Además, comenta que ex compañeros RN la han llamado para postularse a gobernadora o constituyente, pero hasta ahora lo descarta; y es que por estos días, esta exsenadora está abocada a su protagónico en la obra por streaming Mujeres al borde de un ataque de lucidez, donde habla de los derechos de las mujeres.
Lily Pérez está en campaña otra vez. Está haciendo un puerta a puerta, más bien un pantalla a pantalla, para hablar de los derechos de la mujeres. El punto es que esta vez no lo hace como candidata, sino como actriz y protagonista de Mujeres al borde de un ataque de lucidez, obra de tres relatos teatrales que se emite vía streaming y que se convierte en su segunda incursión en el género desde el estreno de la versión local del éxito Los monólogos de la vagina, en noviembre de 2018.
Sentada frente a la pantalla del computador en su casa de Coquimbo, donde vive desde que renunció a Renovación Nacional en 2014, la ex concejala, ex diputada y hasta hora única senadora electa por esa tienda política, reflexiona: “No sé si estoy en una nueva carrera. Yo me siento una aprendiz. O sea, yo soy súper agradecida de la generosidad que todos han tenido conmigo (dice sobre el director Christian Villareal y compañeros de elenco, como Mónica Aguirre y Verónica González). He aprendido muchísimo. Han sido súper generosos todos conmigo.
–¿Qué has aprendido de ti?
–¿Qué he aprendido yo? Yo siempre sospeché… O sea, siempre he sido valiente. Sabía que era valiente, pero no sabía que era tan, tan audaz. Mucho más audaz de lo que pensaba. En política era súper valiente, al borde de lo irresponsablemente valiente.
–¿En qué sentido?
–Irresponsable conmigo misma. En que no medía las consecuencias de pelearme con los gallos, de hacerles la ley del hielo si era necesario y renunciar a un partido o no temer decirle nada nadie. Ser autónoma, libre. Pero esto para mí fue como una prueba conmigo misma: aceptar, actuar y hacerlo bien. O sea, cuando una actriz como la Paula Sharim va al estreno de Los monólogos… y me dice “yo vi tres actrices en el escenario”, para mí fue una cuestión súper fuerte, emocionante. Fue cruzar una barrera mental. Porque al principio estaba no angustiada, pero si tenía una carga emocional fuerte. Tenía miedo de ponerme una mochila y no cumplir las expectativas. Porque no quería que me dijeran: “sí, estuvo bonito, entretenido, pero es una humorada”. No quería hacer una humorada. No me gusta hacer humoradas.
–Lo que entiendo es que en política tu lucha iba por defender tus límites con los otros y acá era una pelea contigo misma.
–En la política era una pelea con mis pares y esta era una pelea interior. En el fondo, las dos apuntan a lo mismo: la libertad interior. Soy súper libre. Siempre lo he sido. Pero te diría que el teatro me ayudó a redondear mi libertad de alma.
–¿Y eso era algo que en la política no ibas a conseguir?
–Es que en la política al final estaba trabajando con pura energía negativa y esto es pura energía positiva, es una cuestión muy fuerte. Lo que más me gustaba era hacer terreno, ir a la calle, estar con la gente. Pero al estar en el lugar físico de las reuniones, en las comisiones, encontraba que el ambiente político era tan tóxico, que la energía era tan negativa, había tanta rabia, tanta envidia, tanta inseguridad, que al final yo sentía que me enfermaba físicamente.
Fue conocida la inflamación del nervio trigémino que la exparlamentaria sufrió en 2011, cuando venía de vuelta en un vuelo desde Israel, que la tuvo por meses en un doloroso tratamiento. Menos conocida fue la trombosis que en 2014 afectó su brazo derecho y que la llevó de urgencia a la clínica: “Fue el día que se inauguró la lápida de Daniel Zamudio en el Cementerio General”, recuerda. “Fui con la Karla Rubilar y la Ceci Pérez, que ya era ministra. Hacía calor y ellas me preguntaron por qué andaba tan tapada, y yo les muestro esta pelota roja que tenía en el brazo. La Karla, que es médico, me manda a la clínica, pero yo tenía que ir a un funeral La Florida de un amigo, entonces fui y llegué en la noche a la clínica. Me querían dejar internada, pero yo no quería. Pedí que me pusieran anticoagulantes hasta que me estabilizaran. Llamé a Miguel (Bauzá), mi marido. Nos fuimos a Valparaíso donde mis papás como a las 2:15 de la mañana, pasé a comprar más anticoagulantes y me acosté. No le conté a nadie y al otro día fui a trabajar como si nada. A mis papás les conté como tres años después.
–Una trombosis puede ser mortal, se desplaza el trombo al corazón, al pulmón…
–Sí sé. Ahí decidí renunciar. El doctor me dijo: “Lily, eres una persona tan sana emocionalmente que tú todo lo somatizas”. En la clínica ya me tenían cachada por lo del trigémino, entonces dije: “Esto no da para más”.
–¿Por qué no contarlo?
–Porque era como quedar como víctima. No quería, porque yo siempre tenía que tener coraza. En política los amigos son de mentira y los enemigos son de verdad. Eso yo lo aprendí hace muchos años.
