Revista Velvet | “Nadie quiere esto”, la serie que mejor entendió el amor moderno
Cultura Pop

“Nadie quiere esto”, la serie que mejor entendió el amor moderno

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“Nadie quiere esto”, la serie que mejor entendió el amor moderno

POR Rommy Buchholz | 04 diciembre 2025

En diálogo con Jackie Tohn y Timothy Simons, quienes forman parte del elenco de la exitosa serie de Netflix, exploramos cómo la ficción creada por Erin Foster e inspirada en su propia historia amplía su mirada sobre las relaciones, la identidad y lo que significa sostener el amor.

En un panorama televisivo saturado de comedias románticas que prometen reflejar el “amor moderno” sin ir más allá, la serie de Netflix “Nobody Wants This” (Nadie quiere esto, para América Latina) se ha convertido en una bienvenida rareza. Su primera temporada destacó por su humor agudo y su mirada honesta sobre la intimidad, por lo que se convirtió en uno de los títulos más comentados de 2024. El éxito tal que en octubre se estrenó ya una segunda temporada y se espera una nueva para 2026.

Creada por la escritora, actriz y productora estadounidense Erin Foster, la serie está inspirada en su propia historia, la de una mujer no judía que se enamora de un rabino. La serie sigue a Joanne (Kristen Bell), una podcaster agnóstica, y a Noah (Adam Brody), un rabino dividido entre la fe y el deseo. A su alrededor orbitan Morgan (Justine Lupe), la hermana de Joanne; Sasha (Timothy Simons), el hermano de Noah; y Esther (Jackie Tohn), su esposa. En su segunda temporada, “Nobody Wants This” amplía su universo: Joanne enfrenta el dilema de convertirse al judaísmo, mientras Morgan vive su propia historia de amor.

Nuevos personajes –entre ellos Leighton Meester y Seth Rogen– ponen a prueba la fe, el deseo y lo que significa sostener el amor.

Aunque todas las side stories de esta nueva temporada son atractivas, la de Esther y Sasha se ha convertido en la favorita del público y en una de las más comentadas. En esta etapa, las historias que antes orbitaban en torno a Joanne y Noah, adquieren fuerza y sus personajes dejan de ser espectadores para vivir su propio arco emocional.

En una conversación con los actores Timothy Simons y Jackie Tohn, quienes interpretan a Sasha y Esther, hablamos sobre cómo vivieron el crecimiento de sus personajes y qué descubrieron en esta segunda entrega sobre el amor, la identidad y la humanidad que hay detrás de las decisiones que toman.

–Esta temporada, la relación entre Sasha y Esther deja de funcionar como un refugio y se convierte en un espejo que revela fisuras, tensiones y también crecimiento. Cuando estaban filmando, ¿qué les mostraba esta dinámica sobre sus propios personajes?

Jackie: No era realmente un refugio. Era algo más interesante.

Timothy: Creo que algo que me mostró fue que me gusta la forma en la que Sasha reacciona ante esa sensación de “he decepcionado a alguien a quien amo profundamente”. Y cómo responde a eso, pensando: ‘No voy a darla por sentada, no voy a tomar esto a la ligera. Voy a apoyarla, voy a intentar comprometerme de nuevo con esto’. Incluso si las cosas no salen bien, sigue viniendo desde un lugar de amor profundo. Él quiere que ella sea feliz, quiere que piense que su vida juntos es buena, que puede ser mejor de lo que ha sido. Creo que esa es una respuesta muy bonita que él tiene ante eso.

Jackie: En la primera temporada, Esther se da cuenta de que todos los demás se están divirtiendo mientras ella está ahí, tensa, acatando las normas y pensando: “¿Por qué soy la única que sigue las reglas?”. Pienso que en la segunda temporada se da cuenta de que también puede pasarlo bien, de que puede soltarse un poco. No sé si lo logra del todo, pero lo intenta. Trata de reconocer que su energía no tiene que estar siempre apretada en un puño. En ella ocurre una exploración: ‘¿qué quiero?, ¿quién soy?’. Solo se ha conocido a sí misma estando con Sasha. Realmente emprende un viaje personal.

