Por Claudia Paz González Fotos Cristóbal Muñoz
Si hay algo que define a la argentina más chilena de las celebridades locales, es la capacidad de tomar el volante de su historia con determinación y osadía. Aunque el camino se bifurque, la ruta sea cuesta arriba o las curvas sean del terror, ella no se pierde jamás. Kilómetros de transformación están bien resumidos en el currículum de Vanesa Borghi (43), quien hoy vive uno de los mejores momentos. Su regreso a la televisión, el disfrute de su maternidad, la plenitud en el amor y la satisfacción de ver concretado el sueño de tener un nuevo hogar en el sur del país, es el corolario de años de cambios profundos y dolores que, lejos de abatirla, la hicieron más fuerte.
Desde que llegó a Chile con una maleta cargada de sueños, Vanesa supo conquistar a las audiencias con su autenticidad en televisión, pasarelas, campañas publicitarias, redes sociales y, más recientemente, proyectos personales como su podcast Hablemos de Moda y el programa Familia por el mundo, donde viaja junto a su pareja y su hijo mostrando distintas culturas y estilos de vida. Sin embargo, hay un espacio mucho más íntimo donde también encuentra libertad y conexión: su auto.
“¡Tengo una relación muy cercana con los autos!”, confiesa con esa sonrisa que ha convertido en su marca registrada. Para ella, conducir no es solo una actividad cotidiana, sino un ritual de autonomía, de calma en medio del vértigo diario y de autoafirmación. “Me encanta manejar, sobre todo en carretera. Es un momento para mí, para pensar, desconectarme del celular y conectarme con la música y el paisaje”, cuenta. Y es justamente ese espacio personal sobre ruedas lo que le ha permitido integrar su mundo emocional y familiar con su visión de futuro. “En ese trayecto, muchas veces me reordeno internamente. Es como un espacio terapéutico sobre ruedas”.
Tras su separación, la joven que brilló en el clásico de la TV Morandé con Compañía no teme en reconocer, con honestidad y sin dramatismos, que la ruptura marcó un antes y un después en su vida. “No ha sido fácil, porque cerrar una etapa siempre remueve cosas. Pero estoy eligiendo vivirlo desde el aprendizaje, desde el respeto y el amor que hubo”, dice. Hoy, con Carlos, su pareja actual, y su hijo Teo, ha formado la familia que siempre soñó tener cuando era una niña en Luján, Argentina. “Teo cambió todo. Es mi prioridad y también mi mayor maestro. Él me enseña a vivir el presente, a soltar el control, a mirar el mundo con asombro. Realmente todo lo que pueda decir es poco para lo que siento. Su llegada ha sido una felicidad indescriptible”, asegura.
“Creo que uno necesita romperse un poquito para volver a armarse desde un lugar más auténtico”, reflexiona. Y esa reconstrucción, asegura, también ha permeado en la forma en que toma decisiones cotidianas, incluyendo cómo se mueve por la ciudad o cómo elige su auto. “Lo que antes era solo una herramienta, hoy es también un símbolo de cómo quiero estar en el mundo, de la seguridad que necesito”, explica.
En esta etapa de maternidad, cambios y redescubrimiento, un nuevo protagonista llegó a su vida: el JAECOO 7 SHS, un SUV híbrido enchufable que no solo le ofrece eficiencia y seguridad, sino también un símbolo de transición hacia una vida más consciente. “Buscaba un auto que estuviera a la altura de este nuevo rol. Que fuera seguro, cómodo, pero también con estilo”, explica. “Lo que más valoro es que puedo moverme en modo eléctrico por la ciudad y viajar tranquila cuando salimos al sur. Es silencioso, limpio, eficiente. Siento que va en sintonía con cómo quiero vivir”.
Y aunque dice disfrutar de que la lleven cuando está muy cansada, reconoce que el placer de conducir sigue siendo parte esencial de su identidad. “Siento que el auto refleja quién soy: práctica, moderna, pero también con estilo y propósito”. También lo considera un aliado logístico. “Con un niño pequeño, cada espacio del auto cuenta. El baúl, la silla, el clima interior… todo importa cuando se trata de comodidad y bienestar familiar”.
Para Vanesa, la electromovilidad no es una tendencia pasajera. Es parte de una transformación más profunda que atraviesa múltiples dimensiones de su vida. Así como en su podcast promueve el consumo responsable y la moda circular, también cree que elegir cómo nos movilizamos es una forma de expresión personal y ecológica.
“Si mi auto pudiera hablar, diría que lo intento con conciencia. Que sé que cada decisión tiene impacto. Elegí un híbrido justamente por eso, porque me permite avanzar sin dejar huella innecesaria”, comenta. Y aunque todavía no da el salto al 100% eléctrico, no lo descarta. Al contrario: le entusiasma. “Estoy cada vez más cerca. Me encanta lo silenciosos que son, cómo me conectan con una forma de vivir más amable con el entorno”.
También valora que hoy la tecnología está al servicio del usuario. “Me gusta que el auto piense por ti cuando estás cansada. Desde los sensores hasta la asistencia en ruta, son detalles que suman y te hacen sentir más segura”.
Uno de sus lugares favoritos para manejar es el sur de Chile. La razón es simple: allá está su refugio, una casa que construyó con amor, detalle y paciencia. Un hogar que representa estabilidad, raíces y conexión con lo esencial. “Trato de escaparme cada vez que puedo. Allá bajo revoluciones, me reencuentro conmigo y puedo disfrutar a Teo sin tanta prisa. Es un lujo emocional”, confiesa.
En ese contexto, el auto vuelve a jugar un rol clave. No es únicamente un medio de transporte; para Vanesa es el puente entre lo público y lo íntimo, el que la lleva de la pantalla al bosque, de la alfombra roja al abrazo de su hijo. “Es también una burbuja donde puedo cantar a todo pulmón, pensar en voz alta o simplemente no hacer nada. Esa libertad no tiene precio”, dice.
La conductora e influencer es, sin duda, una mujer en movimiento. Y no solo porque su agenda esté llena o porque viaje con frecuencia. Su movimiento es interno, evolutivo, intencional. “Creo que el secreto ha estado en escucharme”, dice. “Hacer pausas, revisar si lo que hago me representa y tener la valentía de cambiar”.
Esa valentía, justamente, es la que la mantiene firme en el volante de su vida, adaptándose a nuevas rutas, pero siempre con el motor encendido y los ojos en el horizonte. Porque para Vanesa, como en todo buen viaje, lo importante es el destino y la manera de recorrerlo..