Por Ada Albornoz G.
En la sociedad que vivimos hoy, rápida, globalizada y digital, muchas cosas se vuelven fáciles, pero tal vez el amor no. Si bien, el término amar puede resultar complejo, personal y subjetivo, pareciera que para nuestros padres y abuelos no fue tan complicado entenderlo.
Es un clásico citar a Zygmunt Bauman cuando hablamos del amor líquido de esta era, de la fragilidad de los vínculos humanos y las relaciones que se desarrollan posmodernidad. Para él, estas se caracterizan por su fugacidad, superficialidad y menor compromiso.
Bauman habla sobre la mercantilización de los lazos y el miedo al apego como amenaza a la autonomía personal. Como consecuencia a esta situación, el amor viene a ser sustituido por los amigos, las relaciones virtuales y el consumo mutuo con una búsqueda del placer.
Si bien, esta es la visión del reconocido sociólogo, el psicólogo y PhD en Comunicación, Luis Santana, cree que hay que distinguir que el fenómeno se da solamente en lugares urbanos. Los países que aún no alcanzan el mismo desarrollo y no se encuentran insertos en la lógica capitalista, serían más apegados entre ellos y con relaciones de larga data.
Continúa señalando, “con respecto a si los vínculos son más frágiles, no sé si estoy de acuerdo con esa posición. Las personas son más conscientes de las responsabilidades que implica comprometerse en una relación romántica afectiva. La gente es más racional para evaluar el compromiso”, comenta Santana.
Para la psicóloga de la Universidad Andrés Bello, Patricia Abrigo, los vínculos se encuentran debilitados por la inmediatez de esta era. Antiguamente la ropa, autos, electrodomésticos y muchos otros objetos duraban años, mientras que hoy la mayoría de las cosas son efímeras y a bajo costo. El plástico introdujo el término de desechable no solamente en el mercado e industria, sino que también en las mentes.
“El individualismo que entregó la inmediatez hizo que la gente perdiera la comunicación, la capacidad de entender al otro y la tolerancia por consecuencia”, dice Abrigo. “La tolerancia está mal entendida, antiguamente se ocupaba de forma represora, tú tenías que aguantar -eso también está mal-, pero ahora hay poco entendimiento, no hay paciencia para entender las opiniones, se quiere competir y ganar”.
Para esta psicóloga, las parejas tendrían vínculos frágiles, debido a que existe una concepción errada de libertad, consecuencia del individualismo de la época. “La gente quiere creer que no está comprometida, pero es una ilusión que supuestamente no tienen esa presión, cuando en realidad, sí existe ese compromiso, aunque no haya una formalización. Hay poca complicidad en las parejas, se perdió el término de proyecto juntos, si algo cambia, lo desecho”.