, tal vez, la ausencia de palabras fue por la expectación de llegar a nuestro destino, del cual tenía alguna noción desde que lo vi en las películas de Ingmar Bergman (1915-2007), el enigmático director sueco. De no ser por eso, dudo que haya descubierto la existencia de este lugar.

La gran isla de Gotland es el destino por excelencia de los suecos para vacacionar y, sin duda, una visita imprescindible para quienes viajan a Suecia por primera vez. Recibe turistas todo el año, pero los viajeros se concentran durante la temporada de verano, cuando la localidad realiza cada agosto su famosa Medeltidsveckan (“Semana Medieval”). En esta festividad se desarrollan decenas de actividades, la mayoría gratuita, inspiradas en esa larga era llena de mitos. Y en diciembre hay una versión navideña con un pintoresco mercado.

Fue, de hecho, durante Medeltidsveckan que decidimos escaparnos por el día a Fårö, ya que esta pequeña isla puede ser recorrida en horas sin problema. Pero en caso de que el turista quiera alojamiento, puede arrendar cabañas o reservar en los Airbnb disponibles.

Una hora nos tomó el viaje de Visby para llegar a Farösund, ubicado al noreste de Gotland. Allí se toma el único ferry que conecta con la pequeña isla aledaña de enfrente, la que parece que el mapa olvidó su existencia. Ahí estaba: misteriosa, remota, inexplorada. Habíamos llegado.

El nombre del lugar proviene del gútnico antiguo “faroyna”, que significa “isla lejana”. La pequeña tierra de 113 km2 –y que alberga una población de sólo 500 habitantes– pareciera que se detuvo en el tiempo. No hay bancos, hospitales ni escuelas. A su vez, hay extensas hectáreas de campo, establos y ovejas, cuyos berridos son la máxima bulla que escucharás en todo Fårö. Aquí el ruido es inexistente, casi extraño. Sólo se oye el sonido de animales distantes y el crujido de los troncos de abedules cuando el viento sopla.

La postal más famosa de Fårö son sus famosas y monumentales “raukar”, formaciones geológicas similares a pilares rocosos que producen un magnetismo especial entre los turistas. En verano, a esa visita se suman la playa de Hammars, con sus aguas cristalinas y arena blanca. No obstante, el “panorama Bergman” es la atracción fundamental que mantiene activo el turismo de este lugar.

CIRCUITO DE PELÍCULA

Cuando el bus sale del ferry, continúa su camino por todo Fårö con paradas en algunos de los principales atractivos turísticos. Si bien se puede visitar este destino usando este transporte colectivo, también es muy popular el arriendo de bicicletas que dispone la isla.

Al poner un pie en este pequeño pedazo de tierra comprendí de inmediato por qué el director de “El séptimo sello” se sintió cautivado por este lugar desde su primera visita en 1960, año en el que estaba en busca de locaciones para rodar “A través de un vidrio oscuro” (1961). La estética de sus paisajes –de playas rocosas y vegetación de turberas– captura como ninguno la esencia de Bergman y su cine, tanto así que la isla se convirtió en un personaje más de sus filmes. Aquí fue donde se ambientaron seis de sus películas, entre ellas “Persona” (1966), “Vergüenza” (1968) y “La pasión de Ana” (1969), las que no sólo recordamos por sus historias, sino también por la particularidad de las postales de la isla.

La casa de Bergman fue construida a los pies de la costa de Hammars, la cual puede divisarse escondida entre los pinos silvestres. Aquel fue el refugio y lugar de trabajo del cineasta desde 1967, año en el que se asentó en la isla, hasta el día de su muerte, el 30 de julio de 2007.

Sin embargo, este no fue el único inmueble de su propiedad. También era dueño de una casa en Ängen, inserta en medio del bosque de Hammars, una pequeña logia de escritura, y una residencia en Dämba, cuya granja fue convertida en un cine privado. “¡Se filmen om du törs!” (“¡Ve esta película si te atreves!”), advierte el cartel al entrar a la sala en la que todos los días, a las 15.00 en punto, Bergman se instalaba a ver películas luego de su escritura matutina.

Todas estas residencias pueden ser visitadas en los tours que programa la localidad para la “Bergman Veckan” (@bergmanveckanpafaro), la semana dedicada al cineasta sueco. Este particular festival se desarrolla anualmente en junio y recibe a cientos de aficionados y realizadores de todo el mundo, quienes pueden conocer en profundidad la historia de Bergman en Fårö y asistir un ciclo de cine que proyecta sus títulos más conocidos.

La inauguración del festival y la proyección de películas se realizan en el Centro Bergman, la institución a cargo del evento. Este es un pequeño museo dedicado a la vida y obra del cineasta. Ahí los visitantes tienen acceso a exposiciones fotográficas, a la muestra de utilería que se ocupó en “Fanny y Alexander” (1982) y a objetos personales, como la silla en la que dirigía sus producciones y los manuscritos de las mismas.

Este museo está abierto al público durante todo el año, así que si no alcanzaste a inscribirte a la “Bergman Veckan”, igualmente se puede realizar una visita. Asimismo, la cineteca que dispone el museo siempre mantiene sus clásicos en cartelera.

Cayó la tarde y decidimos finalizar nuestro peregrinaje en la kyrka (“iglesia”) de Fårö, cuya construcción data del siglo XIV. Como sucede en todo Suecia, está abierto para que los visitantes puedan conocer su interior y el patio de sepulturas. Caminando entre los epitafios, algunos antiquísimos, divise uno en especial. Estaba apartado de los demás y era guiado por un camino de piedra.

Ahí, a la sombra de los árboles, se encontraba la tumba de Ingrid von Rosen (1930-1995) junto a su esposo, Ingmar Bergman. La contemplamos un rato. Corría un viento ligero, de verano sueco. Recuerdo lo agradable de estar ahí, en silencio, mientras meditaba sobre la muerte. Pensaba en la frase de Bergman que vi en el museo: “Tengo la idea de Fårö como el reino de la muerte. Una sensación de zona crepuscular”, decía. Y, en efecto, eso era. La atmósfera de la isla transmite algo muy especial. Es el tipo de lugar que un cineasta como Bergman escogería para esperar a la muerte y, de forma inconsciente, dirigir la última escena de su vida.

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