Este domingo tiene lugar la noche más esperada para los amantes del cine y del glamour. Por fin, se entregan los emblemáticos premios Oscar y hoy, por durante toda la semana, en Velvet llevaremos una nota diaria relativa a esta célebre premiación.
Anécdotas, mejores vestidos, las películas ganadoras más inolvidables, los que nunca han ganado un Oscar. Hay mucho de donde sacar. Hoy, repasaremos la que es quizás una de sus curiosidades más genuinas, y que tienen que ver con el nombre de la famosa estatuilla.
Los premios Oscar son quizá los más conocidos del mundo del cine por toda la pompa y ostentación que rodea a su ceremonia de entrega: Desde las películas y actores que llegaron a las nominaciones, pasando por el glamour de la alfombra roja y, así como las y los presentadores de la gala, hasta las controversias que muchas veces despiertan las declaraciones (en ocasiones con tinte político) de algunos ganadores cuando pasan a recoger la estatuilla, que por cierto, no siempre se llamó así.
Poco después de que se formara la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas en 1927, sus creadores idearon un premio anual para honrar los logros cinematográficos más destacados de la industria hollywoodense y crearon el trofeo de bronce y bañado en oro del hombre desnudo, con 30 centímetros de altura y casi 4 kilogramos de peso, que no posee el nombre de ningún famoso.
En los primeros años, solo se le conocía como el Premio de la Academia al Mérito. Fue en 1939 cuando se le dio el nombre actual. Según la Academia, el motivo aún es incierto, pero existen anécdotas que ayudan a entender por qué se le conoce como Oscar a la estatuilla diseñada por el director de arte de MGM, Cedric Gibbons.
La historia más conocida, según la Academia, es que cuando Margaret Herrick, entonces bibliotecaria de la Academia y eventual directora ejecutiva, vio la estatuilla por primera vez dijo que se parecía a su tío Oscar. La Academia no adoptó oficialmente este apodo hasta 1939, pero en 1934 era lo suficientemente conocido, ya que la columnista Sidney Skolsky escribió sobre cómo se referían al trofeo en un artículo acerca de la primera victoria de Katharine Hepburn como mejor actriz.
Durante la Segunda Guerra Mundial, algunos premios Oscar se fabricaron con yeso pintado en lugar del habitual bronce macizo y oro de 24 quilates, para compensar la escasez de metal. Los ganadores que se llevaron a casa los premios Oscar improvisados pudieron más tarde cambiarlos por los reales.