Calles estampadas con elaborados grafitis, kitesurfistas estacionados en sus vans customizadas frente al mar, un clima cambiante que en un día puede pasar por las cuatro estaciones del año, galerías de arte, exquisita diversidad cultural y un aroma a granos de café tostado que lo inunda todo. Welcome to Melbs!
La primera vez que visité Melbourne (ahora ya van tres) tenía 6 meses de embarazo. Nunca pensé que mi ‘estado’ me jugaría en contra. ¿La razón? Tenía restringida la cafeína. Honestamente no imaginé que lo más maravilloso de esta ciudad sería el café. Maravilloso y complejo, porque olvídate de pedir un cortado como lo hacemos en Chile, ni tampoco uno con leche como en España. En esta ciudad, ubicada en la costa sureste de Australia, pedir una taza es una construcción idiomática con un nivel de especificidad que asombra.
Lo primero, como en cualquier país, mencionar si es para tomarlo en el local o para llevar; la segunda parte: el tamaño, los nombres pueden variar entre las más de 2.800 cafeterías que existen. Finalmente, la personalización que, sin pudor alguno, puede ser todo lo que permita la imaginación, tanto como un “magic coffee”, invención de Melbourne que consiste en un doble ristretto (una dosis corta de espresso hecha interrumpiendo la extracción antes de tiempo, que da como resultado una dosis más dulce y concentrada) cubierto con ¾ de leche y servido en una taza pequeña de 150 ml. El secreto (ya no tan secreto) mejor guardado de los amantes del café en Melbs.
Aunque tenía este placer restringido, no me iba a perder este espectáculo. Así que el mío fue un “takeaway, weak skinny late with a dollop of foam, please”. Tuve que anotarlo en las notas de mi teléfono y nunca lo olvidé. Y confirmo que tanta elaboración para pedir un café (a ratos algo esnob) vale la pena. Tal como dice Pete Licata, uno de los mejores baristas del mundo, “es prácticamente imposible pedirse una taza en ‘Melbs’ y que sea mala”. Te adelanto que gran parte de tu presupuesto viajero se irá entre un cappuccino, otro ristretto, doppios, flat whites e, incluso, avolattes (sí, ese café viral que se sirve dentro de una cáscara de palta).
Por eso, en cada visita a Melbourne me faltan días para flecharme por una nueva cafetería, aunque ya tengo algunas favoritas. Una es St. Ali, en CBD, una de las coffee shops más reconocidas en toda Australia y que nació aquí en 2005, con su legendario café tostado en el lugar, además de ingeniosas técnicas de preparación, como métodos de sifón, vertido y filtrado. Otro lugar es Galleon, en St Kilda, con una atractiva vibra de barrio con decoración vintage (existe desde 1984) y unos sabrosos brunchs.
También me encanta Jack the Geezer, en Middle Park, con sus innovadores breakkies (el término que ocupan en Australia para referirse al desayuno, como diminutivo de breakfast) y café fresco de la tostaduría Madamimadam, que también puedes comprar en grano para moler en casa.
Después de 14 horas en avión desde Dubái, donde vivo, a Melbourne, hubiese esperado sentirme más extranjera, más turista en este destino australiano, pero no. La capital del estado de Victoria es unas de las ciudades más multirraciales de Oceanía y esa diversidad cultural se respira en cada rincón, en los múltiples idiomas que escuchas en la calle y en una variedad gastronómica que ofrece exquisitas preparaciones chinas, japonesas, griegas, italianas y latinas.
Para constatarlo no te pierdas una joya: el Barrio Chino, situado en la calle Little Bourke, en CBD, y uno de los más antiguos del mundo desde que se estableció en 1850. Aquí encontrarás una encendida estética asiática dominada por luces, farolitos y colores, y buenísimos restaurantes para degustar comida oriental de primer nivel, como el Flower Dum, con unos Dim Sum (masitas rellenas y cocinadas al vapor) que no olvidaré jamás. Otra parada destacable es el autoestudio de fotos de inspiración coreana Life4cut, con cinco salas de máquinas especializadas para una experiencia interactiva y MUY creativa.
