En la más reciente entrega de The Reluctant Traveler, el programa de Eugene Levy en Apple TV+, el príncipe William dejó entrever un costado poco habitual: su propia visión sobre el matrimonio y la familia, moldeada por los errores del rey Carlos III y la princesa Diana.
A sus 43 años, el heredero al trono británico tiene claro que su experiencia como hijo de un divorcio mediático marcó profundamente la manera en que hoy cría a sus tres hijos junto a Kate Middleton, la princesa de Gales.
“Creo que es realmente importante que ese ambiente se cree en casa. Tienes que tener esa calidez, esa sensación de seguridad, de protección, de amor“, señaló William al hablar de la vida que construye con George, de 12, Charlotte, de 10, y Louis, de 7.
Sin embargo, reconoce que ese mismo calor familiar que experimentó en la infancia “duró poco tiempo”. El divorcio de sus padres en 1996, cuando apenas tenía ocho años, lo dejó con la certeza de que debía aprender de aquello. “Uno toma eso, aprende de ello e intenta asegurarse de no cometer los mismos errores que tus padres. Creo que todos tratamos de hacer eso“, dijo con franqueza.
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William también reflexionó sobre cómo el acecho constante de la prensa afectó la estabilidad del matrimonio de Carlos y Diana. “Al crecer, vi eso con mis padres. Los medios eran insaciables en ese entonces. Cuesta imaginarlo ahora, pero eran mucho más insaciables. Querían cada mínimo detalle que pudieran absorber. Y estaban en todo, literalmente en todas partes”, recordó.
El príncipe aseguró que se ha impuesto un límite para proteger a su familia. “Si dejas que eso se meta, el daño que puede causar a tu vida familiar es algo que juré nunca permitir en la mía. Por eso, trazo una línea muy clara sobre dónde creo que está ese límite y contra quienes lo sobrepasan, lucho“.
Las palabras de William son un recordatorio de cómo las cicatrices de su infancia han marcado la forma en que aborda la paternidad y el matrimonio. Consciente del peso de la corona, el príncipe busca que sus hijos crezcan en un entorno donde la calidez y la estabilidad sean inquebrantables, incluso bajo la mirada de un mundo que nunca deja de observar.
