Para muchos, la expansión del coronavirus tiene relación con el individualismo. Pero esa premisa debe mirarse con más detención. Porque si bien en 1976 el biólogo Richard Dawkins planteó que todos los seres humanos tenemos un “gen egoísta”, lo cierto es que en este contexto de pandemia han sido mucho más numerosas las ollas comunes que las fiestas clandestinas. Y echarle la culpa al empedrado es peligroso. Sobre todo si se evidencia que las sanciones no son iguales para todos los grupos de la sociedad. Al menos eso concluimos al hablar con tres psicólogos.
LOS MALLS ATESTADOS DE GENTE DURANTE LOS DÍAS previos a Navidad. La nueva cepa de Covid-19 entrando a Chile por “culpa” de una persona. El consiguiente eco mediático: “La gente no se cuida”, “la gente no toma conciencia”. “La gente”. Mensajes que se repiten una y otra vez en los noticieros. Mensajes que lanzan o reafirman la idea de que vivimos en una sociedad individualista.
¿Realmente podemos hablar de una pandemia de individualismo?
Paula Repetto, psicóloga y académica de la Universidad Católica, cree que no. “En Chile y en otras partes del mundo tendemos a atribuir rasgos o características personales a algunas de las cosas que, entre comillas, no son correctas. Yo trabajo en temas de desastres y, en general, las respuestas de las personas en situaciones de crisis y emergencias son colectivas. Y en esta situación de pandemia, volvieron a aparecer las ollas comunes y una serie de actividades que son más bien colectivas”, explica. Y sigue:
“Los medios de comunicación hacen como un zoom, es decir, ponen una lupa gigante a las personas que, entre comillas, no cumplen. Y cuando uno hace eso, transmite que esa es la norma de la conducta. Por ejemplo, una fiesta donde hay 50 pericos la transmiten como si hubiese 500 mil personas. Eso es un problema porque, por un lado, enfurece al resto de la gente que está haciendo bien las cosas, y también porque se está mostrando como conducta normativa que lo que hay que hacer es no cumplir, más que cumplir. Entonces, hay un tema de cómo se transmite esta información (…) Deberíamos tratar de destacar a la gente que hace todos los esfuerzos por cuidarse, versus los que no cumplen”.
Además, si se transmite que el trato no es justo dependiendo del grupo social al que se pertenezca, eso también genera un problema. La fiesta clandestina en Cachagua demuestra esa realidad.
“Yo entiendo que la autoridad no tenía cómo anticiparse a que esto (la fiesta clandestina) iba pasar, pero el problema es la respuesta. Si uno quiere mantener las medidas, eso es importante, no es trivial. Es súper complicado, porque se está mostrando que tenemos reacciones distintas para diferentes grupos de la sociedad, entonces va a ser mucho más difícil mantener las medidas. Uno necesita una autoridad que te pueda mirar a la cara y te pueda decir ‘hice todo lo posible’. La gente dice ‘yo he hecho todos mis esfuerzos y veo a estas personas a las que no les pasa nada’. Se genera una rabia espantosa. La gente tiene que sentir un trato justo”, acota Paula y agrega:
“A la gente que tiene más recursos yo creo que hay que exigirle más. Si yo tengo jardín, en realidad debería salir menos. Pero quien vive en un departamento de Estación Central con dos niños chicos necesita salir más que yo: necesitan ventilarse. Esto es una tormenta que nos afecta a todos, pero hay gente que tiene un bote de mejor calidad del resto, y lo que tenemos que hacer es que la gente que tiene un bote de menor calidad no se ahogue. Tenemos que apoyarnos y ser justos con todos. Piensa en los locales que pasaron todo este tiempo en cuarentena sin poder abrir y de repente se encuentran con estas fiestas clandestinas y no pasa nada”.
Además, dice la especialista, está en marcha un estudio Fondecyt Cigidem que estudia las experiencias que personas jóvenes tienen en relación con la pandemia, y la manera en la que han ido adoptando las medidas de cuidado. Una de las conclusiones de esa investigación es que la gente que no cumple, lo hace por problemas prácticos.
