La monarquía nipona, la más antigua del mundo, establece que el trono tiene que ser ocupado por un varón de linaje paterno. Sin embargo, la Organización de Naciones Unidas (ONU) busca abolir la estricta Ley Sálica que los rige, impulsando el aumento de la presencia femenina. ¿Esperanzas? Pese a la futurista modernidad que caracteriza a ese país, parece no existir luces de cambio.
Pudo ser una noticia para fanáticos de las historias sobre realeza. Pero un reporte sobre la inequidad en cómo funciona el sistema que rige el palacio de Tokio puede abrir la puerta a un cambio social.
Al cierre de octubre, un Comité de las Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer se reunió en Ginebra, Suiza, para estudiar las políticas sobre las mujeres en Japón. Esto, sobre la base de los reclamos sobre el Código Civil que atañen a esas ciudadanas, así como la Ley de la Casa Imperial, que desestima la igualdad de género.
A nivel ciudadano, uno de los principales factores apunta a que en ese país los matrimonios deben tener el mismo apellido. Esto se traduce en que las mujeres deben renunciar al suyo y tomar el de su pareja. Y en el caso de la Familia Imperial, el panel sugirió promover la igualdad de género cuando se trata de los herederos, algo que no existe y que, al menos hasta ahora, ningún gobierno se ha atrevido a cambiar.
A diferencia de otras naciones, el índice de brecha de género en Japón avanza a paso extremadamente lento. Y si bien se comienzan a apreciar ciertas mejorías, a ojos del organismo internacional, aún no es suficiente. Dentro de las leyes que han cambiado a su favor se encuentra el aumento de edad legal para casarse en las mujeres, pasando de 16 a 18 años, como ya sucede con los hombres. Y, por otro lado, también se eliminó el periodo de prohibición para volver a contraer matrimonio que aplicaba sólo para ellas.
Así como ocurre fuera de la Casa Imperial, la vida adentro no es muy diferente. Esto se refleja directamente en la línea de sucesión al trono: sólo descendientes varones de la rama paterna pueden ser emperadores.
Pero esta ‘pelea’ de la ONU no es nueva. Es más, ya en 2016 el Comité citado hizo una recomendación a revisar la Ley de la Casa Imperial. Sin embargo, fue anulada tras la oposición de Tokio. Y desde el gobierno japonés aseguran que este tema no le incumbe al comité.
“La norma cuenta con el apoyo público gracias a su historia y tradición”, aseguró este año Keiko Okada, representante gubernamental. Pero, ¿qué hay de cierto en esas palabras? Mientras en la Casa Imperial las mujeres no tienen voz, en el gobierno esa presencia femenina está marcada por la minoría.
Hoy, si alguna princesa decide casarse con un plebeyo, no sólo pierde el título, sus derechos y privilegios, también es obligada a dejar la casa y sus funciones institucionales. En otras palabras, son expulsadas. Un hecho reconocido por el Estado, el cual las indemniza por quitarles los privilegios con los que nacieron.
Sin embargo, de ser el caso a la inversa, es decir, un emperador que elige casarse con una plebeya, el escenario para él no cambia. Sólo queda marginada la futura señora.
Si bien el regente sigue en su papel, una esposa plebeya no es aceptada en la institución al no tener sangre real. Tal como ocurrió con el emperador emérito Akihito y la ciudadana Michiko Soda, quienes ocuparon el trono por tres décadas, desde su boda real en 1959.
Ese matrimonio trajo consigo un gran apoyo de la ciudadanía a Michiko (llamada formalmente como “emperatriz”), a quien vieron como un referente de modernidad y democracia. La pareja tuvo tres hijos –dos hombres y una mujer–, quienes siguieron los pasos de sus padres al encontrar el amor en plebeyos.
Pero una vez más la ley hizo de las suyas: el príncipe Naruhito (64) y su mujer Masato Owada (61), padres de una hija, son los actuales emperadores; mientras que su hermano menor, el príncipe Fumihito (60) y Kiko Kawashima (58) son herederos al ‘Trono Crisantemo’ porque ese derecho salta a él. ¿La hermana de ambos? Bueno, la princesa Sayako (55) fue expulsada al casarse con Yoshiki Kuroda (59).
