Hay momentos en la vida que marcan un antes y un después. Para Anthony Hopkins, ese instante llegó una noche cualquiera en California, hace casi cinco décadas. “Estaba borracho, manejando mi auto aquí en California, completamente en blanco. Sin idea de adónde iba, cuando me di cuenta de que podría haber matado a alguien. O a mí mismo, lo cual no me importaba“, recordó el actor en una reciente entrevista con The New York Times.
El ganador del Oscar no necesitó adornar el relato: el peso de sus palabras basta para entender el vértigo de aquel despertar. “Podría haber matado a una familia entera en un auto, ¿sabes?”, añadió.
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Hopkins tenía 38 años cuando, tras años de batallar contra el alcohol, escuchó una voz interior que lo cambió todo. “Eran exactamente las 11 en punto, miré mi reloj. Y aquí viene la parte inquietante: algún pensamiento profundo, poderoso, o una voz que surgió desde adentro me dijo: ‘Se acabó. Ahora puedes empezar a vivir. Y todo ha tenido un propósito, así que no olvides ni un solo momento’“, relató.
Aquel mensaje “masculino” y “como una voz de radio”, según lo describió, le quitó para siempre el deseo de beber. Desde entonces, el protagonista de El silencio de los inocentes no volvió a tocar una copa. En diciembre pasado celebró 49 años de sobriedad.
“Me di cuenta de que era alcohólico y recuperé la razón”, dijo. “Ahora no tengo teorías, salvo la divinidad. O ese poder que todos poseemos dentro de nosotros y que nos crea desde el nacimiento: la fuerza vital, sea lo que sea. Creo que es una conciencia. Eso es todo lo que sé”.
Hoy, a los 87 años y con una carrera que parece inmortal, Hopkins mira hacia atrás con una mezcla de gratitud y asombro. “Hay dificultades monstruosas en la vida, y uno se da cuenta de ellas”, reflexionó. “Pero finalmente, acercándome a los 88 años, despierto en la mañana y pienso: ‘Sigo aquí. ¿Cómo?'”.
En su relato, no hay grandilocuencia ni moraleja. Se trata solo del testimonio de un hombre que sobrevivió a sí mismo, que encontró la claridad en medio del caos y aprendió que, a veces, el renacimiento comienza con una voz interior que dice: “Es hora de empezar a vivir”.
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