“Por ejemplo, tienen que salir a trabajar. Pero la mayoría de ellos tiene una percepción de riesgo alto y están altamente motivados a cumplir con las normas”, comenta. “Las autoridades han planteado medidas de cuidado como un riesgo individual; ‘me cuido a mí mismo’. Eso es un error conceptual, porque en realidad nosotros tendemos a ser sociales y más bien colectivos, entonces cuando hablamos de cuidados individuales es probable que finalmente termine no cuidándome, no protegiéndome. Suena terrible, pero nosotros ‘ninguneamos’ a la gente. La gente sí tiene la motivación, la capacidad y las ganas de hacer todo lo posible para reducir el riesgo de contagio.
La psicóloga explica que al abrir un mall y decirles a las personas que ellas tienen la culpa de que se produzcan aglomeraciones, se está dando una señal contradictoria: “Si yo abro un mall, estoy diciendo justamente que sí puedo ir a un mall y que puede ser un lugar seguro. Además, probablemente muchos de nosotros podemos comprar cosas por Internet y que te las vengan a dejar a la casa, pero eso es un grupo acotado. La brecha digital no es menor. En La Pintana, por ejemplo, la cobertura de Internet es de un 15%, entonces si alguien de esa comuna quiere ir a comprar un regalo de Navidad, se sube al Metro y va al mall, porque no tiene posibilidad de comprar online”.
Según el estudio que señala la psicóloga, los jóvenes están dispuestos a restringir las libertades individuales con tal de reducir el contagio. “Por eso para mí es un poco contradictoria esta visión individualista, porque efectivamente los datos que tenemos es que ellos dicen ‘cierren los malls para no contagiarnos’ y eso es importante mirarlo.
Además, la psicóloga Repetto cuenta que, en 2015 –cuando fue el incendio de Valparaíso– prácticamente todo el mundo se fue al puerto a ayudar. Algunos iban con hawaianas y se caían o se enterraban clavos; también llegaban personas en auto que no sabían manejar en cerros. Todo con tal de solidarizar.
“La tendencia natural es ayudar al otro. Se enfatiza tanto que a los que no cumplen hay que castigarlos, que somos porfiados, etcétera, que se genera una sensación de mucha más distancia entre nosotros. El mensaje no puede ser ‘yo me cuido’, ‘yo no me enfermo’ o ‘hay personas que no se cuidan’. Las personas tenemos que cuidarnos entre todos. Si ocupo mascarilla no es sólo porque no me quiero contagiar, sino porque puedo contagiar a otro si soy asintomático. Los mensajes (de las autoridades) deben ser colectivos desde el día uno. Desde el día en que los mensajes son individuales, se transforman en una conducta individual, pero insisto en que la mayoría de la gente actúa de manera colectiva”, puntualiza Repetto.
Albana Paganini, directora de la Clínica Psicológica de la Universidad Diego Portales, tiene una visión similar. “Pienso que el escenario mundial nos muestra la precarización de los Estados para enfrentar un problema sanitario de esta envergadura. La pandemia nos afecta a todos y todas por igual, y hay una evidente relación entre la inequidad y la posibilidad no sólo de enfermarse, sino también de recibir la atención necesaria en materia de salud. No creo que podamos atribuir al individualismo un problema que es tan grave y complejo”:
“No sé si se puede decir que la disminución de las medidas de seguridad tenga que ver con la idea de ‘salvarse solo’. Hay varios temas a discutir: uno de ellos son las diferencias etarias y generacionales. Otro que me parece interesante para pensar es que, en nuestras culturas, el aislamiento y el encierro tienen una historia asociada al castigo; es como ser prisionero. Y eso dificulta la posibilidad de una cuarentena tan extensa. Por otro lado, me parece complejo situar el problema de una crisis sanitaria sólo en la idea de que las personas ‘no se cuidan porque son egoístas’. No puedo dejar de pensar que son formas también muy ‘individualistas’ de pensar un problema colectivo tan grave. Explicar que las medidas no funcionan porque las personas son individualistas me parece que es situar una responsabilidad política y de Estado en las personas, sin considerar las dificultades que conlleva el encierro. Las comunas con más contagios en Santiago son comunas periféricas, con problemas de hacinamiento, y eso no se debe al egoísmo de las personas”.
