Apenas llegó a Estados Unidos, al periodista argentino especialista en ciencia Federico Kukso, lo primero que le sorprendió fue un fuerte olor a canela. Cuenta que recordó la célebre novela El Perfume del escritor alemán Patrick Süskind y sus primeros acercamientos a la lectura a través de los manuales médicos de su padre otorrinolaringólogo, dedicados a la nariz, al olor y a la respiración.
Fue así como, en medio de la realización de una beca en Harvard -motivo por el que estaba en Estados Unidos- empezó a investigar sobre el olor, cómo olían las antiguas civilizaciones y cómo los aromas han marcado la historia. Así es como nace este libro: Odorama: historia cultural del olor, editado por el sello Taurus, perteneciente a Penguin Random House, y que desde esta semana se encuentra en todas las librerías del país.
“Descubrí que en la punta de la nariz había un universo de historias por contar. A lo largo de la historia, el olor ha sido como un actor secundario, pero creo que fue un sentido principal. Tenemos una relación demasiado desolorizada con nuestros antepasados”, ha confesado el periodista que durante los últimos meses de pandemia ha sido una importante fuente de información a través de su Twitter @fedkukso.
Y es que es muy difícil, en un tiempo donde lo más importante y donde todo pasa por la imagen, poder patentar y hacer estimulante un libro como Odorama, pero Federico Kukso lo logra a través de un libro alucinante que nos hace comprender cómo los olores han formado parte de la identidad cultural de muchas civilizaciones. “Conocer cómo olía el pasado te ayuda a tener una relación más mundana y humana con las personas que habitaron otras civilizaciones”, ha dicho Kukso. “Saber cómo era su mundo también pasa por conocer cómo olía su mundo: estudiar el olor nos ayuda a entender la historia de las ideas, de la sensibilidad, de la higiene, de la gastronomía y del urbanismo”.
Y aunque el olor no deja una huella como la de un dinosaurio, Federico Kukso rastrea desde el antiguo Egipto con sus ritos y ceremonias donde el incienso era el aroma de la presencia divina, o el descubrimiento de jeroglíficos que se traducen en recetas de elaboración de perfumes. El periodista cuenta que el perfume era propiedad exclusiva de faraones hasta la Dinastía XVIII, donde comienzan a usarlo algunos cortesanos y sirvientes de la realeza.
Desde otro lado, el periodista cuenta que la actitud repulsiva hacia los excrementos es algo relativamente moderno y que se deba, eventualmente, como consecuencia de sociedades altamente urbanizadas. En la Atenas clásica, la basura se acumulaba en grandes montañas que convivían en las calles. Y existían personas que recogían los excrementos de las casas y de las calles y las vendían como fertilizantes y al parecer resultaba ser un negocio muy rentable.
Pero también en Grecia existía una fuerte atracción hacia los perfumes y la gente los usaba mucho “Un perfume diferente para cada parte del cuerpo: uno para la rodilla, otro para el codo, otro para la nuca. En otro momento, los perfumes fueron odiados porque se relacionaban con el enemigo, en este caso con Persia”, cuenta Federico Kukso. Acerca de la limpieza de las partes íntimas, el autor cuenta en su libro que el papel higiénico no aparece hasta el siglo XVI pero que los chinos ya lo usaban desde el siglo II antes de Cristo.
Cuenta en el libro que en Roma, médicos como Areteo de Capadocia consideraban que los eructos con olor fétido o a pescado eran un signo de melancolía. Además, desde la época de Hipócrates se creía que guardar gases podía llevar a la muerte. “Cuando Claudio asumió el cargo de emperador romano en el año 41, según el historiador Suetonio, emitió un edicto que permitía a todas las personas tirarse gases en banquetes, sonoros o no, después de escuchar la historia de alguien cuya modestia casi le había costado la vida”.
Por último, cuenta en Odorama que “Los olores también son políticos: el olor a pobre y el olor a rico. Esto aún perdura en nuestros días”, basta no más con recordar la escena del auto en la película ganadora del Oscar, Parásitos, donde al hombre rico le molesta el olor de su chofer. “Napoleón no podía utilizar un perfume que venía de la nobleza. Él fue quien popularizó el agua de colonia, algo más suave, más del pueblo”, cuenta en el libro. Y con un sinfín de historias y anécdotas igual o más interesantes es que a través de Odorama, Federico Kukso consigue que reflexionemos sobre el olor y que a través de los aromas viajemos hacia nuestra propia historia personal: “Te transportan a otras épocas o te recuerdan a ciertas personas. El olor está muy ligado a la identidad cultural de los pueblos, a las raíces y a lo que hemos sido y somos”.