El vínculo entre el ejercicio físico y la sensación de bienestar está comprobado y, en algún momento, es el cuerpo el que te pide moverte. ¿No lo crees?
No soy de las personas que hizo deporte constantemente toda suvida. En el colegio teníamos natación y gimnasia, pero mi madre, muy inteligente, siempre nos exigió hacer alguna disciplina deportiva (voleibol, atletismo y nado artístico). Terminado el colegio, adiós horas de deporte y me reencontré con él a los 25 años, hoy tengo 39. Desde entonces ese vínculo solo se ha fortalecido.
Fue en 2010, mientras estudiaba inglés en Nueva York, Estados Unidos, que amigo alemán y un turco salían a correr en las tarde y en una de sus invitaciones dije “por qué no?”. ¿Resultado? Nunca más dejé de correr. Volví a Chile y el hábito ya estaba integrado, además me descubrieron una resistencia a la insulina y la nutricionista tuvo la gran idea de tratármela con deporte y dieta. Nunca más tuve problemas con mis niveles de insulina, pero sí con los de deporte… en el buen sentido de la palabra.
Originalmente solo corría, a mi tiempo y mis distancias. Luego, en 2011, llegó una invitación de Nike para unirme a un Runclub de mujeres y ya el entrenamiento se volvió algo más profesional y constante. Más de una década después, llevo 7 maratones, innumerables 21k y corro 3 o 4 veces por semana. Sin embargo, con el tiempo empecé a sumar complementos, sumé sesiones de preparación física varias veces a la semana y una lesión me regresó a la natación.

En resumen, hoy nado, corro, hago preparación física, una hora de bodyfullness a la semana y KO, algo así como artes marciales combinadas. Todos los días hago deporte y alguna veces doble turno. Además, tengo una columna en la revista en la que pruebo nuevas disciplinas todos los meses. ¿Intensidad? Algo así. ¿Una relación tóxica con el deporte? Todo lo contrario.
Hoy mi cuerpo me pide moverme y si bien podría sonar a algo malo, para mí significa haber logrado un nivel máximo de constancia y disciplina. En mi caso, no es obligación y mucho menos un sacrificio, es algo que simplemente fluye. Claramente no tengo las mimas ganas y motivación todos los días, pero lo que sí se mantiene en el tiempo es el sentimiento post deporte.
Al hacer ejercicio las energías se mueven, la cabeza se libera y el estado de ánimo cambia. Y es que aún cuando te cansas, te recargas. He ahí el porqué “el cuerpo me lo pide”, algo que los expertos aseguran es real. ¿Cómo ocurre? Cuando realizas ejercicio o te mueves de forma regular a la par con tu estilo de vida, tu cuerpo llega a un punto en que asocia el movimiento con bienestar. Entonces, no te lo pide como obligación, sino como un reinicio o una forma de restablecer tus niveles. Además, la ciencia ha dejado más que comprobado que regula el estrés, mejora el humor y te ayuda a enfocarte. Esto gracias a la liberación de químicos cerebrales como endorfinas, serotonina y dopamina, los que generan un cambio en tu organismo.

Evidentemente podrías decirme que has tratado mil veces de hacer deporte, que has probado disciplinas variadas y que no logras mantenerlos en el tiempo. Para mí la respuesta es simple y siempre la misma: no lo hagas por obligación y busca algo que resuene contigo. Esto es como querer correr 42k sin haber probado 10k. No lo vas a entender y tu cuerpo tampoco.
Debes comenzar con algo que se adapte a tu estilo de vida, a tus capacidades y a tus gustos. Y cuando comiences a ver los resultados, será ese mismo sentimiento el que te motive a más. Quizás el amor por hacer deporte no cae del cielo, pero sí puedes entrenarlo, y una vez que te empiezas a sentir mejor… el organismo también lo entiende.
Eso sí, la constancia es importante, porque de otra forma tu cuerpo no llegará al punto en que necesitará moverse para sentirse mejor. Y, por lo mismo, no hay que confundir motivación con la constancia. La primera, obedece al impulso interno o externo que nos llevar a iniciar, dirigir y mantener la conducta hacia el logro de una meta, mientras que la constancia es llevar a cabo lo necesario para alcanzar las metas propuestas, pese a dificultades o escasez de motivación debido a ciertas circunstancias.
Entonces, cuando dices “es que no sé de dónde sacas motivación”, estás preguntando de forma incorrecta. La motivación puede estar al 100 como en el -1, pero lo que no puede faltar es la constancia. No tienes que entrenar todos los días, ni mucho menos hacerlo perfecto, lo real es ser constante y repetirlo para que tu mente y tu cuerpo asocien el deporte con el bienestar.
No vayas a la clase de pilates porque todos van. Si puedes hacer algo con tus amigos, increíble, pero también está bien salir de esa zona de confort para encontrar lo que te haga moverte. Comienza de a poco y dale tiempo, no vas a ser el mejor de la clase en una semana. Recuerda que no tiene que ser perfecto, sino constante. Y, lo más importante, que no sea un castigo.