Además, la especialista Paganini cree que el Covid-19 no se hubiese extendido tanto si tuviéramos sistemas políticos y económicos centrados en las personas. “Insisto, el Covid puso en evidencia la precariedad de los sistemas neoliberales. Hay países que han podido afrontar mejor la pandemia porque tenían sistemas sanitarios más sólidos; Estados que han invertido en salud desde un enfoque de derechos humanos (…) Hay que pensar que la forma de vivir esta crisis es diferente en cada grupo etario: diría que los adolescentes, niños y niñas lo están pasando muy mal. Es muy compleja la convivencia de diferentes generaciones en un mismo espacio, trabajando, estudiando y con temores muy claros a enfermarse. Creo que habría que escribir sobre el peso que han tenido las madres y padres que trabajan y han tenido que ser profesores al mismo tiempo, cuidar, encargarse de la casa, etcétera. Me parece que sería deseable que se pensara en esos temas”.
Sobre las aglomeraciones durante los días previos a Navidad, puntualiza: “Es un fenómeno bien complejo; me parece que hay que tomarlo desde varias aristas. Insisto en que explicar un fenómeno por una cualidad que se observa y se interpreta como una conducta, sería naturalizar fenómenos sociales que merecen mayor análisis. Pienso que es bien paradojal que haya una crítica sobre el comportamiento de las personas, cuando la economía y la política de nuestro país lo que ha hecho durante estos años es incentivar el consumo. La demanda por tener objetos es una de las premisas del capitalismo: se llama ley de oferta y demanda”.
Y así como se culpó a la gente de los atestamientos, la culpa de la llegada de la nueva cepa a Chile también llevó a “la gente” (en rigor a una persona) al paredón, pese a que las fronteras estaban abiertas.
“Con relación al contagio de la persona que trajo la cepa a Chile, opino que las políticas de cuidado son bien curiosas. Por un lado, no se puede viajar dentro de Chile, pero las fronteras están abiertas y se puede viajar al exterior. Esto indicaría que no siempre las medidas que se toman siguen criterios estrictamente sanitarios, sino también económicos. Por otro lado, habría que pensar que, en un mundo globalizado, es muy difícil pensar en políticas de aislamiento total. Pienso que este virus ha provocado que el semejante se vuelva un potencial enemigo que puede dañar. Este punto es preocupante, porque lesiona aún más el lazo social. Piensa en todas las teorías de conspiración y en la discusión sobre las vacunas, como si fueran decisiones individuales y no de bien común o de políticas universales de salud pública. Siempre prima la decisión individual de si acepto o no algo, es una forma neoliberal de concebir la libertad bajo la modalidad de si lo consumo o no lo consumo”, dice la experta Paganini.
El ROL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Alejandro Fernández Vásquez, psicólogo, magister en psicología cognitiva y académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Valparaíso, dice que la disminución de las medidas de protección tiene una explicación en la forma en la que los medios de comunicación han abordado la pandemia.
“Este es un peligro abstracto, no un peligro cotidiano: no es como una llama de fuego que está en nuestra casa, no es un perro rabioso que nos está ladrando constantemente. Tenemos que imaginarlo, y eso en gran medida depende de la percepción de riesgo que recibamos. Ahí el rol de los medios de comunicación es clave. Cuando apareció la pandemia, todas las noticias eran sobre el Covid. El Covid era lo más terrible que existía y por eso es que la gente estaba asustada. Pero los medios se rigen por las leyes del mercado. Por eso, tienen que entregar aquello que da más rating y lo que da más rating es lo novedoso. Cuando el Covid perdió esta novedad, comenzó a decaer su frecuencia en las pantallas y empezó a ser reemplazado por otras noticias como el fútbol, que es lo que yo más condeno. Me encanta el fútbol, pero considero que, desde marzo pasado, el fútbol no debió tener ningún espacio en la pantalla. Y lamentablemente el fútbol y las telenovelas, que son suntuarios e irrelevantes, comenzaron a ganar espacio. Eso hace que la gente comience a percibir que, entre comillas, hay menos Covid, por lo tanto, la pandemia no es tan seria. Por eso la gente se siente más segura, porque hay menos información en los medios, acota.