–¿No te que quedan amigos en la política?
–Sí, pero eran amigos de mucho antes. Porque en la política yo siempre me sentí prestada. Nunca me vi envejeciendo en la política o apostando a una carrera toda la vida. Para mí la política no era una forma de vida. No era un decir “oye, después tengo que seguir porque si no ¿cómo voy a vivir?”.
–¿Te sentías así, o te hacían sentir así? Porque no es lo mismo.
–No, yo me sentía así. Siempre. Porque, de hecho, a mí nadie me fue a fue buscar para estar en política. Entré tocando el timbre y dije: “quiero ayudar”.
–¿No es esa la forma correcta de entrar al servicio público?
–Sí. Eso creo. Y también me fui de manera correcta, cuando sentí que había perdido la motivación; cuando sentí que el partido al que había entrado voluntariamente –porque a mí nadie me fue a buscar a mi casa, ni nadie me financió mi campaña– ya no era el partido liberal al que se supone que entré a los 26 años, que se suponía que luchaban por los derechos humanos y por las mujeres y ni por los pobres ni por los indígenas, ni por los gays, ni nada. Al revés, yo me daba cuenta de que al final terminaba siendo la única y terminaba golpeada. Votaba a favor de la ley antidiscriminación, se enojaban y me hacían la vida imposible. Votaba a favor del acuerdo la vida en pareja, lo mismo. O sea, toda mi historia fue igual. Y al final con la votación de la interrupción del embarazo en tres causales me dijeron: “Lily, con esto te vas a suicidar políticamente”. Me llamaron todos.
–Tu voto en el Senado y el de Karla Rubilar en la Cámara fueron claves en RN.
–Sí. Entonces al final estoy feliz de todo lo que hice en política. Y no reniego de nada. Donde voy, la gente es súper amorosa y cariñosa. Y siento que sembré mucho. La gente joven me pide muchos consejos.
Este año, durante la pandemia, Lily Pérez abrió su cuenta de Instagram y ahí se descubrió como influencer. Empezó a conectar con las nuevas generaciones no solo a través de consejos políticos, sino también de estilo de vida. Ayuda a mujeres emprendedoras a formar alianzas, da consejos de vida saludable y sobre cómo mejorar las energías del hogar: “Vas generando un círculo virtuoso de cosas positivas, de poder compartir ciertas cosas. Por ejemplo, si hice un altar en mi casa, lo comparto y digo, mira tú también puedes hacerlo. O que, aunque tengas un departamento chiquitito, puedes tener un minijardín, puedes tener una plantita. Háblale, cántale, tócale música. Es como ayudar un poquito al mundo. Eso es.
Pero Lily no se alejó de la política totalmente. Tras su salida de RN en 2014, formó Amplitud, partido político al que también se sumó Karla Rubilar y desde el que enfrentó las elecciones de 2017. Pero ahí la integración de los pactos electorales no la favoreció y no fue electa, pese a tener más votación que candidatos que sí resultaron elegidos. Fue su adiós definitivo. Hoy Amplitud ya es solo un movimiento político, tras ser disuelto por el Servel por falta de firmantes. Sus ex militantes emigraron a Evópoli, regresaron a RN o se independizaron. Según describe Lily Pérez, Amplitud también es un activo chat de WhatsApp donde se conocen las intrigas de los partidos de gobierno.
–Apoyaste el Apruebo en el pasado plebiscito. ¿Te interesa ser constituyente?
–No, para nada. Desde el primer día decidí que no, porque siento que en la vida tú tienes etapas. O sea, no me veo volviendo a la política, y me han llamado bastante, incluso excompañeros de mi partido original.
–No me digas que te ha llamado Carlos Larraín.
–¡Estás loca! (y lanza una carcajada, porque más de una vez ha hecho públicas las diferencias que tuvo con el ex timonel RN, a quien le criticaba una conducción machista y conservadora). Pero sí me ha llamado Francisco Chauhán. Es como lo obvio, te dicen: “Lily, tú podrías ser gobernadora o constituyente”. Pero, la verdad es que lo del teatro es absorbente y a mí no me gusta hacer las cosas a medias. Y siento que volver a la política por un cargo, si perdí la motivación, sería un engaño a mí misma, y también a la gente. Y no puedo. O sea, lo que veo, porque los conozco hace muchos años, es que hay mucho que están en política porque se acostumbraron a vivir de esa forma y tal vez no saben hacer otra cosa.
–¿Se mantienen por miedo de perder su estabilidad económica?