Ahora bien, esta historia ligada al linaje del varón ha puesto en peligro la continuidad imperial. Esto, porque durante las últimas décadas sólo han nacido mujeres… El actual emperador es padre de Aiko (23), princesa que no está incluida en la línea de sucesión al trono. Y es Hisahito, de 18 años, su sobrino mayor e hijo de Fumihito, ¡el único hombre en 40 años! Eso lo ubica como segundo (tras su papá) en la línea de sucesión al trono. A su corta edad, el joven tiene como único sucesor a su tío abuelo, el príncipe Hitachi (90). Todo porque hay sólo cuatro varones en la familia del regente, un clan compuesto por 17 personas.
Si cambiara la ley, Aiko (23), hija de los actuales dueños de palacio, podría asumir como emperatriz de Japón. Algo que encuentra una poderosa aprobación en la ciudadanía.
Por su parte, su prima Mako (33 años, primogénita del príncipe Fumihito) se vio obligada a renunciar a su título de princesa de la Casa Imperial de Japón al casarse con Kei Komuro (33), su novio de la universidad.
Cuando anunció su compromiso se ganó las críticas de los japoneses debido, principalmente, a los problemas económicos de su futura suegra. En esa oportunidad tuvo el abierto respaldo de su hermana, la princesa Kako (29), quien fue reprendida de manera pública y tuvo que asumir formalmente la culpa de un mal comportamiento.
En 2021, Mako se casó y se fue a vivir a Nueva York con su marido.
Actualmente, dentro de la casa hay dos princesas que podrían ser expulsadas si deciden casarse: Kako, la hermana pequeña de Mako, además de Aiko, la única hija del emperador regente.
En su momento, hubo quienes describieron el caso de Mako como un “cuento de hadas al revés”. Mientras que The Times lo califica como una “desastrosa reducción en las filas de la familia imperial japonesa que amenaza la supervivencia de la institución”.
Los números hablan por sí solos. La ley vigente que dicta que las princesas deben abandonar la familia real en caso de contraer matrimonio con un plebeyo existe desde 1947. Y como no existen príncipes japoneses con los que puedan casarse, no les queda otra opción. Sus alternativas son mantener su título de princesas como solteras o se casan, dejando privilegios y derechos.
Esa ley generó que 11 ramas de la familia imperial japonesa pasaran a ser plebeyas y, desde entonces, ocho integrantes de la línea de sucesión al trono hayan renunciado a sus títulos por el matrimonio.
En 2004, y debido a la falta de hombres en la descendencia, un comité de expertos en la Ley de la Casa Imperial debatió sobre el tema para frenar la extinción de la monarquía. Una de las opciones evaluadas fue que las mujeres mantuvieran sus derechos y privilegios con el fin de que sus hijos pudiesen optar al trono. Es decir, se reconocía el linaje materno. Sin embargo, los conservadores se opusieron y, en 2006, aquel informe se guardó tras el nacimiento del príncipe Hisahito, sobrino actual emperador y potencial sucesor.
El futuro de las princesas niponas, pese al ambiente de apoyo ciudadano no tendría cambio de rumbo con una eventual modificación a la Ley Sálica, ya que integrantes conservadores muy influyentes del Partido Liberal Democrático, actualmente en el poder, aún se oponen al cambio.
Y si se quiere tener pruebas de un ánimo por renovación en la ciudadanía, hay ejemplos: encuestas reflejan que un 90% de la población aceptaría a la princesa Aiko como emperatriz. En contrapunto, también hay estudios que reflejan que menos de la mitad de los jóvenes está interesado o siente una sensación de cercanía con el Trono Crisantemo.
The Japan News informó que para el gobierno la recomendación del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de la ONU revela una falta de comprensión sobre el sistema imperial de Japón, pero preocupa que genere una percepción errónea de que esa ley implica discriminación contra la mujer en ese territorio.
O sea, las palabras salidas de Ginebra no tratan de un tema que toque a una elite que se remonta a seis siglos antes de Cristo, sugiere entre líneas que esas formas se extienden a una sociedad y alerta a las Naciones Unidas en áreas de DD.HH.
Prejuicios más o diferencias culturales menos, cuando se trata de estadísticas sobre mujeres y princesas en Japón existe un escenario poco representativo y alentador. Sólo el tiempo dirá si el mundo verá a una futura emperadora o será testigo de cómo el Trono Crisantemo se extingue en el machismo.