Mientras los reflectores iluminaban el Castillo de Windsor el pasado 8 de julio. Y las cámaras capturaban cada gesto durante la ceremonia oficial de bienvenida al presidente francés Emmanuel Macron y su esposa Brigitte, un detalle llamó la atención de los más observadores: el ojo derecho del rey Carlos III lucía un derrame ocular.
Acompañado por la reina Camila, Kate Middleton y el príncipe William, el monarca lideró con solemnidad los actos protocolares de la visita de Estado. Sin embargo, las imágenes difundidas revelaban una notable rojez ocular que despertó interrogantes sobre su estado de salud.
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Desde el Palacio no tardaron en aclarar la situación. Una fuente oficial explicó que se trató simplemente de la rotura de un vaso sanguíneo en el ojo, un episodio que, aunque puede parecer alarmante, no reviste gravedad. “Es simplemente una de esas cosas”, afirmaron, descartando cualquier vínculo con el tratamiento que el rey continúa recibiendo por su diagnóstico de cáncer.
La explicación médica respalda esa tranquilidad. Según la Clínica Mayo, este tipo de hemorragia, denominada subconjuntival, suele producirse sin una causa aparente. Y puede estar asociada incluso a acciones tan cotidianas como toser o estornudar con fuerza. No requiere tratamiento y desaparece por sí sola en el transcurso de una o dos semanas.
Lejos de interrumpir su agenda, el monarca de 76 años continuó con todas sus obligaciones. Recibió a Macron y a la primera dama francesa con los tradicionales honores británicos. Una Guardia de Honor, un paseo en carruaje y un almuerzo en el Comedor de Estado. Y para cerrar la jornada, un banquete de gala en el majestuoso Salón de San Jorge.