LA RELIGIÓN COMO PERSONAJE PRINCIPAL

En “Nobody Wants This”, el judaísmo no es una decoración cultural, sino un elemento narrativo vivo. Inspirada en su propia historia, Erin Foster construye una serie donde la fe se entrelaza con lo cotidiano: el shabat, los códigos comunitarios y las tensiones entre tradición y vida moderna.

Esa representación, celebrada por su autenticidad y humor, también generó debate dentro de comunidades judías. Según el Jewish Women’s Archive de Estados Unidos, la primera temporada tendía a mostrar a las mujeres judías desde una mirada limitada, marcada por la rigidez y el control, mientras los personajes masculinos mostraban mayor profundidad y complejidad. Esther concentró gran parte de esa discusión.

En los primeros episodios, su personaje encarnaba precisamente esa tensión: una mujer atrapada entre la exigencia, el deber y la desconexión emocional. Que la interpretara Jackie Tohn, también judía, reforzaba el dilema de fondo: un papel escrito desde la misma caricatura que tantas veces las redujo a un arquetipo.

La segunda temporada marca un cambio decisivo: el equipo escuchó las críticas. Esther deja atrás el molde que la limitaba y se despliega como un personaje complejo y vulnerable. De “villana emocional” pasa a ser una figura entrañable. Sus contradicciones adquieren contexto y su relación con Sasha se vuelve el honesto retrato de dos personas que aún buscan entenderse.

La nueva Esther habita un punto más real: no reniega de su identidad ni la convierte en discurso. La vive, la cuestiona y la disfruta con naturalidad. Al hacerlo, rompe con el molde que durante años definió a personajes como Midge Maisel en The Marvelous Mrs. Maisel o Rebecca Bunch en Crazy Ex-Girlfriend: mujeres brillantes, pero escritas desde la contradicción o la neurosis. Esther propone algo distinto: una mujer judía que no necesita exagerar ni huir para existir en la pantalla.

–En tu interpretación hay una naturalidad muy intuitiva con la identidad judía de Esther. No parece algo explicado ni actuado, sino vivido. ¿Sientes que, de alguna manera, estás aportando una mirada distinta a cómo se ha retratado históricamente a las mujeres judías en el streaming?

Jackie: Es una pregunta enorme. Y, para ser franca, no, no lo creo. No sé cómo se ve desde afuera, ni si la forma en la que yo interpreto a Esther está logrando eso. Yo no estoy tratando de salir al mundo diciendo: “Estoy cambiando la narrativa”. No es una medalla que esté intentando llevar. Pero si eso está pasando, aunque sea un poquito, me dan escalofríos en todo el cuerpo. Existe ese estereotipo sobre las mujeres judías que dice: “Cásate con una mujer judía y nunca más tendrás que tomar una decisión en tu vida”. Y en parte es cierto. No es tan errado. No es un dicho que haya existido por cien años porque no tenga nada de cierto.

–¿Por qué lo crees así?

–Pienso que hay una forma en la que las mujeres judías fuertes pueden ser, y son. También quería asegurarme de que Esther fuera multidimensional, con capas, leal, que amara a la gente que la rodea, que pudiera reírse y pasarlo bien, y que, además, sea quien probablemente toma la mayoría de las decisiones en su casa. Son muchas cosas ocurriendo al mismo tiempo. Pero es un tremendo cumplido, y gracias por eso.

En esta segunda temporada, Sasha y Esther se transforman en el centro del relato. Ya no se trata de un romance sino de dos personas que se aman, pero dejaron de entenderse. Su despedida, marcada por la ternura y la lucidez, es uno de los gestos más humanos y sinceros del último capítulo de la serie.

Al mismo tiempo, Esther se vuelve el hilo que conecta el desenlace. Su conversación con Joanne aporta la pieza final: le recuerda que ya vive como una mujer judía y que la fe también puede ser un gesto cotidiano. Esa revelación enciende el cierre, la carrera, el reencuentro, la emoción.  También confirma el sello de Nadie quiere esto: humor, calidez y un final lleno de preguntas.

El fenómeno continúa. “Nobody Wants This” se alzó como una de las series más esperadas del año y Netflix confirmó su tercera temporada para 2026. Según reveló Erin Foster a la plataforma de streaming, escribir nuevamente sobre estos personajes “sigue siendo un privilegio”. Liderando la audiencia en más de 80 países, incluyendo a Chile, la historia promete seguir creciendo sin perder humor ni lucidez.

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