La ciudad de 5,2 millones de habitantes es muy amigable de recorrer, y tres días son suficientes para tener una visión general. Pero si quieres descubrirla con calma y dejándote llevar por lo que ofrece, te sugiero quedarte una semana.
Melbs tiene panoramas de sobra, sin importar la época del año y el clima, porque el invierno puede ser bastante frío y lluvioso. En cualquier caso, hay que internalizar el conocido dicho local: “Si no te gusta el tiempo en Melbourne, solo espera 10 minutos a que cambie”, ¡y así es! Aquí realmente puedes tener todas las estaciones del año en un día, así que lo mejor para visitarla es ir preparada. ¿Algunos infaltables para explorarla? Parka, chaqueta o capa impermeable y unas buenas zapatillas. Olvídate de ropa demasiado elegante o tacos, acá el look que predomina es el deportivo y relajado.
Definida por muchos como la capital cultural de Australia, se caracteriza por sus teatros, salas de conciertos, ferias, mercados, parques y festivales. Sí hay imperdibles, como el mercado Queen Victoria, el corazón y alma de la ciudad hace más de un siglo, que reúne a 600 comerciantes que ofrecen desde frutas, verduras, productos gourmet, ropa y souvenirs; Fitzroy, para deleitarse con su arte callejero en un ambiente hípster donde domina la extravagancia y el espíritu libre; Melbourne City Centre (CBD), la zona más característica y que reúne desde lugares históricos, edificios institucionales, oficinas, restaurantes, tiendas y, claro, el imponente río Yarra; el Real Jardín Botánico, donde puedes hacer una caminata guiada por el patrimonio aborigen de la nación Kulin, identificando plantas nativas, sus usos, costumbres y su conexión con la población ancestral.
Una zona de la que todos te hablarán es Brighton Beach, una playa muy tranquila, ideal para el baño, que es famosa por sus características casitas de colores (postal ineludible). Está a unos 20 minutos de CBD en bus.
Siempre de cara al mar, encuentras el barrio de St Kilda, con un especial espíritu bohemio y relajado, la calle más animada es Acland Street, con restaurantes, bares y tiendas. Además, su muelle también tiene mucha vida e, incluso, alberga una colonia de pequeños pingüinos que, con un poco de suerte, podrás ver al amanecer o atardecer.
El deporte también define parte de la personalidad de Melbourne. Su calendario considera importantes fechas, como el Gran Premio de la Fórmula 1 (en el Albert Park, parada obligada con o sin F1, con acceso gratuito e ideal para recórrelo caminando o en bicicleta) y el Open de Australia de Tenis de cada enero, con el que –para fortuna de mi marido– coincidimos en nuestra última visita el año pasado.
Melbourne es vibrante, irreverente, llena de contraste. Es deporte y es bohemia, es naturaleza y urbanidad, es historia y vanguardia, es australiana por definición, pero multicultural en su esencia. Sin importar lo que decidas explorar (o degustar), por favor, hazlo con una taza de café en la mano.
• Llegar: En avión al Aeropuerto Internacional de Melbourne, hay vuelos diarios desde Sydney que se demoran 1 ½ h. En auto, si estás recorriendo Australia, son alrededor de 1.000 km desde Sydney, pero el camino por la costa merece 100% la pena.
• Dinero: Dólar australiano y se puede pagar con tarjeta prácticamente en todos los lugares. También hay bastantes cajeros.
• Idioma: Inglés.
• Moverse: El transporte público funciona muy bien, pero debes tener la Tarjeta Myki, que es recargable y es para todos los medios de transporte de Melbourne. Si piensas arrendar un auto, recuerda que en Australia se maneja por el lado derecho.
• Clima: MUY cambiante, pero la mejor época para visitarlo es en primavera-verano (septiembre a marzo)..