Quizás algunos prefieran creer que el príncipe Harry se enamoró de Meghan Markle al verla en la serie de abogados Suits. O bien, por las fotos que un amigo le mostró de ella en lo que era su exitosa cuenta de Instagram que tuvo que cerrar tras comprometerse. Esas fotos habrían motivado al menor de los hijos del príncipe Carlos y Diana de Gales a escribirle por interno sin conocerla, fascinado por su belleza y su interés por las causas benéficas.
Sin embargo, a estas alturas no queda más que remitirse a la historia oficial que dice que se conocieron en una cita a ciegas, en julio de 2016, donde se fueron “a tomar algo”, gracias al plan de una visionaria amiga en común. El romántico encuentro habría sido en Toronto donde ella vivía –y grababa Suits– y él promovía a sus queridos Juegos Invictus, la gran competencia entre veteranos heridos en el campo de batalla.
Ahora, según la entrevista que ambos dieron a la BBC tras su compromiso oficial en noviembre de 2017, el príncipe Harry nunca había oído el nombre de Meghan Markle, mientras que ella mencionó que “como estadounidense” solo tenía un leve conocimiento de la existencia de la familia real británica.
En esa oportunidad intentaron mantener el anonimato de su talentosa celestina… pero finalmente se supo que era la diseñadora irakí-inglesa Misha Nonoo, muy amiga de Meghan y bastante cercana a Harry, ya que había estado casada con un amigo suyo, el millonario experto en arte moderno Alexander Gilkes (quien ahora sale con la tenista Maria Sharapova).
“Yo no sabía mucho de él, así que lo primero que le pregunté a mi amiga fue ‘¿es agradable?’, porque, si no era amable, no tenía sentido”, comentó Meghan ante las cámaras, mientras el príncipe le tomaba su mano, que ya tenía el anillo de compromiso que él mismo había diseñado, con un diamante de Botsuana al centro, acompañado de dos brillantes que habían pertenecido a su madre, la princesa Diana.