–Claro. Por razones económicas, por miles de razones. Por miedo. Es verdad. Pero perdí la motivación. A veces incluso he pensado que, si algún día volviera, me gustaría volver en un cargo menor, no con toda esa responsabilidad que tenía sobre los hombros. Porque yo era de las que hacía la pega. O sea, podrías pedir un certificado y ver que tengo cero pesos en viático, porque soy la única que durante todo mi período de senadora nunca viajó con viático del Congreso, ni como diputada ni como senadora, en mis 16 años de parlamentaria. Porque consideraba que, cuando eran viajes oficiales, primero te pagaban todo, y segundo, cuando eran viajes míos, aunque fuera para ir a un foro al que me invitaban, me daba vergüenza, con el sueldo que tenía, pedir un viático. Entonces encuentro que esas cosas nunca fueron valoradas, como que no importaban. Cuando decía bajémonos los sueldos, se enojaban. Cuando el año 98, recién electa, mandé una carta a LAN Chile para que las millas de mis viajes no se fueran a mi cuenta personal, tuve problemas. Todas esas cosas siempre me trajeron mucha mala onda con mis pares. Lo mismo que los exámenes de drogas, que todavía los veo, y digo “pucha que hacen falta”.
–¿Los notas hiperventilados?
–O sea, demasiado. Y es transversal. Entonces, al final lo que siento es que si algún día quisiera ser concejal de nuevo o ser core sería para apoyar una región, y sería porque tuviera la motivación, pero hoy no la tengo. No me motiva ningún candidato presidencial y no me motiva el gobierno tampoco.
“EL PRESIDENTE YA NO ESTÁ MIRANDO AL PAÍS”
–Fuiste vocera de Evelyn Matthei, en la campaña presidencial de 2013 contra Bachelet. ¿No es tu candidata ahora?
–Mira, creo que el único que ha tenido una evolución mental acorde con los cambios del país y al que le creo de verdad, es a Lavín. Nadie más. Es un gallo normal, austero, que no se ha enriquecido, que no es corrupto. Esas cosas a mí gustan. Lo que no me gusta es cuando aparece como atrincherado en un sector. Pero si él lograra lo que a él le gustaría ser, tal vez sería por el único que movería un dedo.
–¿Por qué no Evelyn Matthei?
–Porque lo hace genial como alcaldesa, no sé por qué desgastarse en una candidatura presidencial. Qué sentido tiene, cuando el Presidente Piñera, y lo digo con harta pena porque le tengo mucho cariño al Presidente, ha hecho un pésimo gobierno. O sea, más que pésimo gobierno, no hay gobierno. Qué vas heredar. Tú tienes que ser capaz de tener una transversalidad grande para el que venga, y si no lo logras, va a ser un desastre de nuevo.
–¿Ves a Matthei solo como una continuidad de Piñera?
–No lo quiero personalizar en la Evelyn porque le tengo mucho cariño, pero el resto de todos los candidatos que hay, la gente los atrinchera. La polaridad del binominal todavía está en la cabeza de la gente y eso tiene que ver con una pésima decisión que tomó el gobierno cuando asumió, que fue que en los seis primeros meses se dedicaron a hablar de que iban a estar tres períodos consecutivos. ¿Te acuerdas?
–¿Sinceramente? Cuesta acordarse de Chile pre octubre de 2019. Pero claro, era el Chile de las cumbres, de la Apec, la COP 25, Greta viajando acá.
–De la Copa América, de las Olimpíadas. Ese relato que se instaló fue tan arrogante que al final quedó en nada. Y fue peor, porque hizo daño y terminó en algo súper pendular, de izquierda y derecha. Se instaló la idea de que no iban a gobernar cuatro años, sino 12. Y eso fue nefasto. Y vinieron cosas malas, vino la pandemia. Entonces, con todo eso, tengo cero motivación. Porque la política se transformó en una cosa de trinchera y yo tengo un espíritu demasiado transversal, no tengo prejuicio. No detesto a alguien porque es comunista, por- que es socialista. No me cae mal alguien porque es gay. No tengo prejuicios con una jueza porque es lesbiana. No me educaron así. Entonces, esas trincheras que hay instaladas en el mundo actual, no solo en Chile, sino que también en Estados Unidos con Trump o en Brasil con Bolsonaro, y en Europa con las extremas derechas o izquierdas, con todos los que están legitimando la violencia como método de lucha, no me motivan en lo personal. Para mí, él o la candidata que logre encarnar ese sentido común, sin ese trincherismo extremo, es la persona que podría hacer respirar a Chile.
–¿Cómo has visto la conducción presidencial en esta crisis?
–Está súper aislado en su mundo personal. No está mirando más allá de lo que está pasando.
–¿Es una dificultad personal o es su cerco de asesores?
–Creo que son las dos cosas. Su segundo periodo es tan diferente del primero. En el primer periodo fue el presidente de todos los chilenos y fue súper autónomo, hizo lo que tenía que hacer y la gente lo apreció. En este segundo periodo, él se entregó a los partidos. Entonces no es presidente de Chile, es el presidente de Chile Vamos, y eso lo ha hecho cometer todos los errores del mundo, porque se pelean como perros y gatos. Cuando un Presidente de la República hace eso, deja de mirar al país. El Presidente ya no está mirando al país, y fue probablemente por este relato inicial donde lo orejearon y le dijeron: “Presidente, lo que usted tiene que hacer es entregarle el poder a uno de los nuestros. Hacer que seamos una dinastía que dure 12 años”. Y eso lo hizo cometer errores. Creo que el relato inicial fue un error, y se quedó sin relato país. Y el país le pasó por encima.