No obstante, el especialista cree que el individualismo es una condición natural del ser humano: “El individualismo no es estrictamente una enfermedad. Los seres humanos somos animales y como animales somos organismos, y los organismos se protegen a sí mismos”, dice.
Según cuenta el profesional, esto está planteado en el libro El gen egoísta, del biólogo inglés Richard Dawkins, quien sostiene que el gen es la unidad básica de información que genera el organismo y que tiene como fin protegerse a sí mismo, replicarse. Y para replicarse, se une con otros genes para formar organismos que son máquinas de protección de los genes:
“Desde esa concepción, todos los organismos son individualistas, todos se protegen a sí mismos. Y si uno escala eso a millones de años de evolución y lo lleva a la complejidad de la sociedad, efectivamente sí, en general todos velan por sí mismos, y es un salto moral enorme comenzar a velar por otros que no sean los tuyos. Todos experimentamos esto en escenarios hipotéticos del tipo ‘qué harías tú si estuvieras en una situación de vida o muerte, donde te puedes salvar a ti y a otra persona. A quién salvarías’. Obviamente uno salvaría a la persona que más quiere. Situaciones extremas lo llevan a uno a tomar medidas individualistas”.
En ese sentido, comenta, no es raro que el ser humano se comporte como animal. “Pero a lo que tenemos que aspirar es a que nos comportemos como un animal entrenado. Ya lo decía Immanuel Kant: el ser humano es el único animal que tiene que ser ‘educado’ para llegar a alcanzar su potencialidad, porque nuestra vida es compleja, nos movemos en un mundo donde las amenazas tienden a ser más bien simbólicas, abstractas. El Covid y todas las enfermedades existen en la realidad, pero no las percibimos, tenemos que imaginarlas (…). Si bien somos individualistas, esto de la educación nos plantea que podemos llegar a ser altruistas, velar por el otro, hacer el bien sin mirar a quién”.
Aunque él plantea que la sociedad sí es individualista en términos generales, el carrete clandestino de Cachagua no refleja un individualismo distinto. “La sociedad sí es individualista, pero no sé si eso está vinculado a este carrete, hacer ese análisis sería demasiado simplista. No se puede decir ‘ellos carretearon porque son individualistas’. Es demasiado simple hacer esa afirmación. Las fiestas clandestinas ocurren en todos estratos socioeconómicos y las vimos por primera vez en Londres: no nos podemos sorprender de que ocurran también acá. En todos lados se cuecen habas, en todo el mundo los seres humanos son animales que buscan gratificarse, y cuando han estado encerrados mucho tiempo, peor aún, más se desbandan. Personas ricas o pobres exceden los 100 kms por hora en un auto”.
El psicólogo cree que, donde sí se puede hacer una línea divisoria, es en la responsabilidad que se le debe exigir a las personas con más privilegios:
“Los que estaban carreteando en Cachagua viven en viviendas de 200 o 300 metros cuadrados y cada uno con su pieza; tienen todas sus necesidades cubiertas y tienen otros medios de entretenimiento, distintos al carrete. Tienen Playstation, tienen Netflix. Muchos de ellos pudieron juntarse con la polola e ir a ‘jeepear’ en las dunas, de a dos. En cambio, las personas de estratos socioeconómicos más desaventajados viven en viviendas atiborradas de gente y con peores condiciones. Y el acceso a la educación es distinto: las personas que estuvieron en esa fiesta en Cachagua han tenido mucho más oportunidades para entender lo que es la política de salud desde edades tempranas. El que se involucren en estos carretes clandestinos refleja que, pese a todas esas oportunidades, han elegido no hacer caso. Entonces yo creo que la conducta es la misma (para personas de distintos estratos sociales), pero la responsabilidad que tenemos que exigir a estos grupos es mayor”.