Hay muchas maneras de afrontar el paso del tiempo. Con agradecimiento, con resignación o aceptándolo como un factor más a la hora de tomar decisiones sobre nuestra vida y nuestro cuerpo, que conviene tener en cuenta para cumplir nuestros objetivos y lograr los mejores resultados.
Por ejemplo, no es raro buscar los ejercicios que más nos convienen conforme vamos cumpliendo años, pues no necesitamos lo mismos en la juventud. A la hora de perder peso sucede algo similar, y no es raro sentir que, según cumplimos años, mantener nuestro peso habitual es menos sencillo. Sobre todo en el caso de las mujeres, ya que los cambios hormonales tienen una influencia mayor que para los varones.
Por eso, en lugar de sentirlo como una derrota, lo mejor es tener en cuenta todo esto. Y sumarlo al resto de los factores que influyen en nuestra vida para ponerse manos a la obra y conseguir aquello que nos hemos propuesto.
Los cambios que experimenta nuestro organismo con los años se reflejan en nuestra piel, en los niveles de energía que tenemos, pero también en nuestro peso, que puede ir aumentando con la edad. A partir de los 40 es más sencillo ganar peso y, a partir de los 50, es más complicado perderlo.
Cumplidos los 40, nuestra tasa metabólica basal tiende a ralentizarse. Es decir, nuestro cuerpo tiene un menor gasto energético cuando estamos en reposo, aproximadamente un 5% menos con cada década que pasa una vez cumplidos los 30.
Al hablar de metabolismo, hacemos referencia a que las reacciones químicas se producen en nuestro cuerpo para convertir los alimentos en energía. Esto afecta a la energía que consumimos al movernos o hacer ejercicio en el gimnasio. Pero también necesitamos esa energía para otras actividades que nuestro cuerpo hace de forma inconsciente, como pensar, hacer la digestión e incluso respirar.
En general, las personas con un metabolismo más rápido consumen la energía rápidamente, por lo que no suele acumularse en forma de grasa. Con un metabolismo lento sucede lo contrario, por lo que intentar que este sea más rápido y más activo, poniendo en práctica algunos trucos sencillos, puede ayudarnos a la hora de adelgazar.
A pesar ello, un metabolismo lento no es el único motivo que puede hacer que nos cueste más perder peso a partir de determinada edad. Por muy activos que seamos y por mucho que nos cuidemos, el paso del tiempo es inexorable y hay algunas cosas que no podemos evitar, por ejemplo, es habitual que a partir de los 30 años perdamos entre un 3% y un 5% de masa muscular cada década.
Disminuye la masa muscular y también la quema de calorías. La grasa del cuerpo es el combustible que quema el músculo y al tener menos músculo, baja el consumo y la grasa se acumula.
Así, seguir comiendo lo mismo que antes puede hacernos engordar más. Es importante aumentar la masa muscular, por lo que hacer ejercicio destinado a ello puede ayudarnos a la hora de conseguir esos objetivos. Además, una musculatura más fuerte nos ayudará a proteger huesos y articulaciones.
Como ya hemos señalado anteriormente, conforme cumplimos años, se producen relevantes cambios hormonales en nuestro cuerpo. Los que también influyen en nuestro metabolismo y hacen más complicado que podamos perder peso. En el caso de las mujeres, durante la menopausia se produce un desequilibrio hormonal que, de cierta forma, facilita el subir de peso.
Los estrógenos producen grasa y la progesterona lo contrarresta. Como esta última se pierde más rápido, los estrógenos tienen vía libre para la producción de células grasas. A esto hay que sumar que su distribución suele cambiar y tiende a acumularse en el abdomen. Esto puede hacer más complicada la pérdida de peso, pero no imposible. Los cambios puede que tarden en notarse, pero confiando en los profesionales y concediéndonos tiempo para adaptarnos a los cambios establecidos, los resultados llegarán.
Habitualmente, las responsabilidades familiares y laborales son mayores a esta edad, lo que deja menos tiempo libre para dedicarle a la actividad física. Nos volvemos más sedentarios y esto hace que nuestro gasto calórico sea menor. Si no ajustamos esto a nuestra ingesta, el excedente se acumulará en forma de kilos de más. Por lo que aumentar la cantidad de actividad física que hacemos es ideal. Por ejemplo, subiendo por las escaleras o caminando durante más tiempo y a más velocidad cada día.
Dormir mal o no descansar las horas suficientes también puede influir en nuestro peso porque se produce un desequilibrio entre la grelina, que es la hormona del hambre, y la leptina, que es la de la saciedad, en favor de la primera.
El estrés también puede ser determinante y con el paso del tiempo nuestras cargas emocionales, así como las responsabilidades, son mayores, por lo que no es raro que esto nos afecte más.
Como hemos visto, hay muchos motivos que hacen que perder peso a partir de los 40 años sea más complicado que hacerlo cuando somos más jóvenes, por supuesto esto no hace que sea imposible, solo que tengamos que cambiar nuestra forma de conseguirlo. Eso sí, en cualquier caso y sea cual sea nuestra edad, si queremos hacerlo de un modo saludable y seguro, ponernos en manos de profesionales es lo mejor que podemos hacer.