¿Se acuerdan de esa canción de James Brown que dice It’s a man’s man’s world? Con la celebración del Día del Padre, me he acordado de ella porque, como papá, me siento igual, pero al revés: soy un infiltrado en un mundo de mujeres. ¡Todo lo relacionado con las guaguas está hecho para ellas!
Cuando era chico, siempre me pasaba que me veían con mi papá y creían que era mi abuelo. Eso me indignaba. Ahora me pasa algo parecido: cada vez que estoy con mi hija y con alguna mujer –una amiga, la enfermera que me ayuda con la Cora, una tía, quien sea– la gente simplemente asume que es la mamá. Como que tiene que haber una mamá. Y no. Entonces aplico terapia de shock y digo: ella no tiene mamá, yo soy el papá. Y ponen una cara media extraña, sin saber qué decir.
Yo sé que esto no es de maldad, es solo porque así ha sido siempre: todo lo que tiene que ver con las guaguas está hecho para mujeres y eso, como papá, me hace sentir como un infiltrado, un outsider. Ellas tienen un nivel de información atómico –que comparten en sus chats– sobre todo lo que hay que saber, desde cómo poner la cuna y cuáles son los mejores pediatras hasta dónde venden la ropa más linda. En cambio, yo tengo que estar como de punta y codo tratando de cachar dónde están las cosas que necesito para Cora. Ahora, por ejemplo, tenía que comprar un pinche para la chasquilla, y ni idea de dónde conseguirlo. ¡Yo no pienso en pinches! Y preguntarle ese tipo de cosas a un hombre es impensable. Al menos no conozco a ninguno en mi círculo al que le pueda preguntar algo así.
Conversé sobre esto con un amigo mío que es gay y también es papá. Le pasa lo mismo. “Van apartando a los papás, porque todo es más amigable para las mamás”, me dijo. Y es muy cierto.
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Mis amigas están de acuerdo en que estas cosas debieran ser importantes para todos los padres, sean gay o no, y hoy no es así. “Tú estás viviendo esto como papá y papá, no queda otra porque no hay mamá, pero en el mundo heterosexual todo esto está cargado hacia la mujer y no debiera ser. Los hombres debieran compartir estos temas con la misma preocupación, intención y cantidad de horas mentales que las mujeres; o sea, a un hombre debiera importarle la compra de la cuna, de las sábanas, y más adelante, del uniforme y los materiales del colegio”, me dijo una. Y otra: “Los hombres debieran apoderarse de un espacio que les corresponde, porque están en su derecho, igual que nosotras, a elegir, a tomar decisiones. Se nos adjudicó todo esto a las mujeres, hicimos nuestro eso de preocuparse por la sabanita, y de que esto combine con esto otro, pero debiera ser un mundo compartido”.
Lo bueno es que todo esto está cambiando de a poco. Por ejemplo, el año pasado me recomendaron un curso para regular el sueño. Una de sus socias –que ahora tiene un nuevo emprendimiento, @antes_de_sonar– me contó que hace un par de meses recibió un mensaje de un papá que la felicitaba por lo que hacía pero que le chocaba mucho que todo iba dirigido a las mamás. “Me hizo darme cuenta de que era verdad, que había sido algo muy inconsciente y que tenía que cambiar, porque hay muchos papás involucrados en los temas de crianza”, me dijo.
De momento, a falta de hombres con quienes comen- tar estos temas, tengo cuatro amigas con las que hablo todo lo relacionado con la Cora, divididas por ramas. Con una veo todo lo que es ropa y accesorios; la otra es más hardcore baby tips; la otra tiene una forma de vivir muy similar a la mía y entonces le pregunto sobre seguridad de la casa, sobre cómo arreglar todo, esas cosas más técnicas; y luego está mi mejor amiga, a la que le pregunto de todo.
Con Felipe tenemos muchas ganas de aprender, de hacerlo bien como papás, y para eso necesitamos esta ayuda, porque no sabemos nada sobre guaguas y hemos tenido que ir aprendiendo en el camino. Pero también hay mujeres a las que les encanta darte datos e información sin que lo pidas, como si no hubieras tratado 45 mil cosas antes. Esas son tremendas, son como las mamás amazonas: vienen con todo el poder a decirte cómo tienes que hacer todo y es como mandatory. Te dicen que tienes que cambiar las sábanas blancas porque se te van a manchar o botar todos tus vasos y cambiarlos por vasos plásticos. ¡Puras cosas que no voy a hacer jamás!
He hablado con algunas amigas y también se sienten un poco atemorizadas por estas súper mamás, como que terminan angustiadas. En eso una de mis amigas me ayudó mucho cuando me dijo: “nadie conoce a tu guagua mejor que tú”. Eso me quedó dando vueltas porque uno, como papá, necesita calma. Cuando hablo con mis amigas que están igual que yo, primerizas, la palabra que resuena y resuena es miedo. Miedo a cagarla, a que a tu hija le pase algo, a no saber qué hacer.
He conocido un nivel de miedo, de terror, que no sabía que podía ser posible.
Al final, todos esos clichés que uno ha escuchado de la gente sobre sus hijos son verdad, como esas frases tipo “mi hija es la persona que más me ha enseñado en el mundo”. Siento exactamente todas esas esas tonteras: no es que mi hija me haya enseñado, pero ahora mis prioridades son otras y estoy infinitamente más relajado. Tengo menos rabia en general y engancho menos en peleas, porque tengo la cabeza en tantas cosas. Sobre todo, en sus cosas…
No sé cómo va a ser para Cora crecer con dos papás. No me lo pregunto mucho. Como que voy día a día. Tengo claro que en el mundo en el que me muevo va a ser piola. Hay muchas parejas homoparentales ahora, y eso va a hacer que no sea tema. El otro día estábamos paseando por la calle con Felipe y la Cora, y una señora que iba en auto paró a decirnos que nos felicitaba, que lo que estábamos haciendo era increíble. Fue un buen augurio. Y un buen estímulo para desearle un FELIZ DÍA DEL PADRE a todos los papás. Y que nunca más nos sintamos como intrusos solo por querer ser eso que somos: papás.