“El tiempo es arena entre mis manos”. Esa es una de las frases de Lago en el cielo, el último tema que Gustavo Cerati tocó en este mundo. Eso fue hace 10 años, poco antes que le viniera el accidente cerebrovascular, que lo dejaría en coma profundo por cuatro años, antes de morir.
El día fatal, fue como hoy, un 15 de mayo; en el backstage del escenario que se había montado en el campus de la Universidad Simón Bolívar, Caracas, Venezuela. Una noche en que como siempre lo dio todo, pero que además venía con la antesala de seis meses de la intensa gira por su disco Fuerza Natural; con 21 conciertos, en ocho países.
En Chile estuvo el 30 de noviembre de 2009, en el Movistar Santiago. Su look estaba inspirado en Jimmy Hendrix (a quien admiraba) e hizo alusión al jinete enmascarado que estaba en la portada de su álbum reciente. Obviamente tocó la canción Fuerza Natural, y siguió con Cactus, Puente, Rapto, Magia, Tracción a sangre y tantas más que desarrolló como solista. También viajó en su tiempo y fue por Crimen, Adiós y, como en su última noche, Lago en el cielo. En el escenario, como en los que vinieron meses después, estuvo acompañado de grandes amigos de su vida: Anita Álvarez de Toledo, en el coro; Leandro Fresco, teclados; Fernando Nalé, bajo; Fernando Samalea, batería; Gonzalo Córdova, guitarra; Richard Coleman, guitarra.
Abajo, y con la perspectiva perfecta, Adrián Taverna, el sonidista que siempre lo acompañó. “Tuvimos una relación de mucha amistad y aprendizaje juntos. Fuimos muy compinches siempre””, dijo Taverna, hace unos años al diario El Clarín.
Volviendo al fatal 15 de mayo en Venezuela, tras cantar Lago en el cielo, Cerati descendió del escenario y como siempre fue tras bambalinas donde compartiría con algunos fans y más cercanos. Mientras se tomaban la tradicional foto grupal de la gira, se puso pálido; dicen que “con los ojos desorbitados”. Fue ahí cuando Taverna le preguntó si le pasaba algo y no le pudo responder. Tal como ha contado el sonidista, Gustavo Cerati se fue a su camarín, se desvaneció, perdió la conciencia y lo encontraron en el suelo.
Inmediatamente lo llevaron a una clínica (el Centro Médico Docente de la Trinidad), en la que estuvo veinte días. Después lo trasladaron a Buenos Aires, donde primero estuvo internado en el Fleni (especializado en neurología); durmiendo, bajo un sueño que empezaba a ser eterno.
La Clínica AlCLA vino después. Su familia siempre estuvo con él. Sus hijos, Benito y Lisa, sus hermanas, su ex, la chilena Cecilia Amenábar. Su madre, Lilian Clark, que todos los días llegaba a las 16 horas a cuidarlo. “Solo falta que Gustavito abra los ojos”, dijo una tarde de noviembre de 2016.
Sin embargo, eso no ocurrió; pero su voz siempre vuelve. Como en cada mayo, como en este caso. Cada agosto, por su cumpleaños. Cada septiembre, por su muerte (el 4 de septiembre de 2014). Y cada febrero, cuando es imposible no volver a sus presentaciones en el Festival de Viña del Mar; sobre todo aquella de 1987, donde enamoró a un país, junto Zeta Bosio y Charly Alberti. Soda Stereo.