Revista Velvet | Tiempos de cacería: El legítimo “Tinder” de la realeza
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Tiempos de cacería: El legítimo “Tinder” de la realeza

Tiempos de cacería: El legítimo “Tinder” de la realeza
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Tiempos de cacería: El legítimo “Tinder” de la realeza

POR equipo velvet | 04 febrero 2025

Por Alfredo López

Cuando a fines del año pasado, Guillermo y Máxima de Holanda llegaron con sus tres hijas a la finca de la familia Mitjans en Toledo, España, se confirmó una tradición de siglos. Ahí, junto a los reyes Felipe y Matilde de Bélgica, sentenciaron que no hay mejor plano para conocer gente y sellar acuerdos que una jornada de caza. No de cualquier modo, hoy los movimientos animalistas exigen una captura legal de especies que solo representen plagas o cuya supervivencia no corra peligro.

Fue en Ventosilla, una finca y coto de caza que pertenece a la aristocrática familia española Mitjans donde Guillermo y Máxima de Holanda prolongaron la costumbre de presentar en sociedad a sus herederas. Amalia, Alexia y Ariane, entre los 21 y 17 años, no llegaron a un salón de baile con vestidos largos ni joyas del cofre real, sino que aparecieron con chaquetas y botas Barbour para ser protagonistas de una jornada de cacería junto a guías, perros amaestrados y armas autorizadas por la Real Federación Española de Caza.

Eran los primeros días de diciembre, un todavía luminoso fin de semana antes del invierno europeo. Ahí, junto a los reyes Felipe y Matilde de Bélgica, miembros de la casa de Luxemburgo e hijos de antiguos terratenientes europeos, Máxima y Guillermo recordaron sus primeras escapadas como novios, precisamente, en la Finca de Ventosilla con su palacio que data del siglo XV rodeado de jardines de Forestier.

Testigos contarían después que Máxima y Guillermo abrieron más tarde “La noche de chupitos” e inauguraron la pista de baile con total alegría y espontaneidad.

TIERRA DE ROMANCES E INFIDELIDADES

Un lugar que ya tiene historia, como uno de los favoritos de Donald Trump Jr., así como también fue el escenario en el que la aristócrata mexicana Genoveva Casanova y el príncipe Federico de Dinamarca se habrían conocido. Una noticia que dio la vuelta al mundo, porque nadie imaginó que existiera la posibilidad de que Federico le fuera infiel a la querida y elegante reina Mary de Dinamarca. Luego, la captura de venados prosiguió por Alemania y Austria, además de cenas y encuentros románticos en Madrid. Aunque la casa real danesa nunca se refirió a los episodios de la supuesta traición, sí dio la cara respecto a las prácticas del soberano.

Una pasión heredada de su madre, la reina Margarita II de Dinamarca, quien siempre se destacó por ser la mejor organizadora de cacerías entre las monarquías europeas, sobre todo, en los bosques de Gribskov, en la isla de Selandia, al este del país. Las piezas capturadas, fundamentalmente ciervos en taxidermia, aún son exhibidos en el castillo de Frendensborg con la presencia de nobles daneses e influyentes empresarios. Todo del mismo modo desde la Edad Media.

El rey Federico X y la reina María de Dinamarca

Emilia Landaluce, redactora en el diario español ABC, coincide en que se trata de un espacio propicio para que jóvenes provenientes de casas reales intercambien palabras y se reconozcan en un plano deportivo, cerca de la naturaleza y siempre con los sentidos en alerta.

“Es una tradición, así se relacionan. Nunca ha estado oculto. Antes se publicaba mucho más, sobre todo, en los tiempos en que cazaba el rey Juan Carlos (quien conoció a Corinna Larssen en una de estas travesías). Es una actividad muy popular, con más de un millón de federados en el país, que exige cuidar la naturaleza y mucho gasto en fincas”, detalla a Velvet.

Similar es la opinión de Marina Pina, corresponsal de la Casa Real en el diario en El Mundo, quien añade a nuestra revista que se trata de algo cultural. “Nunca ha dejado de estar de moda”.

