Al igual que el resto de los mortales, los reyes también comen. Y sus platos no tienen que ser obligatoriamente suculentos. Al menos, no es el caso de Carlos III. Como revela el periódico The Independent, el nuevo soberano hace años que se salta el almuerzo, como dicta la moda del ayuno intermitente, y se permite solo un desayuno y una cena, ambos ligeros. Sus jornadas suelen comenzar con un sencillo huevo pasado por agua aunque, como ya hemos podido ver, Carlos no es nada fácil. El huevo en cuestión debe cocerse a fuego lento, siguiendo las rígidas instrucciones del rey, durante un máximo de tres minutos.
El periodista de la BBC, Jeremy Paxman contó hace algunos años que cada mañana en la mesa de desayuno se ponen hasta siete huevos para asegurarse de que al menos uno de ellos esté a gusto de su majestad. “Como su personal nunca estaba seguro de que el huevo tuviera la consistencia exacta, tomaron la decisión de preparar una serie de huevos y ponerlos en la mesa en una secuencia de cocción creciente. Si el príncipe consideraba que el número cinco estaba demasiado líquido, podía entonces romper la cáscara del seis o el siete”, se lee en un capítulo del libro titulado On Royalty, escrito por el propio Paxman en 2006.
Cuando está en Highgrove, su residencia de campo y no tiene compromisos urgentes, a veces sustituye el desayuno por un brunch y pide que le sirvan un plato que adora: Cheesy Baked Eggs, huevos al horno que incluye queso típico inglés, espinacas, tomates cherry y albahaca. Todo esto acompañado de jugo de fruta y té. Sin embargo, la palabra almuerzo hace años que no forma parte de su vocabulario. Según fuentes reales, lo considera “un lujo que interfiere con sus compromisos”.
El huevo pasado por agua está presente en la mesa del rey también durante las cenas, pero acompañado de lechuga de la Ducky Home Farm, la granja situada en la residencia de Highgrove donde el Rey Carlos III practica la agricultura ecológica desde 1986. El propio soberano machaca el huevo y lo mezcla con la lechuga, un ritual al que siguen unos quesos servidos con un par de galletas saladas que su cocinero personal debe calentar en una sartén hasta que alcancen una determinada temperatura. En una entrevista realizada el año pasado, el monarca contó que para reducir su huella en el medio ambiente evitaba comer carne o pescado al menos dos veces a la semana. Precisamente hace pocos días, y respondiendo las peticiones de activistas animalistas, prohibió el foie gras en todas las residencias reales.
El propio soberano, como los demás miembros de la familia real, está sujeto a ciertas prohibiciones en la mesa. Por ejemplo, no puede comer marisco, especialmente durante los viajes de Estado. Esta prohibición se debe a que, en el pasado, un Windsor de visita oficial en el extranjero acabó con una intoxicación intestinal que modificó todos los planes y resultó confuso de explicar para la prensa. Dado que los compromisos oficiales llenan la agenda de todos los miembros de la realeza, la prohibición se extendió “para siempre”. Una prohibición que incluye cocteles de langostas, ostras, mejillones y almejas. Aunque parece que Carlos, conocido como un gran amante del marisco, lo come a escondidas.