En el reciente episodio de Más que titulares, José Antonio Neme se despojó de toda armadura para hablar de uno de los capítulos más complejos de su vida: la infancia, la adolescencia y las heridas que deja el bullying.
Con una sinceridad admirable, el rostro de Mega compartió lo difícil que fue crecer en un entorno que, lejos de acoger, lo castigó por ser quien era. “En general, no soy muy apegado a la infancia y adolescencia, encuentro que es una etapa, para mí, muy incómoda“, señaló a Javiera Quiroga.
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Y es que, para Neme, esos años tempranos no evocan dulzura ni nostalgia. Por el contrario, los describe como una etapa de fragilidad expuesta, donde “uno es muy frágil, estás muy desalmado y dependiente de los demás. Por más que seas un niño fuerte y aguerrido, siempre el mundo está hecho para los adultos”.
Una vulnerabilidad que no solo lo incomodaba, sino que también lo enfrentó a un entorno hostil. “Te vas a topar con adultos inconscientes y adolescentes de mierda, y te van a hacer la vida de cuadritos“.
Neme también abrió la puerta a sus recuerdos familiares. “No la miro de una manera romántica o amable, crecí en una casa grande donde había una abuela que era el centro de todo“.
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Su padre “muy joven, muy ambicioso” viajaba constantemente. Y su madre, aún en un proceso de madurez, compartía responsabilidades con un tío que se convirtió en figura de contención en sus primeros años escolares.
Pero fue al hablar de su orientación sexual y las consecuencias sociales que enfrentó, cuando su relato alcanzó una crudeza aún más potente. “Somos un país muy buleador en general, creo que hay una necesidad media tóxica de marcar cierta diferencia o exclusividad que no sé a qué responde“, expresó.
“El bullying se transformó en algún momento en un deporte nacional, que tiene poco que ver con el otro, pues tiene más que ver con el que lo hace, ya que haces bullying para disminuir al otro (…) eso habla de una sociedad veleidosa y acomplejada“.
Lejos de victimizarse, Neme explicó que ese sufrimiento forjó en él una coraza, y una valentía que hoy lo definen. “Me ayudó (el bullying) después de todo, porque hoy no tengo ningún pudor (…) no me afecta la sexualidad que tengo, no la niego“.
Incluso se atrevió a decir que “el bullying me hizo más descarado”, y que tras esa “humillación colectiva” terminó por hacerse inmune a las trivialidades: “Se te engruesa la piel a tal punto que te vuelves insensible a una serie de estupideces”.
Y aunque reconoce el impacto, también se niega rotundamente a quedar anclado en ese rol. “No ando de víctima por la vida, además, de víctima no tengo ni un pelo”. Fiel a su estilo frontal, agregó: “Me parecería una cosa de una soberana estupidez, pues hay gente que necesita ayuda real, no yo, ya que me puedo defender perfectamente bien”.
El periodista también compartió un detalle doloroso y revelador: durante años ocultó a su madre lo que vivía en el colegio. “No sabía qué explicación darle, pues cómo un niño explica eso”.
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Porque el bullying, dice, no solo deja marcas, sino también una vergüenza silenciosa: “Lo que más me pesaba era cómo explicarles a mis papás esos insultos, que en algún minuto le das cierto crédito, porque en un momento dices ‘ser homosexual debe ser algo muy malo, por algo todos lo usan como una burla, insulto y agresión‘”.
Neme no solo expuso una herida personal. Dejó en evidencia una herida colectiva. Una conversación pendiente en un país donde crecer siendo distinto aún puede ser un campo minado.