LOS RIFLES DEL ARREPENTIMIENTO

No todas las cacerías son iguales. En el caso de Ventosilla, son encuentros de gran algarabía y con salida de palacio a las nueve de la mañana luego de un fuerte desayuno, puntualmente a las siete, con acento en los productos locales. Primero se establece un horario para la captura de perdices y después continuar con otros animales más grandes. El almuerzo, cerca del mediodía, es rápido y ligero para extender la jornada no más allá de las cuatro de la tarde. Se permite una siesta que no supere una hora y, posteriormente, comienzan los preparativos para los banquetes por la noche, siempre acompañados de baile, música en vivo o la tornamesa de un dj famoso.

La familia Mitjans, representada por Antonio Cavero y Carlos López de Carrizosa, es la de mayor raigambre cinegética en España. Ya la bisabuela, Eugenia Sol Fitz-James Stuart, hermana del XVII duque de Alba, era considerada como una buena escopeta para ser mujer. Su hijo Carlos, conde de Teba, fue un diestro cazador, al igual que sus tres hijas Macarena, Sonia y María de los Reyes, tres mujeres singulares y con carácter amazónico. Otros cazadores con alcurnia son los soberanos del Golfo Pérsico y, por supuesto, la elegante Moza Bint Nasser, jequesa de Qatar, quien se declara una seguidora de los cotos de caza de Extremadura. Al igual que la reina Camilla y Ernesto de Hannover, quien alguna vez enamoró a Carolina de Mónaco mostrándole sus dotes a la hora de internarse en el bosque con escopeta al hombro.

Carolina, por su parte, dice ser una continuadora de las artes de la caza que le infundió su padre Rainiero. Ahora es ella quien prolonga esa afición a su hija Alexandra.

En otro punto del continente, la familia real británica también defiende la cacería. Es sabido que el príncipe William y su hermano Harry nunca tuvieron una mejor relación como aquellos tiempos en que, de la mano de su abuelo Felipe de Edimburgo, recorrían las colinas de Balmoral o viajaban a la finca La Garganta, la más grande de España y que es propiedad de Hugh Grosvenor, duque de Westminster y padrino del heredero al trono inglés.

CHILE EN LA MIRA

La célebre Diana también protagonizó grandes episodios de cacería en Althorp House y la finca familiar de Carlos III en Northamptonshire. En ese momento, Carlos salía con Sarah, la mayor de las hermanas, pero finalmente el futuro rey puso los ojos sobre la joven que recién había cumplido 19 años. Si bien no era una fanática, con los años vio cómo sus hijos eran felices como diestros cazadores.

Una afición que Meghan de Sussex detesta al punto que habría obligado a su marido Harry, en los días previos al matrimonio, a deshacerse de sus dos rifles favoritos. Con el tiempo, en 2018, el príncipe habría vuelto a la cacería de faisanes junto a su familia en Sandringham, al día siguiente de Navidad durante el llamado Boxing Day. Pero esta vez, la nueva duquesa moderó su discurso.

Otro sitio favorito son los bosques de Chambord, en Francia, lugar que por muchos años fue el escogido por la familia Borbón, Franco y el dictador sirio Muamar Gadafi. De manera más discreta, el sur de nuestro país también se ha transformado en un destino de caza entre miembros de la realeza y millonarios del mundo.

Siempre con absoluta reserva de su identificación, llegan a las regiones del Ñuble, La Araucanía, Los Ríos, Aysén y el norte de la Patagonia para ser testigos de una actividad legalizada hace más de ochenta años. De acuerdo con el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), actualmente existen 23 cotos de caza autorizados con nombres como la estancia Río de Piedra e Isla Fresia, lugares en que se permite la captura de especies como ciervos dama, muflones corzo, cabras salvajes, faisanes, pavos silvestres y, sobre todo, ciervos rojos. Una especie exótica, considerada dañina en nuestros ecosistemas. La promesa es que, como en ningún otro lugar del planeta, se podrá cazar un animal en un estado libre sin vulnerar la vida silvestre. Algo que la realeza del mundo ya tiene identificado con absoluta plenitud.

 

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