En inglés es hoodie y el Het Nieuwe Instituut, el museo holandés de arquitectura, diseño y cultura digital, en Rotterdam, preparó una exposición sobre esta prenda que, además de ser la favorita de los millonarios tecnológicos y de la Generación Z (nacida entre 1997 y 2012), tiene una enorme carga social y política. La exhibición estará abierta hasta el 12 de abril de este 2020.
La razón del nacimiento del primer hoodie, en los años 30 y bajo el sello de la marca de ropa deportiva Champion, fue para proteger a sus portadores del frío y del viento. Perfectos para deportistas, estudiantes y obreros, su paso a las calles fue en Estados Unidos, en los 70.
La película Rocky (1976) es un ejemplo. En ella tiene un significado relacionado al esfuerzo y la clase trabajadora. Tras esa cinta –y con el intermedio del niño protagonista de E.T (1982) y su polerón con capucha rojo–, la masificación fue rápida; grafiteros, hiphoperos y skaters lo adoptaron casi como uniforme.
En la muestra, el hoodie que más destaca es February II, una obra con flores, sedas y lentejuelas del artista visual estadounidense Devan Shimoyama (31 años) que homenajes a Trayvon Martin, el joven afroamericano de 17 años asesinado en 2012 por un vecino-vigilante que creyó que era un delincuente sólo por verlo con un polerón con capucha oscuro.
Otra de las piezas que llama la atención corresponde a la serie Exactitudes, de los fotógrafos holandeses Aris Versluis y Ellie Uyttenbroek; en esta oportunidad su trabajo muestra las diferencias que emergen en la similitud de un grupo de personas que lleva hoodies con el logo de la Unión Europea. La moda está presente con Yohji Yamamoto y Alessandro Michele (Gucci), entre otros.
La curadora es la escritora de moda Lou Stoppard y ha puesto énfasis en las contradicciones y tensiones que hay en un hoodie. También ha ido más allá, explicando que “como prenda, la sudadera con capucha define nuestros tiempos: cuenta muchas historias sobre desigualdad social, subculturas, brutalidad policial, racismo, privacidad, miedo y, a su vez, moda. Es la última prenda política de la moda, puedes perder tu vida por usarla, puede provocar miedo, celos, camaradería e incluso furia en los demás”.
Cualquier similitud con la acusación del Gobierno chileno a los jóvenes y amantes del K-pop es pura coincidencia.