Te presento la capital colombiana con una renovada y significativa escena gastronómica. En este recorrido, exploraremos juntos los lugares que han marcado mi visita, desde hoteles que reinterpretan leyendas hasta restaurantes que celebran lo auténtico. Disfruta de mi paso por Bogotá y diviértete mientras descubrimos todo lo que esta maravillosa ciudad tiene para ofrecer.
Al cruzar las puertas del W Bogotá, uno se adentra en una atmósfera que evoca la mítica riqueza de El Dorado. Desde el primer vistazo, el front desk sorprende con un diseño audaz en dorado y negro, capturando la esencia de una mina contemporánea, como si los tesoros de esa antigua ciudad de oro se reflejaran en cada detalle. Mariposas doradas adornan las paredes, un guiño elegante a la biodiversidad colombiana que, con la iluminación justa, cobra vida en una escena que es a la vez íntima y fascinante.
Ubicado estratégicamente en Usaquén, este hotel permite combinar lo mejor de Bogotá: a un paso de empresas y boutiques, y con un centro comercial completo a solo unos metros. Es perfecto tanto para quienes vienen por negocios como para quienes desean explorar la ciudad desde un entorno de confort absoluto. Las habitaciones son un verdadero refugio de descanso y estilo, espacios amplios y luminosos donde la vista hacia las montañas es un recordatorio constante de la conexión entre Bogotá y su entorno natural. La decoración en tonos cálidos y los detalles en dorado crean un equilibrio entre sofisticación y calidez que invita a quedarse.
El desayuno en Jairo es, sin duda, un momento para disfrutar. Abundante y con opciones recién preparadas que cubren todos los gustos, y lo mejor: un equipo atento y amable que cuida cada detalle para que no falte nada. Aunque Jairo no pretende ser un destino gastronómico en sí mismo, cumple a la perfección con su propuesta, logrando un comienzo de día sencillo pero reconfortante y sabroso.
Para quienes buscan un espacio de relajación, el spa y la piscina son el escape ideal. Con una iluminación que varía entre tonos violetas y azules, la piscina invita a una pausa profunda y tranquila, lejos del ruido de la ciudad.
Híbrido, todo bien hecho
Un lugar donde la estética industrial se encuentra con toques cálidos: paredes desgastadas, y esa vibra que hace sentir como en casa. Nos sentamos en una mesa del interior y empezamos la mañana con un plato de frutas frescas, un colorido mix de sandía, piña, manzana y ciruelas que le daban un toque justo de acidez y frescura.
Las tostadas francesas, hechas on pan brioche de chocolate, fueron perfectas, cubiertas de un toque de yogurt y dulce de mora.
Esa “burrata” que, estoy seguro, era algún queso tradicional. Al lado, esos tomatitos casi de cuento, que parecían grosellas, y que al estar calientes explotaban en la boca, mezclándose con la cremosidad del queso y la dulzura de la mermelada de tomate. Ahí mismo, el pan de masa madre – firme, de corteza dorada y miga húmeda –, perfecto para untar y perderse en el sabor. Imperdible. Después de las 11:30 tienen opciones con platos calientes.
El Francés, son dobleces, perfecto
Con apenas unos meses de abierto, El Francés ya tiene ese toque de restaurante clásico, como si llevara años sirviendo a sus comensales. Desde el primer instante, el ambiente nos envolvió en su atmósfera cuidada y acogedora.
Arrancamos con un par de aperitivos frescos, seguidos de unos espárragos a la pimienta y un steak tartar que abrieron el apetito de forma sencilla y deliciosa. Pero la verdadera estrella fue el pollo rôtie: jugoso, con una salsa para la que no alcanzó el pan y unas papas crocantes que no dejaron margen de queja. Las espinacas a la crema fueron un detalle perfecto, sin esa consistencia de “crema pura” que suele aparecer; aquí podías sentir la textura de la espinaca, hecha con respeto y bien presentada.
Para acompañar, optamos por dos excelentes copas de vino: uno alemán y otro austriaco, cada uno elevando los sabores del plato sin pretensiones. Cerramos con dos postres deliciosos que pusieron el broche de oro.
Para dos personas, este festín nos costó 112 USD, un precio más que razonable para una experiencia que celebra lo bien hecho, lo simple y lo genuino. Un lugar perfecto para disfrutar en pareja, sin rebusques.
Selma y su deliciosa sencillez
Selma, el espacio casual de Álvaro Clavijo en Chapinero, nos invita a disfrutar de una propuesta relajada, a pocos pasos de grandes referentes como El Chato y Leo.
