La imagen de John Lennon desnudo y abrazado a Yoko Ono, solo horas antes de que el músico fuese asesinado, o Whoopi Goldberg sumergida en una tina de leche, o la ya icónica imagen de una Demi Moore desnuda y embarazada en la portada de Vanity Fair. Lo cierto es que Annie Leibovitz parece haberlo visto todo. Pasando por la guerra en Bosnia, donde fue en calidad de corresponsal gráfico, a fotografiar en una sesión especial y muy exclusiva a la Reina Isabel II en el mismo Palacio de Buckingham, a llevar registro de la agonía de la afamada intelectual, Susan Sontag, quien además fue su pareja. Anna Lou Leibovitz nació en Connecticut en 1949 y empezó a firmar como Annie a los 25 años cuando se convirtió en la fotógrafa de la revista Rolling Stone y comenzó a girar acompañando a las estrellas de rock.
“La gente cree que empecé fotografiando a los Rolling Stones porque me interesaba el rock, pero lo que me atraía, desde que estudié Bellas Artes y dejé la pintura, era la fotografía. Es un campo donde todo cabe. Y si te dedicas a fotografiar durante 50 años, no cambiar tú misma como persona sería lo raro. No cambiar es no haber vivido, ¿no?”, afirma de manera categórica, como también asume que, paradójicamente, no le gusta ser fotografiada: “Me incomoda. Necesito saber quién está al otro lado. Me he ido relajando con los años. Al ir convirtiéndome en alguien conocido, he tenido que rebajar esa exigencia”.
Ha fotografiado a Meryl Streep maquillada como mimo a lo Marcel Marceau, a Arnold Schwarzenegger mostrando el trasero y al guitarrista Keith Richards dormido, o quizás drogado, en el cielo. Las celebridades parecen entregar gran parte de confianza en sus manos: “En 1975, tres años después de que mi profesor Robert Frank lo hiciera, me contrataron para fotografiar el tour de los Rolling Stones. Decidí dos cosas: vivir con ellos y molestar lo menos posible. Eso sí, que Keith Richards se quedara dormido en el suelo no era excepcional”. De la misma manera, registró en la cama a Miles Davis y a la diseñadora de modas Vivienne Westwood medio desnuda y mostrando algunos kilos de más. Annie reflexiona: “una fotografía nunca es privada, aunque una cama pueda sugerirlo. Vivienne Westwood es una mujer muy abierta. Pero lo importante es que nos fijamos en eso por encima del deseo que hay en la foto. Sería un error no retratar a alguien tal como es por prejuicios propios.
Al cumplir 40 años, y quizás con la intención de desmarcarse del mundo de las celebridades y llevar su talento más al límite, Annie Leibovitz se convirtió en fotógrafa de guerra cubriendo el conflicto en Bosnia, “no sé si fui fotógrafa de guerra, hice fotos en Sarajevo acompañando a Susan (Sontag, su pareja en aquellos años), que estaba ahí. Los verdaderos fotógrafos de guerra me miraban preguntándose: “¿Qué hace esta aquí?”. Y tenían razón. Y no la tenían, porque cada uno ve desde lo que es. Un verdadero fotógrafo de guerra suele ser una persona muy dura y no me gustaría serlo.
En contraposición, ha fotografiado a las más célebres supermodelos y Annie dice, medio en broma, que “algo maravilloso de la moda es que las modelos posan. En la vida real una cámara incomoda a todo el mundo. Nadie quiere que lo fotografíen. En la moda están ahí para ser retratados. Te esperan, te ayudan, aman ser fotografiados. Cate Blanchett, Kate Moss, etc. Toda esa gente es muy colaboradora. Te ayudan”.
Acaba de lanzar el tercer libro que recopila su trayectoria, Wonderland, editado por la editorial Phaidon y que por ahora se puede comprar a través de sitios como Amazon. El volumen incluye el retrato que Leibovitz le hizo a Melania Trump emulando la foto de Demi Moore embarazada, pero en las escaleras de su jet privado y con Donald Trump dentro de su auto, “Cuando hice esa foto era impensable que él pudiese llegar a ser presidente de Estados Unidos”, confiesa. “Tengo una relación de amor-odio con esa imagen. La historia era sobre una modelo embarazada. Y es de esas veces en las que la realidad supera a la ficción. Nos citó en el aeropuerto. Estábamos fotografiándola y de repente llegó él. Y pasó lo que pasó. A veces la vida atropella a la fotografía. Uno hace una foto y, cuando pasa el tiempo, la historia que encierra se lee desde otro ángulo. Durante un tiempo pensé en retirar esa imagen de mi portafolio. Ahora creo que debe estar: demuestra el espectáculo en el que esta gente ha convertido su vida”.
Como el paso del tiempo puede reinterpretar una imagen podría ser motivo de una conferencia, acá Annie Leibovitz reflexiona: “las fotografías cambian según cuándo se miren y según con qué conocimiento se lean. Retraté a John Lennon horas antes de que lo asesinaran. Era un abrazo amoroso, pero se convirtió en el último beso”. En la fotografía, el músico está desnudo, en posición fetal mientras que Yoko Ono está vestida, “pedí que se desnudaran los dos y solo aceptó hacerlo él”, confiesa la fotógrafa. “Quise mostrar amor y encontré azar, que muchas veces ayuda. Por eso hay que buscarlo con paciencia”.
“Como fotógrafa soy también una autora, e intento retratar a las personas como creo que son, no lo que siento por ellos. En 1975 pasé de fotografiar a Mick Jagger, que era el sex-symbol del momento, superdelgado y alocado, a retratarlo con un cuerpo inmenso. A Arnold Schwarzenegger, lo comencé a retratar cuando fue campeón mundial de físicoculturismo en Sudáfrica, lo he visto casarse, divorciarse, triunfar como actor y convertirse en político. Lo he sacado fuerte y también vulnerable. Igual que todas las fotos no resumen una personalidad, aunque la apunten, a veces un físico muy marcado oculta quien uno es”, cuenta Annie Leibovitz.
Sus fotografías rozan la perfección y la pulcritud, por eso intriga y es necesario saber cuánto de Photoshop utiliza en sus trabajos: “En las primeras décadas, nada. Hoy en el mundo digital el cuarto oscuro es un ordenador y la demanda de imágenes contrastadas es incesante. Yo no hago fotoperiodismo, y en fotografía artística el retocado es necesario. Pero tengo una cosa clara: nada comunica como una verdad. La realidad es mucho más potente que el Photoshop”.
Ha retratado a Katy Perry, a Lady Gaga y a la Reina Isabel II. Da curiosidad preguntarse cuánto logra conocer a las personas mientras las retrata, a lo que Leibovitz responde: “cuando era joven creía que sí las llegaba a conocer, pero me di cuenta de que era mejor marcar una distancia. Creo que una de las razones por las que me ha ido bien es porque lo que me importa es que las fotos sean buenas y no me he perdido buscando otra cosa.