La coctelería de Selma sorprendió de inmediato: bien lograda, pensada para acompañar y refrescar.
El tartar de res fue el primero en llegar, con yema ahumada y ese toque ácido de las alcaparras. A continuación, una tarta de queso en masa phyllo, con uvas ahumadas y semillas de mostaza, crocante y con esa combinación justa de texturas y sabores. Muy buena elección.
La estrella de la tarde fue la pasta de langosta. Los cavatelli con tomates fritos y la langosta a la parrilla nos tuvieron a Juan Pablo y a mí peleando cada cucharada, disfrutando cada bocado entre risas y asintiendo lo bueno que estaba.
Para el cierre, la tarta de caramelo con helado de banano nos dio el toque dulce y suave, sin excesos. Selma logra lo que pocos: en un ambiente relajado, con la cocina a la vista y una barra bien surtida para quedarse por horas. ¡Vaya y pruebe más que se sorprenderá!
Debora, un paseo por Bogotá
Debora, bajo la dirección de Jacobo Bonilla y Valentino Galán, ofrece una experiencia gastronómica que combina la esencia de Bogotá con un enfoque fresco y auténtico.
La carta de Debora presenta una variedad de opciones que reflejan la riqueza de los productos locales. Comenzamos con los langostinos, servidos con arroz y maíz, una combinación que resalta la frescura y el sabor del mar. No olvidar ese tartar de atún con olivas, exquisito, pero si buscas algo verdaderamente irresistible, no te puedes perder los callos con morcilla y chorizo. Este plato se ha convertido en un vicio personal; en mis tres visitas, no he podido resistirme a volver a pedirlo. Su mezcla de sabores y texturas es simplemente adictiva.
En la carta, cada plato refleja la dedicación de Jacobo a la técnica y la calidad del producto, mientras que Valentino asegura que la experiencia en la mesa sea memorable con una selección de bebidas bien pensadas.
El nuevo menú degustación de Debora, inspirado en los barrios icónicos de Bogotá, es una celebración de las texturas, colores y sabores de la ciudad. Consiste en ocho pasos, donde cada plato cuenta una historia. Los snacks para comer con la mano nos introducen a un recorrido que incluye entradas frías, pescados de río y proteínas locales como gallina, cerdo y morcilla. Cada bocado resalta la identidad bogotana, con toques de salsas clásicas y el inconfundible hogao.
Uno de los platos destacados es la trucha curada con beurre blanc de uchuva y ajo tostado, un homenaje a Restrepo, conocido por sus pescaderías. Este menú no solo ofrece una experiencia gastronómica, sino también una conexión profunda con los sabores y tradiciones de Bogotá, todo ello bajo la atenta mirada de Jacobo y Valentino, quienes garantizan que cada visita a Debora sea un viaje inolvidable.
Humo negro, uno de los mejores omakase
Humo Negro, bajo la dirección de Jaime Torregrosa y Manuel Barbosa, nos ofrece una propuesta que combina técnicas japonesas con ingredientes locales en un ambiente acogedor y lleno de carácter.
En el menú, hay dos opciones: la carta Izakaya, ideal para disfrutar de platos para compartir, y el menú degustación Omakase, una selección extraordinaria del chef.
Del Izakaya, comenzamos con aperitivos: unos mini taiyaki y unas mazorcas a la parrilla que elevaron el ánimo desde el primer momento. La coctelería, un acierto total, está bien elaborada y pensada para acompañar cada bocado.
El plato estrella fue el Fish & Chips, preparado con pirarucú amazónico y acompañado de una tártara de cubios. Esta reinterpretación de un clásico británico es todo un deleite.
El menú Omakase es una experiencia de degustación que resalta la calidad de los ingredientes y la creatividad del chef. Jaime Torregrosa, con una trayectoria en cocinas renombradas como Fäviken y El Chato, ha dejado su huella antes de llegar a Humo Negro. Cada paso del menú trae una sorpresa que mantiene el paladar alerta y emocionado, convirtiéndolo en uno de los mejores menús de degustación que he probado en los últimos meses.
No puedo dejar de mencionar a Manuel en la sala, quien complementa la experiencia con su genial propuesta de bebidas, asegurando que cada visita a Humo Negro sea memorable. Y ojo, la musicalización del lugar y su servicio son maravillosos. La dedicación y pasión que se sienten aquí hacen de este restaurante un destino al que siempre quiero volver.
Afluente, Jeferson y el páramo
Afluente es el espacio donde Jeferson García nos invita a explorar los páramos colombianos. Cada plato refleja la frescura y riqueza de los productos locales, mostrando una conexión profunda con el territorio. Aquí, lo esencial se convierte en protagonista en un ambiente sencillo y acogedor.
El menú ofrece una selección en la que destacan favoritos personales como el conejo, el camarón y el pato, presentados con acompañamientos de ingredientes de la región. La propuesta de Jeferson sobresale por su habilidad para convertir cada plato en un reflejo del entorno natural que lo inspira. Desde el guiso de conejo hasta el cono de tubérculo, cada bocado te acerca al campo colombiano.
Afluente es un tributo al páramo y una muestra de respeto a los ingredientes que hacen posible cada creación. La relación entre la tierra y la mesa se captura con una precisión que solo alguien como Jeferson, enraizado en el territorio, podría lograr.
DONDE BAILAR
Attic & Keller, el vecino inquieto
Attic & Keller es uno de esos lugares que Bogotá necesitaba. Con su imponente estilo Tudor, esta casa de Chapinero, con casi 80 años de historia, se ha transformado en un espacio de encuentro único. Desde que el chef Felipe Rayo y Emi Castellanos –grandes amigos que siempre me reciben de maravilla– asumieron este proyecto, han convertido cada rincón en un escenario listo para recibirte, desde el ático hasta el subterráneo.
Aquí se vive una teatralidad bien lograda: el ático ofrece una coctelería de autor donde puedes pasar horas; el patio central, con DJs en vivo, se ha vuelto el lugar perfecto para quienes disfrutan de una buena charla al ritmo de la música, y el sótano, con su aire punk, da paso a una atmósfera que recuerda esos bares berlineses donde la noche cobra vida. Y claro, no olvides el bar de Chupitos.
Cada fin de semana, este espacio se llena de gente que busca algo más que solo ir de copas; Attic & Keller es un lugar que te invita, y si tienes suerte de encontrar una reserva, sabrás por qué todos vuelven.
Theatron, la meda de la fiesta diversa en Latinoamérica
Theatron es mucho más que una discoteca: es un epicentro de diversidad y celebración, siendo la más grande de Latinoamérica con capacidad para más de 8,000 personas. Este monumental lugar en Bogotá invita a cualquiera que busque un espacio seguro y vibrante, donde cada rincón es una fiesta en sí misma.
Con sus 19 espacios distintos, desde el Teatrino y la Plaza Rosa hasta la intensa pista de vallenatos y el animado Palma Latino, Theatron ofrece una experiencia completa para todos los gustos. Cada pista es una discoteca independiente, y la variedad de música, desde reguetón hasta música electrónica, hace que todos encuentren su ambiente perfecto. Theatron es, sin duda, un ícono de la vida nocturna que celebra la diversidad y el espíritu de fiesta en Bogotá.
Paseo por La Candela y Museo Internacional de la Esmeralda
Explorar La Candelaria es como recorrer el corazón histórico de Bogotá, donde cada calle tiene algo que contar. Este barrio lleno de coloridas casas coloniales, arte callejero, y pequeños cafés invita a perderse en sus rincones. Para los amantes de la historia, una parada en el Museo Internacional de la Esmeralda es obligada. Aquí, las piedras preciosas que han dado fama a Colombia brillan con un verde intenso que fascina y conecta con la riqueza de esta tierra.
Artisan D.C Hotel, en el corazón de la zona G
@theartisandchotel
En plena Zona G, el Artisan D.C. Hotel nos recibe con el equilibrio perfecto entre diseño moderno y calidez hogareña. Nuestra habitación, con paredes de ladrillo a la vista, textiles en tonos azules y ventanas amplias, se siente como un rincón pensado para desconectar. Cada detalle aporta esa atmósfera acogedora que uno necesita después de recorrer Bogotá.
A pocos pasos, los mejores restaurantes, cafés y bares de la ciudad nos invitan a descubrir su propuesta culinaria. Desde cenas que sorprenden hasta esos cafés ideales para hacer una pausa, todo está aquí, cerca, y con un aire único que define a esta zona.
El hotel, además, ofrece la comodidad de estar conectado con toda la ciudad. Con su ubicación estratégica, moverse entre los rincones más interesantes de Bogotá es simple y eficiente. Este es, sin duda, un punto de partida ideal para disfrutar lo mejor que la capital colombiana tiene para ofrecer.
Calle 72 #5-51, Bogotá.